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Las primarias socialistas las ganará el PP
Las primarias por el liderazgo a la Secretaría General del Partido Socialista de Cantabria se celebrarán este próximo domingo 16 de febrero y he tenido la oportunidad de entrevistar en los últimos días a ambos candidatos. Por un lado, he podido hablar largo y tendido con Pedro Casares, que después de haber estado al frente de la agrupación en Santander desde hace 12 años y de su salto a Madrid como diputado nacional, apuesta por lo que él define como “liderazgos compartidos” y sin confirmar si será candidato a la Presidencia de Cantabria en 2027 porque considera que “hay que respetar los tiempos”.
Con apenas unas horas de diferencia, estuve charlando también con Pablo Zuloaga, que reivindica sus resultados electorales, su labor de gestión en el Gobierno durante la pasada legislatura y su tarea ahora como líder de la oposición: “No hay nada que interese más al PP y a la derecha en su conjunto que descabezar a un PSOE que gana”, dice. Además, recuerda que “el PSOE de Cantabria sabe perfectamente lo que es concatenar 20 años perdiendo votos y diputados”, a diferencia de lo que recalca que ha ocurrido bajo su mandato desde 2017 como secretario general, que “frenó en seco” esta caída que había llevado al partido a sus peores resultados históricos.
Como el cara a cara organizado por el PSOE para confrontar los proyectos de ambos candidatos se ha convertido en un cruce constante de acusaciones, lleno de descalificaciones personales, agravios pasados y dardos continuos al desempeño electoral de cada uno de ellos, leer estas dos entrevistas y comparar sus respuestas es lo más cercano que vamos a estar de un debate de ideas. Porque la primera pregunta que surge, y que no he podido contestarme a mí mismo después de escuchar a ambos, es si los militantes socialistas eligen en esta votación entre dos modelos o entre dos personas. El tono está siendo tan agrio, tan de pelea entre enemigos íntimos, que cuesta ver más allá.
Y la segunda cuestión, que no atañe directamente a los candidatos, tiene más que ver con sus equipos o sus apoyos públicos. Esos cargos orgánicos o representantes institucionales que han saltado de un bando a otro, sin muchas explicaciones, pero que trasladan una imagen de la política que tarde o temprano se les volverá en contra. Es el caso del diputado autonómico Mario Iglesias o la directora general Zoraida Hijosa. Sin un argumento sólido que se sostenga, esos bandazos solo se pueden interpretar como un puro interés personal por aparecer mejor colocados en la nueva etapa que se abra tras las primarias. Yo no creo en las conversiones súbitas y, en estos casos, tampoco en las casualidades. Movimientos como el que protagonizó hace unos días el alcalde de Colindres, Javier Incera, merecen más aclaraciones.
Merece la pena detenerse un momento para valorar si las primarias son un instrumento útil para elegir y reforzar los liderazgos o si se produce simplemente una especie de voto en bloque que resta valor a la participación de la militancia
Porque aquí está otra de las claves en las que merece la pena detenerse un momento para valorar si las primarias son un instrumento útil para elegir y reforzar los liderazgos o si se produce simplemente una especie de voto en bloque que resta valor a la participación de la militancia: si un alcalde, un cabeza de lista municipal, un líder de una agrupación local, sufre una 'revelación' y de un día para otro cambia de caballo a mitad de la carrera, ¿arrastra inmediatamente con él a 10, 20, 50, 100 afiliados detrás como si fueran sus discípulos? Parece extraño interpretar que todos cambien de opinión simultáneamente, y que en algunos casos se dé por hecho solo puede indicar que se produce una especie de pastoreo bastante poco edificante y democrático.
En cuanto a los candidatos, ambos tienen sus mochilas. La más pesada, a mi juicio, es la del principal favorito, a la vista de la votación previa que se produjo el pasado 20 de octubre y que dio la victoria a la lista crítica con la dirección actual. Pedro Casares no es capaz de explicar coherentemente por qué va a funcionar en Cantabria lo que ha fracasado estrepitosamente en Santander. Y aquí no hay discusión que valga, porque los resultados electorales deben de tener consecuencias, están por encima de lo puramente orgánico y su mandato al frente del PSOE en la ciudad ha ido de una mayoría absoluta de Íñigo de la Serna a otra mayoría absoluta de Gema Igual, ahora, además, con una extrema derecha más fuerte que nunca en el Ayuntamiento por si el PP necesitaba refuerzos y después de haber sido candidato municipal por dos ocasiones en la etapa más crítica de la gestión del Partido Popular.
Tampoco vale esquivar la responsabilidad de los malos resultados de los comicios de 2023 y descargar el peso del pinchazo en las urnas en su sucesor, Daniel Fernández, porque no es compatible con su teoría de los “liderazgos compartidos” y él era, en cualquier caso, el máximo responsable político del PSOE de Santander. Y desde luego, resulta muy sorprendente ver a Casares insistiendo una y otra vez en un perdón a esa 'vieja guardia' socialista que contribuyó a desalojar del aparato del partido y que ahora usa como bandera, en una especie de peaje que debe pagar para agrupar tras de sí a todos los descontentos con el todavía secretario general del PSOE de Cantabria. No se puede representar el cambio o la renovación permanentemente, sobre todo cuando acumula cerca de 20 años en distintos cargos de responsabilidad y está apoyándose en los que controlaron el partido durante décadas.
Y en el caso de Pablo Zuloaga, debería hacer una intensa autocrítica si consigue salir bien parado de estas primarias. El 20 de octubre se llevó un revolcón evidente. Perder una votación así deja heridas, pero sobre todo, muestra un profundo malestar que va más allá del tradicional sector crítico entre los socialistas cántabros, gobierne quien gobierne. Su gestión de esa noche de votaciones internas tampoco fue la mejor, dando todavía más razones a los que se oponen a su liderazgo. Por no hablar de que una parte importante de los que iniciaron aquel movimiento que le permitió llegar a la Secretaría General en 2017 le han dado la espalda. O considera que son todos unos traidores y desleales, y entonces debería elegir mejor a sus compañías, o directamente debe reflexionar sobre qué se ha roto para intentar repararlo con urgencia en el próximo Congreso Regional si aspira verdaderamente a la unidad del PSOE.
Además, sus resultados en las urnas, siendo manifiestamente mejorables, indican una tendencia al alza que no ha sabido capitalizar. Se quedó a punto de sobrepasar al PRC de Miguel Ángel Revilla en 2023, algo que no ocurría desde veinte años antes, reduciendo una brecha de casi 65.000 votos hasta dejarla en apenas 600 papeletas tras una debacle regionalista que le debería haber permitido crecer aún más electoralmente. También ha recortado la diferencia que existe históricamente entre los votos que consigue la lista autonómica y los que suman las candidaturas municipales del PSOE. Sin embargo, perder el Gobierno por el derrumbe del PRC puede ser su tumba política si no sale vivo de este proceso interno que se presenta como un cara o cruz para él.
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