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Banco de Alimentos de Cantabria: Desde el primer reparto de yogures hasta ayudar anualmente a 20.000 personas

Voluntarios junto al presidente del Banco de Alimentos de Cantabria. | B.S.A.

Blanca Sáinz

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En una época en la que las necesidades de una parte de la sociedad pasan por asuntos tan triviales como tener wifi o encontrar aparcamiento, da la sensación de que no puede haber nada que perturbe ese estado de comodidad y queja constante. Pero sí, la realidad existe, está detrás de nosotros y se llama pobreza. 

Santander, sin ser la prototípica ciudad en la que hay altas tasas de paro o de personas en riesgo de exclusión social, al menos no por encima de la media del país, necesitaba de un lugar donde aquellos que lo requieran puedan acudir para pedir lo más básico y lo más vital: la comida.

En el año 1994 unos amigos reunidos en un bar de la capital cántabra decidieron arrancar la idea que les rondaba desde hacía tiempo de crear un lugar en el que, aquellos que lo necesitaran, pudiesen ir a recoger alimentos. Como relata Francisco del Pozo, actual presidente de la organización, el proyecto comenzó repartiendo yogures. “Llevamos casi desde el principio en este almacén, y recuerdo que lo inauguramos con una partida de aceitunas riquísimas que venían de Sevilla”, indica.

Esa implicación del presidente se percibe desde que uno cruza la puerta del número 65 de la calle Fernando de los Ríos, donde Del Pozo es una pieza fundamental en este particular puzzle. Aunque como él mismo reconoce, el proyecto funciona “por todos”, y ese “todos” corresponde con los cerca de 30 voluntarios fijos que acuden a diario y con otros 800 que colaboran en causas puntuales.

Marcela Calle es otra de esas piezas clave, acudiendo a colegios a dar charlas sobre el despilfarro y conociendo a la perfección cuál es el funcionamiento de la institución. “El banco da productos básicos a entidades benéficas y a familias que vienen con el informe de los trabajadores sociales de sus ayuntamientos. La gente cree que vienes aquí, pides y se da, pero no suele ser así, sino que hay ciertos trámites de por medio”, aclara la voluntaria.

Respecto a la cantidad de comida que se reparte por familia, Marcela es clara: “Dependemos mucho de lo que haya. Ahora, por ejemplo, hay escasez de leche”, comenta. Esta, tal y como afirman desde el Banco de Alimentos, es uno de los alimentos principales que se dan junto al aceite, la pasta o las legumbres. Pero Marcela se molesta en enseñar los albaranes de salida que confirman sus palabras: mucho alimento 'seco' y poca carne y nada de pescado.

Algunos de los críticos con estas organizaciones suelen apelar a la falta de variedad de alimentos de los que disponen las personas pobres. “Los bancos de alimentos se basan en comida no perecedera, somos conscientes de que hay poco producto fresco, pero para que hubiese tendríamos que disponer de cámaras frigoríficas, congeladores... Son productos muy complicados de manejar”, concluye.

Actualmente la entidad ayuda a más de 20.000 personas solo en Cantabria y en 2017 consiguieron llegar casi al millón de kilos de alimentos, pero quieren superarse. “Ahora estamos empezando a mover la famosa 'Operación Kilo', que se celebrará los próximos 30 de noviembre y 1 de diciembre. Este año queremos llegar a los 1.000 voluntarios, a ver si lo conseguimos”, señala el presidente.

Colaboración pública y privada

Tanto Marcela como Francisco sabían que una de las preguntas obligadas era la del vínculo exacto que tienen con la Iglesia, ya que desde su fundación han sido objeto de críticas por esta cuestión. “No tenemos nada que ver con ella y, como institución, somos totalmente independientes. Otra cosa es que una persona como yo pueda ser creyente o no, pero me parece muy triste que con este argumento a veces traten de echar por tierra todo lo que hacemos. Una cosa no tiene nada que ver con la otra”, alega Del Pozo ligeramente enfadado.

Su rostro continúa firme mientras termina de explicarse y se notan de lejos sus ganas de zanjar el tema de forma definitiva. “Aquí no se hace distinción de ningún tipo porque ayudamos a entidades y personas de todas las ideologías y de todas las creencias. Damos a todos porque todos somos personas, ¡faltaría más! Es que nos han llegado a decir que nos conviene que haya pobres ¡y qué pena que haya gente que piense así! Pero aunque lo piensen, no deberían centrarse en eso sino en tratar de ayudar”, concluye.

Las subvenciones públicas y la aportación privada son las dos últimas cuestiones a tratar en la charla. Tal y como se indica en su memoria del año 2017, el 34% de sus ingresos provienen del Estado, mientras que el 55% vienen del ámbito privado. “Es más fundamental la ayuda privada porque no solo es la de las empresas, sino también la de las personas particulares”, expresa el presidente.

La entrevista va terminando, Marcela ya ha abandonado la pequeña oficina de la sede y Francisco comenta ilusionado un nuevo proyecto. “Ahora tenemos pensado comprar una cinta transportadora. Bueno, igual mejor alquilarla porque en este momento no tenemos muchos fondos... A final de año ya suelen venir las subvenciones, así que las esperamos con ganas”, concluye del Pozo.

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