Todos los domingos, en el boletín ‘Política para supervivientes’, algunas de las historias de política nacional que han ocurrido en la semana con las dosis mínimas de autoplagio. Y otros asuntos más de importancia discutible.
El silencio protege al genocidio de Gaza
'La voz de Hind' es la película que ha conmovido al Festival de Cine de Venecia con su historia de la niña palestina de cinco años que murió asesinada por soldados israelíes junto a su familia en el interior de un vehículo en Gaza. Es una más de los 17.000 niños y adolescentes que han perecido bajo el fuego israelí desde 2023. Conocemos su nombre y las circunstancias de su muerte porque sobrevivió a un primer ataque y llamó a la Media Luna Roja desde el coche para pedir que la rescataran. “Hind me dijo: 'Por favor, ayúdame. Por favor, ven a rescatarnos. Rescátame”, dijo un primo suyo con el que habló por teléfono.
En la rueda de prensa en Venecia, una de las actrices leyó un comunicado en nombre de todo el equipo de la película: “Detrás de cada número, hay una historia que ya no se va a contar. La pregunta es cómo hemos podido permitir que un niño suplique por su vida. Nadie en el mundo va a vivir en paz si un niño tiene que suplicar por su vida. Queremos que su voz se oiga en todo el mundo. Que no se recuerde el silencio construido alrededor de Gaza. El silencio protege el genocidio”.
Esta semana, los españoles han tenido la opción de responder o no con el silencio ante esta tragedia provocada por el proyecto del Gobierno israelí de borrar a Gaza de la faz de la tierra, un intento respaldado por innumerables declaraciones públicas de corte genocida de ministros y medios de comunicación de ese país. La participación del equipo Israel-Premier Tech en la Vuelta Ciclista a España ha hecho que muchas personas muestren en calles y carreteras un rechazo tajante que por ejemplo impidió que terminara la etapa de Bilbao. Sus responsables han decidido este sábado retirar el nombre de Israel del maillot de los ciclistas para “priorizar la seguridad de los ciclistas”.
Frente a lo que ocurrió con las sanciones a los clubes deportivos y selecciones rusas después de la invasión de Ucrania, la Unión Europea nunca se ha planteado extender esa prohibición a los equipos de Israel. El doble rasero es evidente y no se ha alterado después de la imputación de crímenes de guerra realizada por el Tribunal Penal Internacional.
Como casi todos los demás equipos ciclistas, Israel-Premier Tech (IPT) es una organización privada. No para su principal accionista, el empresario Sylvan Adams, para el que forma parte de una serie de iniciativas deportivas y culturales con las que vender la imagen de Israel. Es también el presidente de la delegación en Israel del Congreso Mundial Judío. Su web dice que “IPT lleva el buen nombre de Israel por todo el mundo”. Él mismo se ha definido como el “embajador honorario de Israel”.
No es que esté interesado en la propaganda, sino que ve su labor como un elemento imprescindible para defender la reputación de su país al que emigró desde Canadá en 2016. “Mi objetivo es ofrecer una imagen distinta de Israel a la mayoría silenciosa, los aficionados al deporte que son apolíticos, aquellos que no nos conocen, pero que, si les preguntas, probablemente tendrán una imagen negativa del país tal y como aparece en los medios de comunicación”, ha dicho.
La suya es una opinión habitual en Israel. Sus problemas no proceden de la ocupación de los territorios palestinos ni de las violaciones constantes de los derechos humanos, sino del antisemitismo que siempre ha existido y de los “tontos útiles”, dijo un mes después del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023.
Las imágenes de la destrucción de Gaza no le conmueven en absoluto. Está convencido de que los únicos problemas de Israel provienen de la comunicación, como si fuera un asunto de relaciones públicas. Sostiene que “Israel está fracasando en la guerra de comunicación” contra Hamás por culpa de los medios, mientras que en el plano militar “hemos hecho milagros con cosas que parecen de ciencia ficción”. En otras palabras, apoya lo que está haciendo el Gobierno de Netanyahu en Gaza.
Parece que Adams piensa que hay una forma de 'vender' las virtudes de una guerra de aniquilación que no es sólo contra Hamás, sino contra todos los habitantes de Gaza. Desde octubre de 2023, han muerto 66.700 palestinos. Suponen algo más del 3% de la población anterior de Gaza. Si en España una guerra hubiera matado a un porcentaje similar de personas, el número de víctimas superaría el millón y medio.
Sólo a una minoría le repugnan estas cifras en Israel. El 64% de los israelíes no cree que haya inocentes en Gaza, según una encuesta de mayo. Ese porcentaje es mucho mayor entre los israelíes judíos, porque el 92% de los ciudadanos palestinos (que son en torno al 17% de la población total) rechazan esa idea genocida.
Hemos oído estos días las habituales referencias a que es necesario separar el deporte de la política. Los ejemplos de lo contrario son innumerables, en especial en las grandes citas de selecciones. Los equipos nacionales son representantes de todo un país. Es innegable que una victoria en un Mundial de fútbol o en unos Juegos Olímpicos, al igual que su organización, cuentan con un gran impacto social y a veces político. Es por eso que Sylvan Adams cree que es tan importante que su equipo ciclista participe en las mejores pruebas del mundo.
Si ha habido alguien que lo sabe han sido las dictaduras, conscientes de que un acto deportivo internacional es una forma excelente de intentar cambiar su imagen. El ejemplo paradigmático es el de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Siempre receloso de cualquier cosa definida por su internacionalismo, Hitler no estaba al principio muy interesado en ellos hasta que Goebbels le convenció de su gran valor propagandístico. Los nazis presentaron los Juegos como una forma de mostrar al mundo la fuerza física y la superioridad de la raza aria. Los alemanes judíos ya habían sido expulsados de clubes y competiciones deportivas, incluidos los que habían sido campeones en sus disciplinas.
Hubo un intenso debate en EEUU sobre si el país debía boicotear los Juegos de 1936. Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Americano y años más tarde presidente del COI, lo descartó con un argumento que también escuchamos estos días. Afirmó que la política no debería inmiscuirse en el deporte: “Los Juegos Olímpicos pertenecen a los atletas y no a los políticos”, dijo en 1934. Ese año, visitó Alemania y salió de allí diciendo que los deportistas judíos eran bien tratados en Alemania, lo que era evidentemente falso, y que debían celebrarse en Berlín, como estaba previsto. Un año después, al intensificarse el debate, dijo que existía “una conspiración judío-comunista” para impedir que EEUU participara en los JJOO.
Los que afirman que hay que separar siempre y en todo momento la política del deporte no sólo ignoran la historia, sino que ahora muestran una falta de sensibilidad que roza el racismo al desdeñar o denunciar las protestas contra un genocidio. Al menos, deberían echar un vistazo a lo que ha dicho Netanyahu esta semana: “Sylvan y el equipo ciclista de Israel están haciendo un gran trabajo al no rendirse ante el odio y la intimidación. ¡Israel está orgulloso de vosotros!”. Él sabe muy bien que es esencial políticamente que Israel-Premier Tech siga llevando el nombre del país por el mundo.
Israel se ha convertido progresivamente en un paria internacional. Hasta en EEUU un 58% apoya el reconocimiento de un Estado palestino (un 33% se opone), un dato que hubiera sido impensable hace unos pocos años. Un 65% de los alemanes se muestra a favor de la decisión del Gobierno de su país de aplicar un embargo parcial de armas a Israel.
No puedes permanecer callado ante la destrucción deliberada y sistemática de un territorio donde antes vivían dos millones de personas con la intención de que se convierta en inhabitable. Un acontecimiento deportivo no puede ser más importante que 17.000 menores asesinados. No puede ser más importante que 21.000 menores mutilados. El silencio es una forma de proteger esa carnicería.
39