Empleadas del hogar, precarizadas y esenciales: “Somos el sector más olvidado, aún con menos derechos”

Fotografía de una empleada de hogar. (Foto: Cáritas)

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Loreta trabaja limpiando las escaleras de una comunidad de vecinos. Lo hace tres veces a la semana por 296 euros, ya que acude unas horas y no llega a media jornada. Tiene contrato, y está a gusto en este empleo, pero le gustaría complementar este trabajo con otro ya que con un hijo de 14 años a su cargo y tantas facturas que pagar no le es suficiente. Sin embargo, la crisis desatada por el coronavirus ha impedido que pueda compaginarlo con el cuidado de una persona mayor, como tenía pensado, ya que “nadie nos quiere ahora en sus casas”. Con estos ingresos no puede solicitar ninguna ayuda, ni el ingreso canario de emergencia ya que percibe un salario por pequeño que sea. A ella en concreto tampoco le beneficia la medida del Gobierno estatal impulsada para que durante este mes las empleadas de hogar puedan beneficiarse de un subsidio de desempleo, algo de lo que siempre han quedado excluidas. Aunque se están dando pequeños pasos y cada vez se avanza más en el reconocimiento de sus derechos, lo cierto es que sigue siendo uno de los colectivos más precarizados. “Somos el sector más olvidado”, asegura. 

Beatriz Naranjo es técnica del área de Empleo de Cáritas en Canarias y encargada de coordinar y asesorar a un grupo de trabajadoras del hogar. Afirma que es muy difícil hacer piña en este sector ya que las mujeres están recluidas en las casas donde trabajan. Subraya la necesidad de seguir avanzando en derechos ya que hasta ahora estas mujeres no han podido cotizar para el desempleo y pueden ser despedidas de un día para otro sin previo aviso. Además, es un colectivo feminizado, con poca formación y muchas veces precarizado, por necesidad económica, por falta de información o por tratarse de migrantes en situación administrativa irregular, que son las más afectadas por la economía sumergida. “El salario estipulado por ley es de 950 euros por una jornada completa y las horas sueltas deben pagarse a 7,40. Las personas que están internas no pueden hacer más de 60 horas y deben cobrar 1.150 euros, ya que la ley contempla que un 33% del salario puede ser retribuido en especias y cómo pueden comer en la casa pueden mantener ese precio”. 

La empleadas de hogar engloban a quienes se dedican a la limpieza, pero también a las que realizan actividades de cuidado, tan importantes para conciliar o para dar calidad de vida a personas dependientes. La técnica de Cáritas explica que cada vez hay más concienciación para dar de alta en la Seguridad Social a estas trabajadoras, pero aún hay que seguir trabajando en ello y en avanzar en derechos. Uno de los aspectos que juega en contra es que el empleador no es una empresa sino una familia, que a veces no puede pagar el salario establecido. La Ley de dependencia tarda mucho en llegar y no cubre todas las necesidades, ni la cantidad de horas que muchas veces necesita a la semana una persona. Por ello, insiste en que debe existir una negociación a tres bandas: con las empleadas de hogar, para que conozcan sus derechos,  con las familias para que conozcan la legislación y cuáles son los derechos de estas trabajadoras, así como con el Gobierno, que considera que debe implicarse en ello. 

Aún se desconocen sus derechos

Naranjo subraya que en general se desconocen muchos de los derechos de este sector, como que estas trabajadoras pueden cogerse vacaciones o que, a pesar de trabajar internas en una casa, deben descansar 36 horas seguidas. También diariamente deben tener dos horas de descanso como mínimo, unas horas de “no presencia” para poder pasear, comer… Así mismo, deben pasar 12 horas desde que estas trabajadoras terminan una jornada y comienzan la siguiente. Si por ejemplo han ayudado con la cena, no deberían empezar hasta las 10.00 de la mañana siguiente. “En un trabajo tuve problemas después de un año y medio para cogerme vacaciones”, afirma una mujer. 

Trabajadoras del hogar consultadas insisten en que las compañeras que están en situación administrativa irregular se encuentran más desprotegidas y que muchas veces se han visto sometidas a abusos por parte de algunas familias o a trabajar internas por 600 euros. Una empleada que ha preferido guardar el anonimato destaca que aún existe discriminación hacia las trabajadoras extranjeras y que ella misma sufrió que se le tratara mal verbalmente por parte de su jefa cuando llegó hace muchos a España. Cuenta que hay momentos en los que se sufre mucho y que cuando no tienes papeles, esto se reduce a no tener derechos. “He tenido que aguantar mucho, que no te digan ni que descanses, ¿no ven que somos humanas?”

Esta trabajadora señala que le ha costado mucho estabilizarse en un empleo, ya que el camino ha sido difícil. Cuando por fin había encontrado un trabajo como limpiadora de un despacho, pensó que por fin había acabado su mala suerte, pero solo unos unos días antes de la crisis del coronavirus, le dieron de baja sus jefes, algo que entiende ya que tuvieron que cesar la actividad y fue liquidada. Sin embargo, se encuentra en un punto en el que psicológicamente está desanimada y se siente “decepcionada” con su trayectoria laboral. Al tratar de tramitar el subsidio por desempleo al que tienen derecho estas empleadas durante el estado de alarma, asegura que todo han sido trabas y que vía telemática se le ha comunicado que no tiene derecho a esta prestación, lo que le ha afectado aún más anímicamente. Madre de dos hijos mayores de edad, pero que están estudiando, señala que solo le queda vivir de unos pocos ahorros y volver a buscar trabajo en cuanto se pueda. 

Loreta, que procede de Paraguay, también asegura que los primeros años fueron muy duros. Señala que tuvo que trabajar casi sin descanso para ahorrar y traerse a sus tres hijos, el más pequeño de ellos tenía solo unos meses cuando emigró. Explica que siempre que acude a una entrevista de trabajo tiene muy claro que no va a aceptar un empleo sin contrato. No olvida la carga psicológica que también tiene este trabajo y lucha porque exista, al igual que en otras comunidades de España, una asociación de empleadas de hogar donde luchen por ser visibilizadas. 

La técnica de Cáritas subraya que además de estas situaciones que describen, también hay que tener en cuenta las consecuencias psicológicas que esta crisis derivada de la pandemia está generando en estas trabajadoras. “Esta situación causa angustia”, matiza y más si se tiene en cuenta que se trata de mujeres que viven sin ahorros, sin un colchón económico que les permita salir adelante y en un contexto en el que muchas otras familias están pasándolo mal y se encuentran con servicios sociales desbordados y mucha burocracia a la hora de solicitar ayudas de emergencia. Ahora se abre cierta esperanza para algunas de estas personas con el ingreso canario de emergencia y el futuro ingreso mínimo vital que sacará el Gobierno estatal. Naranjo añade que el estado de alarma además ha evidenciado lo que suponen los cuidados y el trabajo de limpieza y que haya personas que empiecen a tomar conciencia de lo que supone, ahora que están en casa, ya que “es un trabajo vulnerable, pero necesario” y si estas mujeres se pusieran en huelga no sería posible conciliar para muchas familias porque no tendrían quien cuide de sus hijos, mayores, mantenga el cuidado de su hogar… 

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