Plaza de San Cayetano
En la Plaza de San Cayetano o del Justicia en Zaragoza. Con un cuaderno y un boli. Llegan dos grupos de escolares con sus profes y les explican cosas ante la fuente y la iglesia de Santa Isabel de Portugal, fabulosa portada boquiabridora que pasma a los turistas hasta el punto de hacerle una foto.
El Colegio Notarial, su artesonado único, ¿qué harán ahí los notarios sino pensar en las falsas y buhardillones del colegio de los Labordeta? La calle del Buen Pastor, donde estuvo ese colegio que daba por un lado al Mercado Central y por el otro a la plaza. En ese vetusto edificio hay un centro oficial de formación e innovación del profesorado. De esas buhardillas de la infancia de José Antonio Labordeta salieron los Cuentos de San Cayetano (Xordica), los poemas de Miguel, la banda de alegres desesperados del Niké que recreó Antonio Ibáñez en Miguel Labordeta. Poeta violento idílico (1921-1969). Releo y revivo El corazón desbordado, edición de Antón Castro de cartas de Julio Antonio Gómez, poeta, traductor, editor.
La casa donde vivió José Martí. Esquina a la calle La Virgen, el bar El Picadillo, donde jugó y tal vez juega al guiñote el equipo de Eloy Fernández Clemente en la última prepandemia; siempre Eloy por calles y plazas y libros y por todas partes, Eloy. Carmelo Romero, Ramón Salanova, tantos amigos. La brevísima calle de La Virgen da a Prudencio, el que glosó a los mártires innumerables, y a La Campana de los perdidos.
El lunes una campana del Pilar estuvo tañendo media hora, tristísima, tenue cadencia. Fue un fallo técnico (también cayó una piedra de dos kilos de una de las torres) pero por un rato parecía el largo anuncio del fin del mundo.
Los escolares se van con sus profes y cae una tromba de agua. Algo es algo.
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