Un Gobierno en minoría... pero con alfombra roja

La legislatura avanza plácidamente hacia su ecuador sin que apenas ocurra nada en Cantabria, una comunidad sumida en una especie de limbo político a la espera de que los partidos de la oposición logren organizarse internamente y decidan si plantan cara o no al Gobierno que venía a cambiarlo todo y que se ha dado cuenta por el camino de que es mucho más rentable para sus intereses electorales ponerse de perfil y tocar lo menos posible para no generar conflictos sociales que puedan complicar el horizonte de la mayoría absoluta que aspiran a conseguir en 2027.

Y es que no podemos olvidar -aunque algunas veces se olvide el propio Gobierno e incluso la oposición- que el Ejecutivo autonómico que preside María José Sáenz de Buruaga (PP) se sostiene en una débil minoría parlamentaria que no le permite sacar nada adelante sin llegar antes a acuerdos. Hasta el momento, no le ha hecho falta.

Con una investidura 'regalada' por el PRC y dos presupuestos aprobados también con el visto bueno regionalista tras sendas negociaciones exprés, sobreviven cada lunes en los plenos del Parlamento de Cantabria sin sobresaltos, sin perder votaciones importantes y aguantando el chaparrón dialéctico que les llega desde la tribuna del hemiciclo sabiendo que no tiene ninguna consecuencia real. Nada más acabar la sesión, sus señorías pueden irse tranquilamente de cañas, o a seguir dormitando sobre la mesa del Consejo de Gobierno, en esta cómoda parálisis en la que se han instalado sin consecuencias graves a la vista.

La actividad legislativa de este Ejecutivo es tan exigua que, cuando nos acercamos a los dos años de legislatura, tan solo incluye la derogación de la Ley de Memoria Histórica como único 'mérito'

No es necesario entrar de forma muy exhaustiva en los números para asegurar sin temor a equivocarse que un Gobierno al que le faltan tres diputados para alcanzar la mayoría apenas se ha quedado solo un puñado de veces en el Parlamento de Cantabria, bien por el capote que le echa habitualmente el PRC, bien por el paracaídas de Vox, siempre preparado para evitar el batacazo del PP. Es más, en caso de emergencia, a Buruaga y los suyos siempre le queda el comodín del diputado tránsfuga Cristóbal Palacio, que puede decantar votaciones ajustadas. Y a pesar de todo, la actividad legislativa de este Ejecutivo es tan exigua que, cuando nos acercamos a los dos años de legislatura, tan solo incluye la derogación de la Ley de Memoria Histórica como único 'mérito'.

Hace una semana, en este mismo espacio, vaticiné que las primarias del PSOE de Cantabria las iba a ganar el PP. Esa valoración no tenía tanto que ver con cuál de los dos candidatos se impusiera en la votación final, si Pedro Casares o Pablo Zuloaga, sino a las consecuencias de la apertura en canal del partido que habían practicado durante la campaña ambos aspirantes, que dejaba a la formación socialista herida, con una división interna difícil de superar a corto plazo y sin una voz sólida en la Cámara que ejerciera como líder de la oposición de aquí a final de legislatura.

No me equivoqué mucho. El 52% de los votos que cosechó el nuevo secretario general de los socialistas cántabros, a pesar de contar de antemano con el apoyo explícito de las agrupaciones de Santander, Castro Urdiales, Camargo y Colindres, evidenció ese desgaste a pesar de una participación histórica de la militancia, que rozó el 87%. Si lo sumamos al estado de letargo en el que se encuentra el PRC, con todos sus representantes ensimismados en qué va a ocurrir el día que Miguel Ángel Revilla ya no esté (o se aparte un poco), la alfombra roja para este Gobierno en minoría parece que se puede mantener hasta las próximas elecciones, cuando quizás ya sea tarde para cualquier reacción.