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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

La peor cara de Coalición Canaria

Acto del homenaje al escritor José Saramago en Lanzarote.

Carlos Sosa

El triunfo electoral de Fernando Clavijo en 2015, cuando obtuvo los 18 diputados con los que ahora gobierna Canarias en solitario, le sentó a amarga victoria cuando comprobó que le iba a ser imposible gobernar con el Partido Popular, con cuya ideología se siente muy identificado, tanto él como gran parte de la dirigencia de Coalición Canaria. Se vio entonces obligado por las circunstancias a pactar con el PSOE, con el que pronto hizo estallar desavenencias hasta conducirlas a una agria ruptura en diciembre de 2016, con lo que la relación de conveniencia duró tan solo año y medio.

Es bueno recordar que aquella ruptura vino precedida de unos sonados desencuentros (al menos los que trascendieron) que alcanzaron su punto álgido cuando al presidente Clavijo no se le ocurrió mejor cosa que reducir drásticamente los presupuestos a la sanidad pública, en manos del socialista Jesús Morera, e investirse él personalmente en gerente de todos los hospitales de las islas. La idea era generar un caos controlado que permitiera expulsar a los socialistas acusándolos de malos gestores en un asunto tan delicado y, a su vez, permitir que su sucesor, a la sazón vicepresidente de las clínicas privadas de España, tuviera margen para revertir la situación de las listas de espera y el hundimiento de la calidad de los servicios sanitarios públicos. Veinte meses después, sigue sin conseguirlo.

La ideología ha vencido una vez más al sector progresista de Coalición Canaria, o por ser más precisos, al núcleo que perdió las primarias del partido cuando Clavijo y Ana Oramas se alzaron contra los partidarios de Paulino Rivero. En aquella guerra fratricida, una de las críticas más duras con las que arremetieron contra el expresidente fue la de la confrontación con el Gobierno de Madrid, unas hostilidades que Rivero abrió a partir de una sucesión infame de desplantes liderados por José Manuel Soria, irritado a partir del momento en que supo que por primera vez en el siglo los nacionalistas iban a dejar al PP en la estacada para pactar con el PSOE, entonces en manos de José Miguel Pérez.

La ruptura alcanzó el punto más caliente por las prospecciones petrolíferas impuestas por José Manuel Soria en las costas de Lanzarote y Fuerteventura, momento en el que el Gobierno de Rivero y Pérez dio por definitivamente rotas las relaciones con el de Mariano Rajoy.

Ese sonado pulso, que permitió entre otras cosas una importante caída de apoyo electoral del PP canario, fue duramente criticado por Clavijo y Ana Oramas, que siempre han mantenido la tesis de que hay que tener buenas relaciones con el Gobierno de España, especialmente si quien lo ocupa es el Partido Popular.

Clavijo llegó al cargo y se volvió a arrodillar ante Mariano Rajoy al tiempo que pactaba en Canarias con los socialistas y abría una estrecha relación con Ferraz hasta llegar a tener hilo directo con el secretario general, Pedro Sánchez. Fueron aquellos tiempos en los que eran olímpicamente puenteados (y puteados) los líderes regionales del partido (los medianeros, los llamó el presidente), por entonces moviéndose en medio del caos de una gestora como pollo sin cabeza.

Jaleado por los poderes empresariales, especialmente los de la isla donde más débil se encuentra Coalición Canaria -Gran Canaria- Clavijo echó a los socialistas y derechizó su gobierno, colocando al frente de la sanidad pública al consejero que va camino de incrementar notablemente la fortuna de las clínicas privadas, particularmente del grupo San Roque, del que fue máximo responsable. Con la misma intención de agradar al empresariado grancanario, colocó como vicepresidente y responsable de Obras Públicas (lo de responsable es un decir) a un grancanario, el secretario general de CC en la isla, Pablo Rodríguez, decidido a sacar adelante todos los proyectos bendecidos por las patronales, por polémicos que pudieran ser frente a la ciudadanía.

En la misma línea de derechización y de reconciliación con el PP y con las fuerzas vivas del empresariado, el presidente Clavijo ha colocado a dos dirigentes de ese partido al frente nada menos que de las dos autoridades portuarias de Canarias. Desde esos dos organismos tan influyentes y tan autónomos, Suárez (Santa Cruz de Tenerife) y Cardona (Las Palmas) ya han empezado a mostrar los primeros síntomas de para qué y para quiénes han sido colocados ahí.

Todos estos movimientos de Clavijo fueron inicialmente aceptados con atolondrada resignación y pánfila complicidad por el secretario general del PSOE canario, Ángel Víctor Torres, que ha sido partícipe de muchas de las tropelías de Coalición Canaria sin oponerle apenas resistencia. Hasta que le tocaron la Autoridad Portuaria de Las Palmas, al frente de la cual había un socialista, Luis Ibarra, ahora flamante candidato del PSOE al Cabildo de Gran Canaria.

Torres se tragó la censura en el Ayuntamiento de La Laguna, el reparto de los cargos de las instituciones dependientes del Parlamento, la humillación y la tomadura de pelo en el control de Radiotelevisión Canaria… hasta que vio expedito su camino a la candidatura a la presidencia del Gobierno y decidió cortar por lo sano.

En Ferraz, la Ferraz de Pedro Sánchez, ya tienen cumplida información de quién es Fernando Clavijo y cómo es la facción de Coalición Canaria que lidera junto a Ana Oramas, la diputada que tuvo la poca habilidad de dar la espalda a la moción de censura contra Mariano Rajoy perdiendo así esa posición privilegiada de “voz canaria en Madrid” de la que siempre ha presumido ese partido.

También Clavijo y los suyos andan en campaña, y ante los desplantes de Pedro Sánchez, que dejó casi para el final de su ronda autonómica su reunión con el presidente canario (20 de octubre), han pasado a la acción aplicando la páginas guarras de su manual de confrontación política.

Unos días antes de que Pedro Sánchez viajara a Lanzarote a darse un baño de intelectualidad en el aniversario de José Saramago, Clavijo se plantó en la Puerta del Sol a retratarse con el presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, al que no quiere para renovar en el cargo ni su propio partido, el PP. Luego, en un alarde de cinismo solo superable por sus propios estrategas, pretendió que el presidente del Gobierno le hiciera un hueco en la agenda para una reunión “de cortesía” que, al parecer, no podía esperar al día 20. El orden del día tenía un único asunto: hablar de pateras, de la llegada de pateras, particularmente a la isla de Lanzarote.

Coalición Canaria mostraba su peor cara, la del populismo más despreciable, y la de la utilización de un asunto muy sensible que despierta muchas pasiones y que resulta ser una de las banderas predilectas de la ultraderecha populista que en España ha sacado la cabeza precisamente como consecuencia de una mala concepción de los nacionalismos de uno y otro lado.

Los cerebros de campaña de CC creen que ese puede ser un buen modo de desgastar al PSOE, que en todas las encuestas sale muy bien parado en Canarias. De momento.

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