El turismo pospandemia se parece mucho al anterior: la redefinición del modelo prevista tras la crisis que no llegó

Imagen de archivo de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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La publicación Turismo posCOVID-19, reflexiones, retos y oportunidades, editada por la Cátedra de Turismo CajaCanarias-Ashotel de la Universidad de La Laguna (ULL) y publicada en 2020, dice en uno de sus prólogos que dentro de unos años se hablará de una industria turística antes de la pandemia y otra después de la misma. Que toca “repensar” cómo se está desarrollando el modelo y anunciaba una transición, más tarde o más temprano, hacia un sector más sostenible con el medio ambiente y menos dependiente del volumen de visitas. Pero lo cierto es que tres años después de la explosión del coronavirus, prácticamente nada ha cambiado.

Canarias batió en febrero de este año un nuevo récord de llegada de visitantes extranjeros, tras superar los 1,24 millones. Nunca antes habían arribado tantos turistas internacionales al Archipiélago en el segundo mes del curso. Las compañías aéreas han programado para este verano 31,4 millones de asientos en viajes hacia las Islas, un 8,4% más que en 2019. Y la previsión, grosso modo, es que la comunidad continúe recibiendo viajeros durante todo 2023 y supere el umbral de los 16 millones.

“Las ganas de viajar están por encima de cualquier condicionante y seguiremos fomentándolas a través de nuestra intensa actividad promocional y con nuestra especial apuesta por aquellos turistas que garantizan una mayor estancia y gasto en destino, así como una menor dependencia de la conectividad”, explicó la consejera de Turismo del Gobierno canario, Yaiza Castilla, a principios de año.

Las proclamas de cambio esbozadas durante los meses más duros de la crisis sanitaria hoy son vistas por sus propios autores como poco realistas, una quimera. “Aunque queremos avanzar hacia un destino más sostenible, lo de cambiar el modelo es una utopía”, afirma Teresa Aguiar, profesora titular en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y responsable de Transferencia y Divulgación Científica en el Instituto Universitario de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible (TIDES).

Los expertos apuntan al rechazo generalizado por parte de la patronal turística canaria a la tasa verde y el impuesto al queroseno, que encarecerían los precios de los billetes de avión (aún sin saber cuánto), pero forman parte de la política climática de la Unión Europea; también al desaire que muestra el Ejecutivo regional a aprobar una ecotasa y limitar el número de camas turísticas, como ha hecho recientemente la autonomía balear. O al gasto en innovación turística, muy inferior al del resto del tejido empresarial, según un informe de la Fundación COTEC en colaboración con el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.

“Parece que estos temas que se hablaron en su momento fueron más bien motivados por el estrés que por un proceso realmente reflexivo y sereno. Creo que los indicadores básicos en los que se siguen basando las políticas públicas son los mismos: llegadas, pernoctaciones, asientos de avión…”, razona Matías González, profesor titular de la ULPGC y codirector de la Cátedra UNESCO de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible de la misma universidad. “La verdadera lección debería haber sido iniciar un cambio de rumbo a largo plazo. (…) Pero creo que esa perspectiva la hemos perdido”.

Esta misma semana, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha publicado un análisis en el que detalla por comunidades autónomas la proporción de empleos verdes, esto es, aquellos trabajos en los que al menos un 10% de las tareas favorecen directamente el desarrollo sostenible. En este sentido, Canarias se sitúa en el segundo lugar por la cola, con solo el 15,5% y únicamente por encima de La Rioja (14,1%). La necesidad de reconducir esta situación, en una región dependiente de la visita de millones de personas, se antoja complicada.

“Durante la pandemia sí hubo un planteamiento de que había que redefinir el sector. Pero hay que reconocer que en cuanto la crisis nos dejó sacar la cabeza del agua, hemos vuelto en gran medida a donde estábamos”, señala Jacques Bulchand, catedrático de Empresa Digital y especializado en Turismo y Emprendimiento por la ULPGC. “Todo sigue prácticamente igual. Lo único que en mi opinión hizo la COVID fue acelerar algunos procesos que ya se venían dando, como la digitalización o la búsqueda de la experiencia”, agrega Moisés Simancas, doctor en Geografía y coordinador del grupo de investigación ReinvenTUR: Observatorio de la Renovación Turística de la ULL.

Un estudio publicado en 2022 en la revista Journal of Tourism Futures investigó el “nuevo ciclo turístico” que estaba teniendo lugar en Canarias tras el estallido de la COVID. Los autores entrevistaron a 13 actores importantes dentro del sector para evaluar hasta qué punto las pequeñas y medianas empresas del Archipiélago están preparadas para adaptarse a las disrupciones del mercado, la evolución tecnológica y el futuro cercano. De entre todas las conclusiones, siete entrevistados razonaron que, si bien existen esfuerzos por diversificar la oferta turística en las Islas, las actividades en marcha al respecto “son marginales” para no eclipsar la promoción de sol, mar y arena que caracteriza a la industria.

“El modelo turístico en Canarias se construye en torno a un concepto muy claro que requiere mucho esfuerzo cambiar y una inercia casi imposible de conseguir”, dijo uno de los encuestados. Esta misma investigación, elaborada por expertos afincados en Países Bajos, también cree que el brusco impacto de la COVID estimuló una ola de wishful thinking en el Archipiélago. O lo que es lo mismo: un aluvión de propuestas e ideas que suenan muy bien en el papel, pero que en la práctica difícilmente pueden materializarse, especialmente en un sector tan “fragmentado y predominado por PYMES”.

“Tenemos una estructura turística plagada de operadores que no están conectados con las tendencias, preferencias y necesidades que se plantean dentro de los organismos internacionales. El diseño de políticas está siempre sometido a mucha tensión entre una administración que parece que quiere hacer algo y un sector privado que intenta hacer lo mínimo posible. Al final, casi nunca se hace nada”, remacha González.

Por otro lado, la falta de indicadores sobre impactos del turismo en los recursos naturales, generación de residuos o gestión de las aguas residuales dibuja una imagen borrosa de cómo será el monitoreo de las acciones “sostenibles” ejecutadas por las empresas. El informe Sostenibilidad del Turismo en Canarias, difundido el pasado mes de diciembre por el Observatorio Turístico de Canarias, viene a decir que, sin datos, es casi imposible fiscalizar a las compañías hoteleras en este aspecto. Para ciertos temas solo se dispone de valores obtenidos de trabajos de investigación ocasionales, por lo que parece muy difícil asumir una “toma de decisiones” gubernamentales basada en cifras, como recomienda el organismo.

Para Carmelo León, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y también especialista en Turismo Sostenible por la ULPGC, es “muy difícil” encontrar un equilibrio entre la llegada masiva de viajeros y una repercusión positiva de ello en la población local. Pero sí que es “muy fácil” continuar con una actividad “excesivamente presionante sobre las limitaciones del entorno, con una masificación que no permita la calidad del servicio y un deterioro ambiental por las emisiones de gases de efecto invernadero”. El crecimiento frenético del turismo ha provocado que la huella ecológica de Canarias, un indicador que mide la presión del consumo sobre los recursos naturales, sea 26,94 veces el tamaño de su superficie productiva, según un estudio publicado en 2011 por geógrafos españoles.

A pesar de ello, hay quienes no ven necesaria una diversificación. Antonio Garzón Beckmann, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Passau, Alemania, asegura que “nuestro modelo es el que es y no podemos cambiarlo a corto plazo”, aunque sí mejorarlo, añade. “Podemos mejorar nuestras infraestructuras y atraer a visitantes con mayor poder adquisitivo. Pero es que no hemos hecho nada. Hemos montado una economía de escala en la que dependemos absolutamente del volumen. Y eso, hoy por hoy, no se puede modificar”.

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