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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El desentierro de Cervantes

Cospedal cree que no se puede "polemizar" por todo, incluso por Cervantes

Javier Lezaola

El autor del Quijote –obra cumbre de la literatura en español y libro más traducido de la historia, después de la Biblia– murió y fue enterrado cristianamente en 1616 en el Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid. Como refleja la placa que ornamenta una de las fachadas del edificio, allí reposan sus restos desde entonces, a pesar de que fueron removidos a finales del siglo XVIII, durante unas obras de reconstrucción.

Si los huesos de Miguel de Cervantes nunca salieron del convento trinitario y si ningún experto puede asegurar que los restos hallados recientemente bajo la tierra excavada del inmueble son los del raro inventor –como se autodefinió en su Viaje del Parnaso–, ¿dónde está la noticia en toda esta historia? Porque lo que es innegable es que el supuesto descubrimiento deja frío a cualquiera que no se dedique a ver los telediarios con la boca abierta o a cualquiera que no se apreste a sacar tajada de este sainete, que ésa es otra.

¿Hace falta decir que Cervantes no está en el Convento de las Trinitarias Descalzas? ¿Hace falta decir que allí sólo reposan –como han reposado siempre– sus huesos, aunque no se sepa –aunque siga sin saberse– cuáles son exactamente?

Cervantes está en el sueño imposible del Quijote, en el garbo salvaje de La Gitanilla, en las licenciosas andanzas de Rinconete y Cortadillo o en la maldición obsesiva de El licenciado Vidriera. Está en el Rocinante de León Felipe, en El viaje infinito de Sancho Panza de Alfonso Sastre, en el Don Kikhot de Grigori Kozintsev o en aquel dibujo animado que mojaba en un tintero su pluma inmortal para dar vida a los inolvidables personajes de una serie infantil que marcó a toda una generación.

Si España es el segundo país del mundo con más desaparecidos –superado sólo por Camboya–, ¿por qué negarse a exhumar sus cuerpos? ¿Y por qué desenterrar el de alguien que ya descansaba en paz? Si una guerra no termina hasta que todas sus víctimas mortales son inhumadas dignamente, ¿hay guerras que no terminan nunca? Cualquier mente sana es consciente de que enterrar con dignidad a los muertos no sólo no reabre heridas, sino que contribuye a cerrarlas.

El próximo año se conmemorará el cuarto centenario de la muerte del autor de la obra cumbre de la literatura en español (1616-2016). Qué casualidad. Y qué mejor que unos cuantos fuegos de artificio y un flamante mausoleo para celebrarlo. Los más de 100.000 desaparecidos pueden seguir esperando en las cunetas, quién sabe si otros 80 años más. O eternamente.

–Con la iglesia hemos dado, Sancho.
–Ya lo veo –respondió Sancho–, y ruega a Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal andar por los cementerios a tales horas.

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