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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Miles de muertos después, seguimos temiendo al Ebro

Cerdo superviviente a la riada del Ebro. Villafranca de Ebro

Concha López

El mensaje de alerta se extendió entre el 12 y el 13 de abril. La riada del Ebro amenazaba con ser incluso peor que la de 2015. El infierno comenzaba de nuevo. Hace tres años miles de animales murieron ahogados, abandonados, hambrientos... Las cifras oficiales superaban los 9.000, las organizaciones animalistas hablaban de unos 12.000. Lo ocurrido entonces sirvió para que esta vez en apenas unas horas se movilizaran decenas de activistas con un único objetivo: impedir una nueva tragedia. De nuevo el temor, la rabia, la tristeza y la indignación se mezclaban en los múltiples mensajes que empezaban a circular por las redes sociales.

El debate es muy viejo, tanto como tiempo lleva el Ebro intentando regresar a su cauce, inundando con cada crecida todo lo que encuentra a su paso y reavivando la polémica. Y el trasfondo es especialmente cruel, una tortura añadida por el agua a miles de animales condenados al matadero desde que nacen, una vida de explotación que en miles de casos ha acabado de forma especialmente agónica.

Los activistas que se movilizaron en las zonas afectadas empezaron de forma inmediata a enviar mensajes que hacían temer lo peor: acercándose a las áreas anegadas ya veían animales perdidos o abandonados a su suerte: caballos, perros, gatos... Después fueron localizando las explotaciones ganaderas anegadas, algunas evacuadas, otras con los animales aún dentro, viendo cómo el agua les cubría cada vez más, sabiendo lo que eso suponía, tratando de estirarse para respirar, metiendo la cabeza por cualquier recoveco que pudiera ser una salida, desesperados. Imágenes dantescas empezaban a circular.

Sejo, bombero de Zaragoza y voluntario en El Hogar Animal Sanctuary, avanzaba que los muertos podían ser de nuevo miles porque, aunque gracias a las labores de prevención no eran muchas las granjas que habían quedado sin evacuar, algunas eran muy grandes, con muchos animales en su interior. Otras más pequeñas, que pasan más desapercibidas, también sumarían decenas de víctimas, así como las fincas y huertos en los que había animales domésticos afectados. Es verdad que la crecida se preve con apenas unos días, explicaba, pero también lo es que el fenómeno es cíclico y conocido, han sido siete riadas en los últimos 26 años. Después del 2015 se agilizaron los métodos de alerta y esta vez en todos los casos, aseguraba tajante, “ha habido tiempo suficiente para reaccionar”. “No tendría por qué haber muerto ningún animal”, aseguraba.

En muchos casos, explicaba Sejo, los ganaderos “no se dejan ayudar”, y no solo eso sino que intimidan a los voluntarios que se ofrecen para evacuar a los animales de forma altruista. De nuevo con esta crecida hemos comprobado la evidencia: en la ganadería, los animales son productos, mercancía, y su muerte por causa mayor puede ser más rentable, seguro mediante, que evacuarlos sin garantías de que después de todo puedan ser vendidos. Los ganaderos lo niegan, pero bomberos como Sejo lo denuncian, y también responsables de la Unidad Militar de Emergencias. A uno de ellos se le escucha reconocerlo en este vídeo:

Parte del problema, según Sejo, es que las autoridades avisan de la situación y ordenan el desalojo de las explotaciones en zonas inundables, pero no se supervisa que esa orden se cumple, y la norma general es que los intereses del propietario de los animales se anteponen a las vidas de esos animales. Con ese escenario, los rescates “oficiales”, por ejemplo los de los bomberos de la Diputación de Zaragoza, se centran en animales “domésticos”, mientras que los “de granja” solo se salvan gracias a la movilización de voluntarios.

Esa movilización ha tenido nombre propio: la Brigada de rescate, formada espontáneamente en 2015 para organizar a quienes querían ayudar. En aquel momento tuvieron muy poco tiempo para reaccionar, pero la red se mantuvo activa y eso ha permitido que esta vez las acciones preventivas evitaran la muerte de muchos animales. Quienes ofrecían su ayuda eran incluidos en un grupo general de WhatsApp y en otro específico en función del área en la que mejor podían actuar: Rivera Alta, inmediaciones de la capital y Ribera Baja, cada zona contaba con su propio equipo de trabajo.

El equipo general, además de canalizar los avisos y las ayudas, distribuyó listados de posibles acogidas, materiales y especialidades (quién disponía de un vehículo todoterreno o de transporte para équidos, por ejemplo). En el grupo general ha habido hasta 250 personas de toda condición y profesión: bomberos, agricultores, profesores, abogados, administrativos... Pero, algo llamativo, solo un veterinario titulado movilizado en la Brigada para ayudar a los animales rescatados, lo cual da qué pensar sobre el peso que la producción animal tiene en sus estudios, en detrimento del objetivo que se supone prioritario de salvar vidas.

La Brigada ha salvado a unos doscientos animales, entre ellos caballos, burros, perros, gatos, gallinas, conejos, cerdos, ovejas, cabras... Siempre teniendo en cuenta su etología y valorando el estrés que les supondría su captura y traslado frente a la situación de riesgo. Por ejemplo, en el caso de gatos ferales que se encontraban a suficiente altura se optó por llevarles agua y comida en vez de capturarlos. Sin embargo, ha habido excepciones, como el caso de una gata que parió en un lugar considerado peligroso y que fue evacuada junto a sus pequeños. Solo 24 horas después el lugar estaba bajo el agua, y ella en una casa de acogida demostrando su cariño a la espera de una familia definitiva.

Al margen de la Brigada también han sido rescatados decenas de animales por parte de activistas que se han movilizado en pequeños grupos para rescatar perros, gatos, caballos, burros, corderos, cerdos, gallinas... Saben, sin embargo, que cientos de animales no se han podido salvar. Aún no hay cifras oficiales, y cuando las haya serán aproximadas dado el alto número de animales no registrados.

En algunos casos los animales no han podido ser salvados porque han sido condenados intencionadamente a una muerte agónica, encerrados en lugares en los que era imposible que pudieran sobrevivir. Los activistas han encontrado a quien ha respondido favorablemente a la oferta de ayuda para evacuar a sus animales, pero también se toparon con una pequeña granja en la que los animales habían muerto ahogados con el pestillo cerrado por dentro. Algunos cadáveres estaban ya en el esqueleto, prueba de que el maltrato ha sido continuado, y prueba también de la escasa o nula supervisión por parte de las autoridades.

Jaio, una superviviente para no olvidar

Dos de esas activistas se toparon con el horror antes de llegar a su destino final. Iban hacia la zona más afectada según los mensajes que habían recibido, pero pararon cerca de Gallur, donde pudieron acceder al interior de una granja y documentar lo que vieron allí. El agua ya había hecho estragos y tuvieron que dejar el coche a más de un kilómetro y medio y acceder a pie. No contaron con la dureza del regreso, cargando con una cerdita rescatada a la que sacaron en brazos, turnándose para llevarla hasta el coche deteniéndose lo menos posible en el camino. Apenas tenía unos tres meses pero ya pesaba más de 25 kilos. Es lo que pasa cuando la industria busca el mayor beneficio en el menor tiempo posible. Exhaustas, gestionaron desde el coche la visita al veterinario para la mañana siguiente.

La pequeña cerdita no apoyaba una de las patas traseras, según el veterinario por un aparente problema muscular, quizá debido a un fuerte golpe. Pero lo más preocupante era la infección en los pulmones y el líquido acumulado en la pleura, algo muy doloroso y que genera fiebre, lo cual explicaba su inmovilidad. Jaio, ‘nacer’ en euskera, estuvo ingresada 48 horas para recibir tratamiento intravenoso, y después fue trasladada al santuario Gaia, con cuyos responsables se había acordado el acogimiento desde el primer momento. Ellos se hicieron responsables de los gastos veterinarios y del transporte, y su mejoría al sentirse libre ha sido un bálsamo en medio del infierno.

El eco mediático de las imágenes captadas por los activistas hizo que incluso la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) denunciara públicamente la “irresponsabilidad inaceptable” del propietario de los animales de la granja de Villafranca, denuncia formalizada por el Seprona, según anunció la propia Guardia Civil. Esa respuesta da la razón a quienes reclamamos un protocolo de evacuación de animales en caso de emergencia o catástrofe natural. Florent Marccellesi, eurodiputado de Equo, ha llevado lo ocurrido a las instituciones europeas, Podemos e Izquierda Unida han presentado iniciativas en las Cortes de Aragón, y Pacma sigue reiterando la urgencia de ese protocolo.

Quienes han estado sobre el terreno han visto cientos de cadáveres apilados, han sostenido miradas desesperadas que mezclaban un infinito reproche y una petición de auxilio gritada sin palabras, han escuchado mugidos de pánico y lamentos de agonía, se han arrodillado para acompañar los últimos estertores de supervivientes de la riada que no pudieron superar el agotamiento. El único alivio posible es hacer visible ese horror. Las imágenes de los muertos nos impedirán olvidar lo ocurrido, y la nueva oportunidad de los rescatados nos obligará a seguir luchando por todos sus congéneres. Seguiremos luchando por el fin de la explotación de los animales, y a corto plazo por no añadir más tortura a su ya infernal existencia, es decir, que los centros de tortura no se puedan ubicar en zonas inundables y que los propietarios legales de esas vidas no puedan cobrar el seguro sin demostrar que hicieron todo lo posible por salvarlas.

Nuestra voz y la de quienes luchamos contra esta explotación se escuchará el próximo sábado, 5 de mayo, a las 18 horas, frente a la Diputación General de Aragón, donde se ha convocado una concentración para pedir leyes de protección animal y planes de evacuación, y para expresar la repulsa por los animales abandonados y muertos en las riadas del Ebro. Miles de muertos después, nuestra voz no callará.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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