Las desgracias, en esto del PP, no vienen solas. Cabalgan a pares. Si ya era tarea ardua para el PSOE lidiar con el pimpollo Casado, la nada hecha política, resulta que desde hace meses Isabel Díaz Ayuso, la frívola y pueril presidenta de la Comunidad madrileña, ha decidido que con un único sopapo sacude la cara a su propio jefe de filas, el solo hecho de opinar sobre política general ya es un agravio para su superior, y alcanza, además, el rostro de Pedro Sánchez, su auténtica bestia negra. Tanto le da a la lideresa tabernaria que las empresas que promueve sean importantes o pura vacuidad, que ella es un espíritu libre y se mueve por los aires de la contaminación madrileña como una anti-Campanilla, tilín, tilín, vuelta y vuelta, grácil y gentil. Pero venenosa.
Ahí está por ejemplo su decisión de llevar al Gobierno ante el Supremo por el reparto de nueve millones de los primeros fondos europeos a algunas autonomías, una cantidad cuasi insignificante, pero sirve para armar bulla, que es de lo que se trata. Una denuncia espuria, como tantas otras, que según los expertos jurídicos tiene escaso futuro. Al ataque desaforado no han tardado en sumarse el PP nacional, el del pimpollo, siempre a rastras de la política que le marquen, y otras comunidades o alcaldías que se han subido al carro festivo de patear al Gobierno, esparcimiento siempre muy entretenido.
Aún tuvo tiempo la dirigente madrileña de aparecer para criticar con impostada dureza, tan característica de su blandenguería innata, las nuevas cuotas de autónomos propuestas por el Gobierno. Los voceros de la Puerta del Sol avisaron inmediatamente a sus abundantes terminales mediáticas, periódicos, radios y televisiones para recoger sus enjundiosas opiniones. Permitan al Ojo que muestre su sorpresa ante semejante despliegue de los reporteros porque desconocíamos los muy documentados conocimientos sobre esta compleja materia de la presidenta madrileña. ¿Acaso la señora es, verbigracia, experta en tributación, en derecho laboral o saberes semejantes? Entonces, si nada sabe de este asunto, ¿a quién importa sus juicios sobre dicha materia, qué justificación periodística tiene esa amplia cobertura de sus inanes palabras, aquello de boca de ganso?
Más enjundia tiene el obligado control de los fondos europeos. Es tal el volumen de esa lluvia de euros, superior a los 100.000 millones, es tan importante su llegada para el futuro de España, todas sus comunidades y sus habitantes, que atinar en su distribución se merece muchas horas de discusión y sería justo y necesario que el Gobierno, el gran repartidor, trabaje hasta la extenuación para engrasar con las administraciones varias, autonomías o alcaldías, así como con el resto de partidos un sistema lo suficientemente fluido y consensuado entre todos que evite las broncas diarias y las acusaciones falsas o verdaderas de favoritismos gubernamentales hacia unos u otros. Ese delicado ajuste de la función adjudicataria, cuánto para ti, comunidad del PSOE o del PP, Esquerra o PNV, alcaldía de HB o independiente, ha de hacerse por pura obligación democrática, que en ello nos va el futuro político, económico, social. Nos jugamos una vida mejor para todos los ciudadanos, no solo para los privilegiados de siempre. Por eso es tan importante limpiar de cualquier adherencia ese mecanismo. Justo y transparente, así debe ser y así deben percibirlo en cualquier esquina de España.
Así que no se trata de tener todo ese cuidado exquisito ante las sucias maniobras de la reina de las tabernas o tal o cual cargo o carguillo del PP, que bien poco se puede esperar de su colaboración honesta. Griten y rabien, que su histeria importa un ardite. Aún tiene en la mano el Gobierno la posibilidad de adelantarse a los truhanes y fulleros exigiéndose a sí mismo, por puro convencimiento y sentido del deber, un rigorismo y una intransigencia intachables en el ente que haya de vigilar la distribución del maná ante posibles errores o fáciles tentaciones de ayudar al amigo.
Adenda: Cuenta el Gobierno de Pedro Sánchez con dos cañones Berta para asegurarse la credibilidad de sus acciones ante los españoles y los dos son mujeres. Ponga en marcha el presidente el organismo supervisor que considere oportuno, y señale como responsable a una de ellas. Guárdese Sánchez si gusta a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz para otros empeños -sellar la reforma laboral o fijar el nuevo salario mínimo, ahí es nada- y elija para esta misión de vigilancia en el reparto de los fondos a la vicepresidenta Nadia Calviño. En Bruselas se bendecirá su presencia con un sonoro suspiro de satisfacción. Impecable es también su imagen seria y cabal para los ciudadanos, que ni los más rojos del lugar, en el Gobierno o fuera de él, aquellos que tuercen el gesto cuando se menciona su nombre por sus querencias bruselenses, van a atreverse a dudar de la integridad y rigor de la vicepresidenta.
Una encuesta rápida. ¿Quién cree usted que tiene mejor formación económica, Nadia Calviño o Isabel Díaz Ayuso? ¿A quién confiaría usted la administración de sus ahorros familiares, a Nadia Calviño o a Pablo Casado?
Vamos, que entre la rosa y el clavel, la reina es… coja.
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