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Marian Herrería, primera boxeadora cántabra profesional: “El boxeo necesita y quiere mujeres”

Marian Herrería, primera boxeadora profesional cántabra durante uno de sus entrenos

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A Marian Herrería (Santander, 1993) cada vez le gustan más las entrevistas porque lo considera una señal de que hay quienes están empezando “a ver la luz del boxeo”. La boxeadora, conocida también por el sobrenombre de La Vikinga, ha tenido ocasión de experimentar de primera mano los prejuicios alrededor de esta práctica. Y es que, aunque siempre le llamaron la atención los deportes de contacto, cuenta que “en mi casa nunca estuvo bien visto y hasta hace pocos años no he tenido apoyo ninguno por parte de mi familia. No veían que la pequeña de la casa hiciera boxeo porque tenían una imagen de que no era nada femenino y de que me iban a desfigurar la cara”.

Que le prohibiesen practicarlo hizo que dejase de lado la idea hasta los 23 años, momento en el que decidió apuntarse a un gimnasio y tras ver que el fitness simplemente le aburría comenzó en el boxeo. Es una incorporación relativamente tardía al mundo del combate que no le ha impedido dejar su huella en este deporte, convirtiéndose en la primera boxeadora profesional de la comunidad en tan solo cinco años. Entre sus méritos también se incluyen haber sido campeona de Cantabria los últimos cuatro años o las tres medallas de bronce en los Campeonatos de España de 2018, 2020 y 2021.

Marian reconoce que aún no sabe cómo ha llegado a donde está ahora: “Yo no iba a ser boxeadora, lo que yo quería era practicar boxeo”, asegura. Las oportunidades iban llegando en el momento oportuno y la púgil cántabra se dejó llevar. En parte cree que puede haber sido su edad lo que la ha hecho decidirse a no perder el tiempo. “No puedo ser la mítica deportista que está un año, lo deja seis meses, hace una pelea, descansa un mes… No, yo hacía una pelea el sábado y el lunes o martes ya estaba entrenando”, recuerda. Al final, Herrería siempre está preparada para otro asalto, así que cuando su entrenador le llama para comentar la posibilidad de arreglar otro encuentro, la boxeadora invariablemente responde que sí.

Y así, combate tras combate, demuestra su valía en el ring mientras continúa luchando contra los estereotipos asociados al boxeo. Entre ellos, la idea generalizada y compartida por su familia de que “ahí solo van marimachos” y que, por otro lado, no puede estar más alejada de la realidad. Una mala imagen asociada a este deporte que también establece a los boxeadores como personas violentas. Una conversación con la deportista es suficiente para desmontar esta afirmación, con la que ni ella ni sus compañeras se sienten identificadas. “A mi hay una frase que me da muchísima rabia que es cuando dicen: ‘Es boxeadora, buah, pues como te pegue…’ Ahora yo ya siempre respondo con: ‘No, no, perdona. Yo pego por dinero’. Para mí es un deporte, ¿tú te piensas que yo me voy a poner a pegarme ahora?”, cuenta entre risas y gestos que van de la incredulidad al hastío.

Aunque el boxeo sea un deporte de contacto, mantiene que a los rivales se les profesa un respeto máximo. Al fin y al cabo, encima del cuadrilátero son sus contrincantes, pero fuera de él se convierten en camaradas con las que va quiere seguir entrenando. “A mí me gusta volver a reunirme con mis compañeras con las que he compartido ring y aportarnos todas un poco más”, explica, ya que desde su punto de vista, es la única manera de hacerlo. Puede que sea un deporte individual, pero ellas forman parte de su equipo.

Uno que, por otra parte, le encantaría ampliar. “El boxeo necesita mujeres y quiere mujeres, yo me estoy dando cuenta en estos últimos años”, declara Marian, que por eso anima a quienes quieran probarlo a “que no tengan miedo, que no tengan vergüenza. Yo llegué a un gimnasio donde fui la única mujer y me pegada todo el día con tíos. O sea, que no se hagan pequeñas porque vayas al gimnasio que vayas, en Cantabria o en otra comunidad, te van a tratar como uno más”. Lo que no quita que para dedicarse a ello profesionalmente haya no solo que quererlo, sino también que “lucharlo”.

Si algo ha aprendido Marian tras su debut como profesional es que se trata de un deporte que requiere mucho trabajo para ir subiendo escalones. Desde su punto de vista, “el boxeo y la vida van de la mano”, una cercanía que a veces llega a ser demasiada. “Muchos meses llego a pensar que estoy trabajando para boxear. Entre que pago las facturas de casa, el fisio, el nutricionista, licencias, pruebas médicas… Ya está, se me ha ido mi sueldo al boxeo. Claro que hay que trabajar, pero trabajar para boxear a veces es muy triste porque es un esfuerzo que hacemos físico, mental y encima también económico”, confiesa la boxeadora.

Cuando lo piensa detenidamente y relata su día a día, que consiste en ir a trabajar, salir e ir a entrenar para llegar a las once de la noche a casa y darse cuenta de que se levanta en ocho horas, pero aún tiene que poner lavadoras o preparar la comida, no sabe muy bien cómo lo hace para llegar a todo, pero agradece su capacidad de organización.

Su situación posiblemente no se diferencie mucho de la del resto de boxeadoras profesionales. Aunque considera que se está cumpliendo el objetivo marcado en 2019 por la Federación Española de Boxeo para que creciese el ámbito profesional femenino y se han incrementado tanto la visibilidad como los patrocinios, no deja de recalcar que “yo me retiraré y seguiré diciendo que el boxeo femenino, en profesional por lo menos, no está nada valorado económicamente”. Tampoco está bien pagado: “Hoy en día, ninguna boxeadora puede vivir del boxeo, algo que es muy triste porque muchos chicos pueden”, asegura Marian.

Porque más allá de lo económico en este deporte tradicionalmente de “machos” la boxeadora cántabra no comprende el poco apoyo que ve en los combates femeninos. Calcula que irán unas 50 o 100 personas, cuando son masculinos “bueno, bueno, bueno, petamos el pabellón”, bromea la púgil. Si no alcanza a entender esta diferencia es porque defiende firmemente que “los mejores combates son los femeninos, y no por ser mujer, sino porque metemos mucho más ritmo. La pelea siempre es mucho más bonita. Arriesgamos más, somos más fuertes, más visuales. Es más, mucha gente comparte esta opinión”, explica. Su diagnóstico es que “los chicos se han acomodado y ya está”, no cree que se requiera mayor reflexión al respecto.

La deportista cántabra confiesa que no era una gran seguidora del boxeo hasta que empezó a practicarlo, por eso sus principales referentes son aquellos que ha visto de cerca y que la han enseñado convirtiéndose en su segunda familia. Daniel Rasilla y su hijo, actual entrenador de La Vikinga, son su ejemplo a seguir. “Entro al gimnasio, veo sus títulos, los tres cinturones de campeón de España, y es que quiero el mío. Al final él es el que me está enseñando, me está dando oportunidades, entonces me gustan todos los boxeadores, pero mi referente es Dani”, señala.

Son también uno de sus principales apoyos ante las adversidades, porque para la luchadora lo más duro de todo esta relacionado con la competición, un concepto que se preocupa de diferenciar siempre del de boxeo. Cuando alguien le dice que quiere competir, su advertencia es clara y escueta: “Prepárate”. No se trata de una amenaza, sino de una recomendación hecha desde la propia experiencia.

Quizá lo más significativo esté relacionado con el trabajo mental. “Yo físicamente me considero fuerte, me encanta entrenar, incluso sufrir entrenando lo llevo bien, pero la parte psicológica es lo peor. Ahora estamos con el tema del peso, hay días que me voy del gimnasio llorando porque no bajo ni 100 gramos o el estar antes del combate en un vestuario, sabes que vas a salir con una chica que te quiere ganar y te va a ganar pegándote. Tienes que trabajar para normalizar la situación y pensar que ni ella es más que tú ni tú más que ella”, relata Marian.

Otro factor relevante es el ritmo de vida que tiene que llevar como deportista profesional. Rechazar planes como ir a tomar algo con unos amigos e incluso con su familia estas Navidades, en las que ha tenido que cenar a parte, resulta tan desalentador como suena. “Yo siempre lo digo, el día que me retire será por algún tema de estos, de que ya no aguante competir. Me encanta boxear, pero no me gusta el ritmo de la competición”, confiesa la boxeadora.

“El boxeo me ha quitado mucho, pero también me ha dado”, matiza a continuación. No lo considera ni mucho menos un sufrimiento constante, más bien Marian describe un crecimiento personal muy grande. Entre la enumeración de cosas que le ha proporcionado este deporte destaca la confianza en sí misma, siente que pocas cosas pueden frenarla ahora mismo y que si se encuentra con algo o alguien que quiera herirla, ella es mucho más fuerte. “He superado una barrera, después de subirme a un ring ocho y nueve asaltos tú te crees que a mí me vas a superar psicológicamente, o sea, imposible. Es más, yo me siento ahora una mujer invencible muchas veces”, declara.

Y con esa sensación se presentó el sábado 28 de enero en Barcelona para el primer Campeonato de España de 2023 en el que se enfrentaba a Karla Mérida, con quién ya se había encontrado poco antes de la pandemia. En esa ocasión Marian admite que fue una victoria indiscutible de su rival, pero la boxeadora cántabra también advierte que ha crecido y mejorado mucho en los últimos años. “Voy a darlo todo, voy a montar una guerra. Quiero ser campeona de España, es mi sueño. En amateur no lo he conseguido y tengo la oportunidad en profesional así que me voy a dejar la piel por llevar ese título”, compartía con este diario días antes del combate.

Esta vez no pudo ser. Tras un encuentro muy igualado, finalmente fue Mérida quien se hizo con el cinturón, pero La Vikinga cumplió su palabra y no se lo puso nada fácil a la catalana. Por el momento, Marian Herrería aún tiene un objetivo que alcanzar porque, según defiende, las aspiraciones hay que conquistarlas una a una. “Hasta que no quede campeona de España no me voy a plantear otras decisiones. Tienes que ir haciéndolo poco a poco. Si lo quieres todo, al final no vas a tener nada”, concluye.  

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