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Vox ataca a las mujeres porque millones de nosotras hemos ocupado las calles este año convocadas por un movimiento, el feminista, que se ha mostrado capaz de generar hegemonía y un nuevo sentido común, que presenta alternativas globales al sistema y propone otro modelo de sociedad de forma integral. Esto no es ninguna broma, tanto más cuando se trata de un movimiento internacional que está produciendo grandes movilizaciones de mujeres en América del Sur y del Norte, en India, en Europa, contra la violencia machista, por los derechos sexuales y reproductivos, laborales, salariales, contra el neofascismo ...
La conciencia colectiva contra las múltiples violencias machistas es hoy mayor que nunca, y se presenta combinada con una crítica de las estructuras capitalistas, racistas y patriarcales que destruyen la vida. El movimiento feminista ha puesto sobre la mesa todas las crisis, la económica, la ecológica, la social, la cultural, y la reproductiva en el centro de todas ellas, porque apela a un cambio social en el que el cuidado de la vida sea el motor de la política y de la economía, y porque ha construido una huelga inédita que abarca todos los órdenes de nuestras vidas: el productivo -no ir a trabajar- el reproductivo -no llevar a cabo las tareas de cuidados- y el del consumo -no consumir-, ya que todos forman parte de ese continuo precarizado al que el neoliberalismo nos quiere condenar. Y propone la construcción de vínculos sociales, de redes comunitarias, de alianzas ampliadas y apoyo mutuo como el mejor camino para deshacer la soledad y la indefensión.
Toda revolución tiene su reacción, y Vox abre la puerta con sus medidas extremas a que el PP aparezca como moderado asumiendo sólo una parte de sus demandas, pero no olvidemos que forman parte de lo mismo.
El movimiento feminista ha sido capaz de articular como ningún otro en este momento la lucha contra los diferentes ejes de opresión: la clase, la raza, la identidad de género, la orientación sexual, las capacidades, la edad, ahí radica su fuerza transformadora. Y lo está haciendo de manera horizontal y descentralizada, radicalmente democrática, asumiendo la convivencia de importantes diferencias en su seno en pos de la unidad hacia un objetivo común: una huelga feminista que se reedita en 2019 y pone de nuevo presión sobre las estructuras existentes: nación, raza, familia, sindicatos, partidos, modelos de representación y poder, etcétera. Esta apuesta por la unidad en la diferencia no es un rasgo biológico de las mujeres, sino una apuesta cultural y política que puede ser exportada a todos los agentes del cambio si estos le conceden autoridad, si reconocen el valor de lo que está consiguiendo: armar un proyecto político de impugnación global al sistema, con formas de actuar y de pactar diferentes, que incluye prácticas y experiencias, emoción y razón, que han dado a este movimiento una legitimidad incuestionable.
Quienes atacan esta legitimidad, este horizonte de dignidad social que el movimiento feminista abre, lo hacen también porque no soportan que el discurso feminista no esté mediado por lo masculino, que venga desde otro lugar, desde las mujeres, y de ahí también la reacción de protesta, defensiva y ansiosa, de los pertenecientes al viejo mundo y a sus privilegios. El movimiento feminista cuenta con una larga tradición pedagógica, de diálogo y de debate. Y cuando criticamos al patriarcado y al binarismo sexual, esas identidades cerradas masculina y femenina que defienden Hazte oír o la ministra brasileña del azul y el rosa, estamos señalando la necesidad de desmontar los mandatos de género impuestos a unos y a otras, que todos y todas podemos ser otra cosa diferente a la que nos han dicho que somos, por eso es tan importante que visibilicemos y nos apoyemos en los referentes que rompen las normas de género, que rompen la norma heteropatriarcal.
Muchos de estos debates están presentes en Zaragoza en Común, y es necesario que profundicemos en ellos y extraigamos lecciones. Los ayuntamientos son espacios de relación directa con la ciudadanía donde poner en práctica esas otras formas de hacer socialmente transformadoras que apuntan tanto a un nuevo modelo socioeconómico y de participación política como a la igualdad educativa, cultural, salarial, por unas pensiones dignas, por acceso a la vivienda, por los derechos de las personas LGTBI, o por el compromiso con las problemáticas que viven nuestros vecinos y vecinas migrantes, gitanas, racializadas. Invitamos tanto a la ciudadanía como a los y las integrantes de Zaragoza en Común a que se dejen afectar y contagiar por la fuerza feminista, que la hagan suya, la dialoguen, la nombren. Porque en el intercambio y en el hacer comunidad está nuestra potencia. Construyamos entre todos y todas, en el cotidiano de nuestros pueblos y ciudades, el dique necesario contra el fascismo, sin rendirnos nunca.
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