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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Modificar la Constitución

Alejandro Sanz Láriz

Nos sorprendía hace unos días Mariano Rajoy, entre rayos de sol y baños de mar, con la posibilidad de modificar la Constitución. Y digo que nos sorprendía, no tanto porque la Carta Magna sea intocable -que no lo es, ni es conveniente que lo sea- sino porque el presidente lo que hacía era refrendar unas declaraciones anteriores del ministro de Justicia, Rafael Catalá, en términos muy cercanos.

¡Caramba!, una modificación de nuestro marco de referencia no parece cosa de subalternos, aunque tenga la categoría de ministro y seguro que merece algo más que un comentario, así, por encima, en Marivent, como quien valora el viento de la mañana en la bahía de Palma antes salir a navegar. Claro que, poco después, venía la humorada presidencial tan típica de Rajoy, explicando que tales cambios, de producirse, tendrían lugar en la próxima legislatura. Casi me parecía escuchar a José Mota: “¿Modificar la Constitución? Sí, pero hoy no… mañana”.

A menudo parece que el presidente nos habla en broma, en clave de humor, quizá no tenemos el suficiente alcance para captar los matices de su idiosincrasia gallega en el resto de España.

Lo cierto es que aunque las modificaciones a las que alude Rajoy son diversas y algunas muy interesantes como la supresión de la preferencia del varón en la sucesión al trono o la reforma del Senado, el verdadero quid de la cuestión es el que afecta al diseño territorial del Estado.

Pero me temo que aquí no va a bastar con más juegos de palabras, tan del gusto en algunas iniciativas populares; modificar el régimen autonómico para limitarse a cambiar el nombre de una comunidad y federalizar o cantonar su relación con el estado ya no va a ser suficiente. Ni siquiera aquel estado-libre-asociado-super respetuoso (que también proponía Mota) contentará a unos ni a otros.

Está claro que los independentistas catalanes (y posiblemente después los vascos, gallegos, etc.) no se conformarán con una zanahoria semántica que les entregue mucha palabrería pero poca soberanía. Y lo irónico es que, mientras tanto, las comunidades menos reivindicativas o sin ninguna aspiración soberanista, como es la nuestra, se encuentran con que el estado central premia su fidelidad con un notable recorte en las inversiones.

Vivir para ver. Es como cuando el hijo estudioso y responsable comprueba estupefacto que las mejores propinas de su padre van para su hermano crápula y golfo. En el fondo, los montañeses siempre hemos sabido que “el que no llora, no mama”, así que Revilla se ha cargado de argumentos para viajar a Madrid con menos productos regionales en la maleta pero con una larga lista de reivindicaciones. Si quieren anchoas, que se las ganen.

Precisamente, este pasado domingo celebrábamos en Cabezón de la Sal el Día de Cantabria que, aunque no tiene un contenido estrictamente autonómico (la celebración más ajustada es el Día de las Instituciones), sí destila una cierta emoción que puede ayudarnos a valorar nuestro recorrido autonómico. Yo diría que a lo largo de estos treinta y dos años, Cantabria, como comunidad, ha respondido de forma muy ajustada a la identidad más profunda de los cántabros: somos muy sufridos. Apretamos los dientes y seguimos adelante, así somos.

Hemos puesto en marcha y conducido con serias dificultades una región mucho más pequeña que la mayoría y hemos sabido conjugar nuestras particularidades con orgullo pero sin molestar a nuestros vecinos. A menudo nos han dejado olvidados, pero estamos tan acostumbrados que compensamos esa indiferencia con un carácter indomable capaz de hacer frente a todo.

Quizá llegue el día en que modifiquemos la Constitución, quizá algunas comunidades obtengan un trozo mayor del pastel soberanista, quizá incluso las distintas regiones españolas lleguen a ser verdaderamente solidarias entre sí. Quizá las que tienen agua auxilien a las que les falta, quizá las que tengan sol compensen a las que no reciben turismo, quizá las más desarrolladas ayuden a las más desfavorecidas… pero hoy no es ese día.

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