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El chantaje de la eternidad

Gara Santana

La muerte es horrible. Más por lo que esconde que por lo que sabemos y ahí está la primera trampa en la que hemos caído estos días. Imbuidos como estamos en una sociedad que arrastra en su mentalidad la resaca judeocristiana de la culpa y el tabú pagano de la maldición, hemos sin hablarlo convenido que desearla nos hace indeseables y que alegrarse cuando le sucede al otro nos resta humanidad.

El shock que deja cualquier muerte es mérito de la muerte en general. Cuando nos hablan de una nos hablan de todas y pareciera que de repente las varas de medir con la que juzgamos ya no fueran de este mundo sino del siguiente.

He leído a un columnista citar a John Donne para criticar que Podemos se ausentara del minuto de silencio en el Congreso a Rita Barberá y es curioso porque precisamente antes de leerle yo le iba a citar para justificarlo. “La muerte de cualquier hombre me disminuye” No la que la Derecha quiera. No la que la presidenta del Congreso decida sin consenso del resto de fuerzas parlamentarias y en un acto sin precedentes en la historia de la Cámara Baja. En este país ya es costumbre llorar solo los muertos de la derecha mientras los de la izquierda se pudren en las cunetas. La muerte de los hombres y mujeres de Izquierda me disminuye también. Me disminuye el gobierno de un país que usa la muerte de una mujer como chantaje nacional y no para llorarla sino para aprovechar la eterna conmoción de la muerte misma para noquear el sentido común y el normal funcionamiento de la Justicia. Me disminuye que un minuto de silencio tiña de olvido la hipocresía que- ellos sabrán- ha desdibujado el compañerismo dentro del Partido Popular.

Pero sobre todo me disminuye pensar en el tiempo histórico y ver, dentro de unos años, con esa forma tan fría e implacable que suele tener el futuro de juzgarnos, pensar en las personas que quedaron retratados de pie en la casa del pueblo rindiendo homenaje a una persona que a esa casa y a ese pueblo faltó el respeto en vida y no pude evitar acordarme de Arias Navarro llorando en televisión por la muerte de Franco y lo que para mí representa ese gesto político que dura menos de un minuto.

Claro que la muerte de Rita Barberá me disminuye y que sé bien cómo lo está pasando su familia y amigos y lo siento. Pero no he perdido el juicio ni la perspectiva: no serán los periódicos de ayer los que nos juzgarán sino la Historia.

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