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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

El circo frente al espejo

Tatiana Cardenal

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Desde 2015 Zaragoza cuenta con una ordenanza municipal que prohíbe los circos con animales en nuestra ciudad. Durante estos años hemos disfrutado del orgullo de ir viendo cómo Zaragoza se convertía en esa ciudad moderna y empática que debe de ser en pleno s. XXI.

Sin embargo, poco le ha costado al nuevo Gobierno municipal de PP-Ciudadanos pulsar el botón de retroceso, dejando a la ciudadanía zaragozana consternada ante la decisión de permitir la instalación de un circo con animales para las fiestas del Pilar. Sorpresa poca. Ya vimos al Grupo Popular en las Cortes de Aragón a principios de año votar en contra de la modificación de la Ley de Protección Animal para prohibir el uso de animales salvajes en toda la Comunidad Autónoma, alegando escandalizado que era abrir la puerta a abolir la tauromaquia. ¡Dios nos libre! No vaya a ser que, después de 300 años resistiendo y haciendo de la tortura pública de un animal el santo y seña del “buen español”, pase lo que en el resto de Europa sucedió en el s. XVIII con la llegada de la Ilustración y se acabe con esta barbarie.

Pero no sólo es un retroceso para la ciudad, sino que también va en contra de la evolución que está siguiendo la Unión Europea, donde en 17 estados estos circos están prohibidos. En España, el 75 % del territorio es ya libre de estos espectáculos y hace unos meses se anunció que a partir de 2022 la concesión de las ayudas a los circos estará condicionada a un cese en el uso de animales salvajes. Y por si fuera poco desoye las recomendaciones de la Federación Veterinaria Europea y el Consejo General de Colegios Veterinarios de España, que aconsejan a las autoridades la prohibición de estos espectáculos.

Pero todo esto les entra por un oído y les sale por otro. Tampoco es ninguna sorpresa ya que es sabido que el lobby de la explotación animal, guiado por el economicismo y una defensa rancia de la tradición como máximo horizonte, es poco permeable a las demandas de la sociedad. Además, cuentan con muchos recursos y contactos para salvaguardar sus intereses. El problema es que donde ellos sólo ven dinero y negocio, otros y otras vemos la del todo inaceptable condena a unos animales a una vida miserable, privada de libertad y llena de maltrato.

La connivencia de la sociedad con el maltrato animal es una losa que cargamos y que lastra nuestra oportunidad de llevar a cabo la tan necesaria regeneración social y política. Una comunidad desarrollada debe llevar por bandera el respeto, la empatía y no tolerar ningún tipo de ensañamiento contra los más débiles; y los animales son un ejemplo paradigmático de indefensión frente al ser humano. Además, el maltrato que les infligimos deja al descubierto muchos de los trastornos que nos afectan como sociedad como es el desprecio que sentimos hacia unos seres que consideramos inferiores a nosotros. La filósofa Corine Pelluchon escribe que “nuestra relación con los animales es un espejo que nos muestra en qué nos hemos convertido con el paso de los tiempos. En el espejo no sólo aparecen los horrores cometidos por nuestra especie al explotar a otros seres sensibles, sino el rostro malicento de una humanidad que está perdiendo su alma.”

Lo que refleja ese espejo, puesto frente al espectáculo que el circo Zoorprendente quiere traer a nuestra ciudad, es la inhumanidad compartida con un público que aplaude la humillación a la que han sido sometidos esos animales y cuya voluntad han anulado a través de la violencia. ¿O es que alguien piensa que un tigre saltaría a través de un círculo de fuego si no lo hubieran obligado, sesión tras sesión, para que obedeciera a un amo a cambio le da comida o para evitar un latigazo?

Por si la respuesta no fuera bastante obvia y alguien pudiera pensar que los animales aprenden a base de premios y caricias, basta tener dos ojos en la cara para comprobar el lamentable estado de Dumba, la elefanta asiática de 42 años y el primer animal que este circo de los horrores ha traído a Plaza. Y basta también con tener un poco de corazón para quedarte sobrecogido por esa imagen que ya ha supuesto la presentación de denuncias ante el Seprona de la Guardia Civil por parte de los grupos animalistas y el grupo municipal de Podemos-Equo.

Pero ese espejo nos dice más. Nos muestra el reflejo de una humanidad deseosa de apropiarse de lo salvaje y de ser capaz de reducirlo a la esclavitud. Demostrar nuestra capacidad de dominar no es nuestra grandeza como especie ni la esencia de la sociedad que queremos para el futuro. Nada más lejos. Por el contrario, el anhelo de someter está en la raíz de todas las violencias infligidas a humanos y no humanos de forma legal e ilegal. No creo que nadie sea capaz de definir al 100 % en qué consistirá el futuro pero seguro que tiene bastante más que ver con el desarrollo de una ética de la vulnerabilidad, con nuestra capacidad de sentirnos unidos a los demás, de reconocer la alteridad y de asumir una posición de responsabilidad frente a los demás seres vivos y el planeta que habitamos.

Luchando contra el maltrato animal tenemos un mundo por ganar.

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