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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Por qué hacemos?

Leche.

Marcos Díez

¿Por qué hacemos…? Él dejó la pregunta así, sin terminar. ¿Por qué hacemos qué?, replicó ella. Ya sabes, respondió él. No, no lo sé, prefiero que me lo expliques tú. Me refiero a por qué hacemos lo que hacemos. ¿Por qué hacemos lo que hacemos?, repitió ella. Sí, ¿por qué hacemos lo que hacemos?, repitió él. Pues explica qué es lo que hacemos porque yo no acabo de entenderlo. Ana se quedó mirando a Carlos esperando una respuesta. Pues todo esto, ya me entiendes. No, no lo entiendo. Y ella siguió mirándolo fijamente. Discutir por cosas así, dijo él. ¿Cosas así?, respondió Ana. Sí, cosas así, insistió Carlos. A ver, define qué quieres decir con cosas así. Pues cosas como esta. Define qué quieres decir por cosas como esta. Quiero decir por cosas que no son importantes. ¿Insinúas que discuto por nada?, increpó ella. Yo no he dicho eso, solo he preguntado que por qué hacemos lo que hacemos, si estuvieras atenta te habrías dado cuenta de que he usado el plural, el reproche, si hubiera reprochado algo, sería para los dos. Por favor, insistió Ana, me gustaría que me explicases qué cosa no importante ha provocado, según tú, esta discusión. ¿Por qué estamos discutiendo ahora?, preguntó Carlos. Estamos discutiendo porque tú dices pero no dices, porque tú lamentas que discutamos por cosas que no son importantes pero no me dices qué cosas son esas.

Carlos suspiró, después dijo: Ana, esta discusión ha comenzado porque he ido a hacer la compra y he cogido una marca de leche que no es la de siempre, he ido a hacer la compra y estaba muy cansado, pero he ido, he llenado un carro entero de verdura, fruta, crema corporal, agua, cerveza, papel higiénico, galletas, helados y la maldita leche y nada más llegar a casa tú me dices que para hacer así las cosas mejor que no haga nada, me dices que esa marca de leche no es la que hay que comprar, y yo te he dicho que qué más da una marca de leche que otra, que no me he dado cuenta, que lo siento, y entonces has cogido los doce litros de leche y los has vuelto a meter en el maletero del coche y me has dicho que los tenía que devolver, y yo te he dicho que no, porque estaba muy cansado y no me apetecía volver al centro comercial para cambiar esa marca de leche por otra solo porque tú tengas una manía, te he dicho que prefería tirar la leche a cambiarla y entonces tú has sacado la leche del maletero, has abierto un brick y has comenzado a tirarla por el fregadero y luego has empezado a tirarme a mí la leche encima y yo he comenzado a llorar porque no podemos seguir así y ha sido en ese momento cuando he dejado esa pregunta en el aire. Discutimos por eso, terminó Carlos. Y sí, añadió, creo que comprar una marca de leche u otra es una cosa poco importante, no desde luego lo suficientemente importante como para tener una discusión así.

Ana dejó el brick abierto en el suelo, se secó las manos manchadas de leche en el pantalón vaquero y comenzó hablar muy despacio: Carlos, discutimos porque a mí no me gusta el sabor de la leche que has traído y yo desayuno y ceno leche todos los días y no me apetece desayunar con una leche que no me gusta, discutimos porque sabes que la leche que no es de la marca de siempre me da asco pero a ti te ha dado igual y has traído otra marca de leche, discutimos porque cada vez que quitas importancia a las cosas que me molestan siento que me miras por encima del hombro, que me tratas como si fuera una histérica o una loca o una maniática, discutimos porque cada vez que dices que algo que a mí me importa no es importante siento que me dices que yo no te importo, discutimos porque si no nos importan las mismas cosas no veo de qué manera vamos a poder estar juntos.

Carlos volvió a meter la leche que quedaba en el maletero. Ana preguntó sollozando: ¿Qué haces? Voy a cambiar la leche, respondió él. No hace falta, dijo ella. Si era tan importante para ti hace unos minutos seguirá siendo importante ahora, ¿no?, contestó él. Por favor, no te vayas ahora, rogó Ana. No te entiendo, dijo él. No has entendido nada, dijo ella. Carlos no respondió, se subió en el coche, arrancó y condujo en dirección al centro comercial con el pelo y la cara y la camiseta y los pantalones empapados de leche.

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