Diez días para dejar morir uno de los últimos pulmones verdes de Las Palmas de Gran Canaria

Charcas de San Lorenzo

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Una semana y media de vida aproximadamente le queda a la última charca con agua de San Lorenzo, en Las Palmas de Gran Canaria. Este gran parque agroambiental, integrado en el Paisaje de Pino Santo, es uno de los más grandes de Gran Canaria y el orgullo de las administraciones públicas, pero está a punto de morir sin que nadie intervenga para remediarlo. Es el propietario de ese estanque de barro expansivo -y de otros cuatro más- quien hasta ahora estaba alimentándolo para no dejar que las más de 40 especies catalogadas allí desaparecieran, pero el desinterés y la falta de acción política han hecho que se canse de sostenerlas sin recibir nada a cambio, ni siquiera una llamada telefónica para ver cómo está la situación. Todo ello a pesar del interés manifiesto del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria de querer convertir toda la zona en patrimonio municipal.

Los patos hacen de las paradas de guagua de la carretera que une Tamaraceite y San Lorenzo su nuevo asentamiento. Se encuentran inquietos, buscan refugio cerca de uno de los últimos pulmones verdes de la ciudad. El propietario explica que como tienen problemas a la hora de salir por la gran cantidad de barro que hay en la orilla, los patos han decidido huir de ella y que apenas se ven aves sobrevolando el lugar. Solo una garza real trata de alimentarse en la charca. Los vecinos de San Lorenzo coinciden en que es “una pena” que se deje secar un espacio que ha sido tan importante para la agricultura de esta zona y para el antiguo valle de palmeras de Tamaraceite (Atamarzayt, en lengua aborigen), lo que hoy en día engloba todo el área urbanizada del centro comercial Los Alisios, el barrio de Lomo Los Frailes y Tamaraceite. Los mayores contaban que había todo un ecosistema creado donde abundaba la vegetación. Además de los estanques de barro expansivo hubo una red de canales, acequias, bombas… todo un espacio de agua que hizo que se creara uno de los ecosistemas de avifauna más importantes de Canarias. 

La realidad de este espacio natural ahora es totalmente diferente. Solo queda una de la multitud de charcas que había con agua y es gracias a su propietario, quien destina a esta charca parte del agua de otros de sus estanques para riego de terrenos y la agricultura. Todo con el objetivo de “que se mantengan los animales”. Lo hace desde que adquirió cinco de estos estanques diez años atrás, y cree que a partir de ahora la responsabilidad debe ser del Ayuntamiento o del Cabildo. Incluso, va más allá y asegura que estaría dispuesto a negociar con alguna de las entidades la compraventa de este espacio. Afirma que ellos saben “perfectamente” quién es el propietario pero cree que no hay interés en adquirirlas. “Aquí se podrían hacer cosas preciosas, puede volver a ser un pulmón verde en esta zona de la ciudad”. 

Lo cierto es que en diferentes mandatos el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha puesto de manifiesto el interés por comprar los terrenos de toda esa zona. Hay que remontarse a finales de los años 90 y principios de 2000, con José Manuel Soria como alcalde de la ciudad (1995-2003), y Juan José Cardona como concejal de Urbanismo, para entender el desafío al que se enfrentó este pequeño barrio para defender ese espacio y no dejar que se llevara a cabo un proyecto que desde diferentes colectivos ecologistas se definía como “altamente especulativo”. Los políticos tenían prevista la construcción de más de 500 chalés de alto standing y un campo de golf de 18 hoyos, la gran infraestructura ocuparía todo el espacio protegido. La lucha de los vecinos acabó por desenmascarar el proyecto y nació la alternativa de parque agroambiental que se recoge en el Plan General de Ordenación Urbana desde 2002. 

Tras años de lucha y con el objetivo de hacer un gran parque ecológico sobre la mesa, la zona se fue deteriorando sin que nadie se preocupara por ella. Las charcas se llegaron a convertir en un vertedero incontrolado por la falta de vigilancia y de mantenimiento por parte de las autoridades. Hace unos años los vecinos llegaron a denunciar que por las noches se descargaban escombros, electrodomésticos, muebles viejos… Además, la zona era usada por jóvenes para hacer actividades ilegales como el trial o motocross.  Hace aproximadamente 10 años, cinco de las charcas fueron compradas por el propietario que ha mantenido una de ellas con agua hasta la actualidad. Junto a ellas tiene algunos terrenos agrícolas y estanques que “han devuelto el color verde al Valle de San Lorenzo”, alardea. Cansado de que la administraciones no se preocupen por la zona y por la gran cantidad de aves que anidan allí, ha decidido dejar que la charca se seque. “No puedo estar asumiendo este gasto siempre”, lamenta. 

Cuando apenas quedaban unos meses para que finalizara el anterior mandato (2015-2019), la concejala que dirigía el área de Sostenibilidad, Pilar Álvarez, se reunió con los vecinos de San Lorenzo para conocer a fondo el proyecto del parque agroambiental. En aquel momento, la ya exconcejala,  explicó que su intención era plantearle al jefe de servicio de Medioambiente la rehabilitación y la reutilización de las charcas. Aseguró que le parecía un proyecto “bastante interesante” pero durante su paso por el Ayuntamiento no se llegó a hacer nada por este espacio. 

El pasado mes de diciembre el concejal de Urbanismo de la ciudad, Javier Doreste, afirmó que el Consistorio quería comprar las Charcas de San Lorenzo. Incluso llegó a adelantar que ya se habían iniciado las primeras conversaciones con uno de los propietarios. Han pasado algo más de siete meses desde entonces y el dueño de cinco de ellas asegura que él no ha recibido ninguna llamada mostrando interés por sus charcas. Desconoce cómo está el proceso, pero considera que desde la administración deberían tener como prioridad la que aún tiene agua. Con este último estanque al que, según el propietario le queda en torno a una semana y media con agua, desaparecerán las más de 40 especies que conviven en la zona, como el chortilejo chico, las subespecies de anátidas, las gacetas, garzas reales, los cernícalos o las aguilillas, algunas de ellas en peligro de extinción.

En declaraciones a este periódico, Doreste asegura que la intención del Ayuntamiento es comprarlas el próximo año y será a partir de ese momento cuando estudiarán la posibilidad de crear el parque agroambiental demandado por los vecinos, “manteniendo siempre que sea una estación de paso para las aves”. Asegura que en estos momentos la responsabilidad de llenar la última charca es del Cabildo de Gran Canaria ya que es un espacio natural protegido. “Deberían hablar con su propietario y buscar la posibilidad de mantenerlas, ya que es no es un sistema de acuífero natural”, afirma el concejal. 

El naturalista y fundador de Azaenegue Naturalistas, Daniel González, cree que se trata de un espacio “con mucho potencial pero difícilmente recuperable”. El problema radica, según González, en que se han ido abandonando al mismo tiempo que la agricultura en toda esa zona. “Lo ideal sería recuperar toda la infraestructura hidráulica que hay alrededor, de ser así si llueve un poco cada año las charcas recogerían agua”, sostiene. Unas manifestaciones con las que coincide el director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, Pascual Calabuig. Insiste en que la zona “es una maravilla” para ver aves y recuerda que desde el centro que dirige llegaron a poner agua a algunas de las charcas cuando se enteraban que habían algunas especies que estaban criando allí y no debían dejarse morir por sequedad, pero fueron episodios “muy puntuales”.  

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