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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

Ofendiditas

Manifestantes en la huelga feminista del 8M en Madrid

Barbijaputa

¿De qué se reirían los hombres y los cómicos españoles en un mundo igualitario?

Si tenemos en cuenta que ahora mismo hacen caja con el racismo, con el machismo y con todos los elementos que hacen que una persona viva discriminada, resulta difícil imaginárselo.

Lo tendrían difícil, porque con el poder y lo que le gusta al poder no se atreve ninguno, y menos después de que la derecha fundiera a boicots y le retirara patrocinios a Dani Mateo por sonarse los mocos en una bandera. El ejemplo perfecto y más reciente es el anuncio de Campofrío, que ni rastro de banderas o de la Iglesia. Han aprendido la lección al dedillo. Total, si será por temas a los que hacer alusión para disfrazarse de transgresores.

No es que teman que los maten, como sí podría pasar en el caso de que se sonaran vía TV los mocos en la bandera del ISIS. Temen perder patrocinios. Los de arriba temen perder pasta, por eso se atreven a financiar sólo “humor” con lo socialmente aceptado: contra los de abajo, los ya jodidos. ¿Qué poder tienen las personas ya jodidas?

A las que denunciamos que el humor es un elemento más de la opresión y combustible para que siga habiendo gente oprimida se nos llama “ofendiditas”. Es lo único que pueden llamarnos en realidad: personas ofendidas. Pero así queda soso, así mejor en diminutivo, para intentar ridiculizar una postura completamente legítima y que, de hecho, pretende que pare la discriminación.

A ellos, a los cómicos con los bolsillo bien llenos, tú los puedes llamar racistas o machistas por crear contenido racista u machista, sí, pero el verdadero problema lo tienes tú: la “ofendidita”. La que recuerda que el humor, como el lenguaje, es un vehículo del pensamiento, y fomenta roles y tópicos que hace que se genere violencia contra ti.

¿De qué se reirían estos hombres si no hubiera módulos de opresión?

Lo tendrían jodido, porque además de perder cuota y presencia en favor de todos esos grupos que ahora no ves haciendo humor (precisamente por pertenecer a grupos discriminados), estos hombres no tendrían temas. Son los primeros interesados en que no se avance demasiado en visibilización de colectivos oprimidos, porque lo que más temen es que le vayan quitando áreas de donde rascar chistes: como le pasó a Martes y Trece hace años con bromear en televisión sobre mujeres maltratadas. Ese es un tema que ya no pueden tocar, con la de buenos chistes que hay. O como le pasa a Arévalo con los chistes de “mariquitas”. Ya no se puede ser tan directo ni tan obvio, ahora hay que dar mil vueltas para meterse con ellos. Que sí, que se puede hacer, si lo piensas bien y disimulas, pero ya no es lo mismo. ¡Censura!

¿Qué pasaría con estos cómicos y estas marcas que pagan a esos cómicos si se sigue avanzando en derechos sociales y en visibilización de grupos discriminados? Por favor, vamos a tener cuidado que, como dice Antonio Latorre, el humor es lo único que tenemos y no nos lo pueden quitar. “Su” humor. Ese que jamás les roza ni por asomo.

Generan así la idea de que hay gente que pretende hacer de este mundo un funeral. Un lugar donde nadie se ría. Donde nadie sea feliz. Dan cancha así a la idea preconcebida de que las “ofendiditas” somos amargadas incapaces de hacer humor o de vivir felices. Como si no existieran personas que se dedican al mundo de la comedia que se ríen de los de arriba o de ellas mismas... no las verán en un anuncio de Campofrío, eso sí). 

El anuncio de Campofrío es un intento de humillación a los de abajo por parte de los de arriba para que ni nos quejemos de cuál es su aportación a la sociedad. Porque sí, aportan, y tienen una responsabilidad, como cualquier persona que tiene un altavoz. Pero sólo quieren la parte buena del altavoz: la de recibir elogios y risas. La parte en la que le dicen “perdona, nos están matando” no les mola. Hacen chistes contra colectivos que defienden los derechos humanos, pero no quieren ni oír ni hablar de que están entorpeciendo su labor y normalizando la violencia esos colectivos intentan paliar. Ahí se ofenden. Y mucho.

Es decir, esta gente se ofende por algunas reacciones a su “humor”. Se enfadan mucho. El mismo Broncano, que sale en el anuncio de marras también, tiene un vídeo que rula mucho por redes, donde dice, algo molesto: “si no te gusta un chiste, te jodes”. Vaya, Broncano, no te ofendas. No te enfades. Hay que aceptarlo todo bien, hombre, no me seas “ofendidito”. A ver si las demás no vamos a poder decirte que tu humor es plano, previsible y rancio. ¿No queremos preservar la libertad de expresión? 

Para todo lo que se ofenden los cómicos, ¿cómo es que la fama de“ofendiditas” la tenemos las demás? Qué cosas. Hay muchos ofendiditos en el mundo de la comedia, muchos. No hace mucho Pantomima Full se quejaba de la izquierda (de toda), y decía que censuramos más que la derecha (poco después Dani Mateo perdía actuaciones por boicots de fachas, pero ya no dijeron nada). Se enfadan mucho los cómicos. Sobre todo los hombres. En realidad es un reflejo de la sociedad: los furiosos son ellos. Como decía Virgina Woolf “parecía dominarlo todo menos la niebla, y aun así estaba enfadado”.

Pero sus enfados son normales, mujer, tranquila. Es normal que se enfaden tanto cuando hablamos con lenguaje inclusivo, en normal ofenderse. Ahí sí, por ejemplo. Como para no enfadarse, es que somos la caterva de lo políticamente correcto. Y muy pesadas. Somos muy pesadas. Todo el día, ahí, intentando que dejen de jodernos la vida. Te dicen algo y claro con esto: hay enfados y enfados. Los suyos están bien, porque lo parapetan detrás de la libertad de expresión, como si las feministas o las antirracistas, por ejemplo, pidieran su cabeza o penas de cárcel por sus chistes. 

Nuestros enfados no están bien. Y como no tienen demasiados argumentos para justificar que nuestro enfado no es legítimo, nos intentan ridiculizar con el “ofendiditas”. Y ahora da risa pelear por una causa, es ridículo, al parecer. Eso se consigue con el “humor”: modelar mentes. Hacerte creer que si denuncias que un chiste es misógino y perpetúa tu propia opresión, tienes un problemón (además del problema de base: que estás oprimidas, claro). 

Pues yo soy una “ofendidita” orgullosa de serlo. Conmigo esta palabra no está teniendo mucho efecto. Me recuerda a cuando nos llamaban “radicales” desde las portadas de los medios durante el 15M. Pues vale. Radical, ofendidita... lo que ustedes quieran, señores. Estoy feliz con estos apellidos de hecho, porque las radicales y las ofendiditas somos cada vez más. Y nos llevamos bien, y construimos en vez de destruir, y hasta nos reímos. Qué cosas. Nos reímos, sobre todo, de ustedes. Esperamos que no se ofendan. 

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