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Mini Transat 2023. Aventura Transatlántica con escala en La Palma

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El pasado 10 de noviembre llegó a la meta en Guadalupe el ganador de la Mini Transat 2023. Tardó 13 días y 5 horas desde su salida de Santa Cruz de La Palma, el 28 de octubre. El resto de regatistas fue llegando poco a poco a lo largo de las horas siguientes. Esto es una pequeña crónica de la 24ª edición de una regata en la que la isla de La Palma volvió a ser protagonista al acoger por segunda vez la parada intermedia de la prueba.

El escaso espacio de la cabina del barco se llenó de un sonido estridente. Habían pasado otros veinte minutos. Frédéric se incorporó sin sobresaltos con un leve escozor en los ojos. Salió a cubierta y paseó lentamente la mirada por el horizonte que lo rodeaba. No se veía a ninguno de los otros navegantes, solo océano abierto, inmenso, casi infinito. El barco se balanceaba con suavidad sobre un mar rugoso. La luz del día empezaba a declinar. Viento suave y constante. Dirección correcta. Todo en orden. Podía dormir veinte minutos más.

Dominar el sueño es imprescindible en una regata como la Mini Transat en la que se navega en solitario durante algo más de tres semanas. Este control llega a ser asombroso: “Cuando cojo el ritmo, a los dos o tres días, ya no pongo el despertador y me despierto automáticamente. Aunque cuando estás agotado, hay que ponerlo, si no, no te despiertas”, cuenta Frédéric. Un mínimo de cuatro horas cada día divididas en franjas de veinte minutos. “Si no se quieren correr riesgos, no hay que dormir más de veinte minutos. Hay cargueros que avanzan deprisa y puedes no verlos veinte minutos antes y veinte minutos después están sobre el barco”. El momento elegido suele ser las últimas horas del día o durante el alba, siempre con luz natural. Dormir menos puede provocar una pérdida de facultades. Djemila dice que se tiene que obligar a dormir. “Si no estás lúcido como para tomar decisiones o hacer maniobras de forma acertada, empiezas a romper o hacer tonterías”. Se pueden llegar a tener alucinaciones sonoras o visuales. “Hay gente que oye ruidos o personas estando solas en el barco. Incluso hay quien ve a otras personas. Eso es el cerebro que está cansado”.

La Mini Transat consiste en atravesar el Atlántico en solitario con un pequeño barco clase Mini (6,5 metros de eslora) y con unos medios de comunicación limitados a una emisora de radio VHF con un alcance de 30 km y a un boletín diario con información meteorológica e información sobre la distancia respecto a la meta de cada uno de los regatistas. 4050 millas marinas (7500 km) de grandes esfuerzos físicos y alta tensión emocional. “A veces no sabes dónde están los demás, el océano es muy grande y es difícil mantener la concentración durante tantos días cuando no ves a los otros”, dice Djemila. Es una prueba que se celebra cada dos años con salida de un puerto francés, parada en medio del Atlántico y llegada al Caribe. Una travesía atlántica durante los meses de septiembre y octubre aprovechando un régimen de vientos favorable. El mar calmado y el soplo de los alisios de Este a Oeste hacen que este recorrido sea factible.

Djemila Dassin y Fréderic Bach compiten en la categoría serie de la Mini Transat. Barcos construidos en serie con unos requisitos técnicos muy restringidos. Los barcos de la otra categoría en competición, la prototipo, miden también 6,5 metros, pero son algo más laxos en cuanto a las condiciones (medidas de mástil, de la quilla...) e introducen innovaciones técnicas y tecnológicas que luego son reutilizadas en otras categorías. Barcos pequeños, pero competitivos, versátiles, rápidos. En la regata de 2023 compitieron 59 barcos en la categoría serie y 31 en la prototipo, el 70% con bandera francesa. El resto eran belgas, italianos, españoles… De los 90 regatistas, 14 son mujeres.

Regatas como la American Cup, Volvo Ocean Race, Vendée Globe, Golden Globe o Jacques Vabre superan a la Mini Transat en presencia en los medios y por mucho, en presupuesto. El prestigio de la Mini Transat viene dado por lo que representa, por su idea fundacional: una carrera que esté al alcance de todos. El inglés Bob Salmon la creó en 1977 con el objetivo democratizar unas competiciones que se estaban volviendo cada vez más caras e inasequibles. De hecho, la regata fue apodada al principio la “trasatlántica de los pobres”, lo que da una idea del elitismo del mundo de la vela. Frédéric se compró su primer barco clase Mini por 5000 euros. Estaba en mal estado y tuvo que rehacerlo completamente. Con él hizo su primera Mini Transat. Al terminar, lo vendió por 30000 euros. Para la regata de 2023 se hizo con un clase Mini nuevo que costó algo menos de cien mil euros. Los barcos nuevos de categorías superiores son mucho más caros: un bote de la clase 40 (12,19 metros) cuesta más de medio millón de euros. Los IMOCA (18,3 metros) llegan a costar más de 4 millones de euros. Ambas categorías participan en la Transat Jacques Vabre, una travesía del Atlántico sin paradas. Para los IMOCA está pensada la Vendée Globe, una regata que hace la vuelta al mundo sin paradas, también en solitario.

En sus inicios fue considerada un asunto de locos debido al riesgo que suponía salir a mar con un barco tan pequeño. Hubo varios desaparecidos, el último registrado en la edición de 1993. Es legendaria la aventura de Steven Callahan, que estuvo a la deriva durante 76 días hasta que alcanzó las Antillas en 1981. A fecha de hoy, acumula 24 ediciones y es una prueba bien establecida en el circuito internacional de regatas oceánicas. Ha ganado en interés para las empresas patrocinadoras y ya no es tan amateur como al principio, pero sigue siendo asequible y, ahora, más segura. Siendo una regata tan cicatera en medios tecnológicos, los participantes llevan incorporada una baliza de posicionamiento. Además, los barcos acompañantes, uno por cada seis participantes, velan por la seguridad de los regatistas.

Con el tiempo se ha ido convirtiendo en una especie de rito de pasaje para los navegantes que aspiran a hacer una carrera profesional. Grandes nombres de la vela de las últimas décadas han pasado por ella. Terminarla te certifica. Para Djemila, que hace su segunda Mini Transat, es un objetivo claro: “Yo quiero seguir en el mundo de la regata oceánica. Mi idea es seguir en él y navegar con barcos más grandes”.

Muchos como ella vienen de la vela ligera y tienen su bautizo en las regatas transoceánicas con la Mini Transat. Luego se profesionalizan y pasan a otras más grande y con mucho más presupuesto. Sin embargo, el perfil de los participantes es variado. Fredéric que trabaja en la vela como técnico, no se lo plantea: “No te digo que no salte en algún momento a la clase 40, pero no quiero hacer carrera en la vela como regatista”. También hay aficionados a la vela que tienen trabajos en otros ámbitos: hay contables, banqueros, ejecutivos, empresarios… gentes que buscan el reto, una experiencia intensa.  

Una regata oceánica exige fortaleza mental. Es necesario mantener la concentración para evitar errores y maniobras fallidas. Sin embargo, no se puede controlar todo. En ocasiones, se producen acontecimientos inesperados, sobrevenidos: un choque con un objeto flotante no identificado (en francés han creado el simpático acrónimo ofni), una ruptura de mástil, una caída al agua. Otras veces se dan circunstancias que afectan a toda la regata y que revuelven el tablero. En la primera etapa de la regata de 2023 (Les Sables d’Olonne-La Palma), el grupo delantero, al doblar el cabo de Finisterre (Galicia), decidió orientarse hacia el este siguiendo las previsiones de viento del boletín meteorológico diario. La previsión no acertó y acabaron en una zona poco ventosa. Los que iban detrás, tomaron una ruta más orientada hacia el oeste y el viento les favoreció. En unas horas, los del segundo grupo sobrepasaron a los del primero. Djemila iba en el grupo delantero y llegó a Santa Cruz de La Palma en el 15º puesto de la clase serie. Frédéric iba en el grupo de atrás y acabó 7º.

Esos son los momentos más críticos para los regatistas, los que ponen a prueba su resistencia psíquica. “Estamos con falta de sueño y no hay viento, o estamos mal situados en la carrera y no estamos donde queremos estar. No avanzamos lo suficientemente rápido en relación a los otros. Se pasa muy mal. Yo, esta vez, tuve suerte”, reconoce Frédéric. La única referencia clara de su posición en la regata la tienen cuando dan el parte de la posición de cada barco respecto a la meta. “El peor momento para mí de la primera etapa fue la parte de resultados. Después de cinco días de ir delante, te encuentras en peor posición”, dice Djemila. La fortaleza mental también implica que hay que aceptar las cosas como son. “Eso también es parte del juego, que la méteo cambie y los vientos no estén donde tienen que estar. Las previsiones fallan”.

Otro rasgo destacado de la Mini Transat es la camaradería que reina entre los participantes. Es una prueba donde predomina un ambiente de ayuda mutua, de convivialidad, casi de campamento. Durante las tres semanas que dura la escala intermedia es fácil ver a los regatistas recorrer juntos las pasarelas del pantalán del puerto, llenar las terrazas de la marina, caminar las calles de Santa Cruz de La Palma, visitar en grupo la isla, tomar algo en los bares de la zona nocturna. Foreros de los periódicos digitales locales informaron en tono de reproche de alguna traviesa correría nocturna de grupos de regatistas. La Mini Transat es una experiencia común, un reto compartido. El espíritu comunitario prevalece sobre el hecho de que sea una competición. Una competición que, por otro lado, no tiene premio para el ganador.

En la primera regata, en 1977, participaron 24 regatistas. Partió de Penzance (Inglaterra), hizo parada en Tenerife y llegó a Antigua, en el Caribe. Ese recorrido se mantuvo sin cambios hasta la quinta edición, en 1985, en la que la organización pasó a manos francesas. Desde entonces, la salida se ha hecho desde puertos de Bretaña o del Loira, en la costa nordeste de Francia. La llegada ha ido variando entre diferentes lugares de las Antillas francesas en el Caribe (islas de la Martinica, Saint Martin, Guadalupe) y Salvador de Bahía (Brasil) desde el año 2001 hasta el 2015. La parada intermedia también ha cambiado con frecuencia: Tenerife, Madeira, Puerto Calero (Lanzarote), Sada (Galicia), Las Palmas de Gran Canaria y la isla La Palma.

La edición de 2023 es la segunda en la que la regata hace su parada intermedia en Santa Cruz de La Palma. En la edición anterior, en 2021, la erupción del volcán de Tajogaite hizo que pasara desapercibida para la mayor parte población local. Un volcán que acaparaba todo el interés, llenaba las conversaciones y abatía el ánimo. Erupcionó unos días antes de la llegada del primer regatista. La población no estaba mirando hacia el mar, sino hacia la cumbre, de donde salía una lava que destruía el lado oeste de la isla. Mucha gente descubrió la regata en 2023. La vela es un deporte minoritario en La Palma, pero en la edición de este año se ha notado mucha más repercusión: más visitantes, más prensa local, más eventos culturales, escolares y sociales. Los palmeros empiezan a tomar consciencia de la importancia de la prueba náutica que están albergando en su puerto principal.

Para Djemila, esta parada intermedia es especial porque ella nació en La Palma, en Tijarafe, de padres belgas. También participó en la edición del 2021. “Hace dos años fue un poco un momento complicado porque coincidió con el volcán”. Siente que la gente se interesa cada vez más. “Hay un trabajo muy importante que se ha hecho. A nivel popular yo creo que poco a poco la gente sí se va enterando. A veces voy cerca de mi casa y la gente me pregunta qué tal el barco o cómo ha ido la regata en plan. La gente que le gusta el mar sí se ha enterado. Creo que el hecho de tener una palmera ha hecho que la gente hable de esto. Hay una palmera que participa”.

Como en 2021, la edición de 2023 se celebró en La Palma gracias a la colaboración entre la empresa organizadora de la regata, Versace Sailing Management, y el Real Club Náutico de La Palma. Hubo una participación notable de empresas, voluntarios, la Autoridad Portuaria y el patrocinio de las instituciones públicas. Las posibilidades de que en 2025 la Mini Transat vuelva a hacer la parada intermedia en Santa Cruz de La Palma están abiertas. 

*Djemila llegó a Saint-François (Guadalupe) en la 11ª posición de la categoría serie el 12 de noviembre. Frédéric llegó en la 23ª, 16 horas más tarde, la mañana del 13 de noviembre.

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