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Adopciones en las que el menor tiene contacto con su familia biológica: el “modelo a seguir” en las futuras acogidas

Hugo y Susan, los hijos de Ana Santander, en un parque infantil.

Blanca Sáinz

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La idoneidad en la adopción es un proceso en el que las familias solicitantes de la acogida son declaradas aptas o no por la Administración. Este proceso arranca con la voluntad de los futuros padres de introducirse en el sistema de acogida y puede concluir de diferentes maneras, ya que no siempre que se realiza un informe favorable un menor termina llegando a la familia.

Lo que siempre es igual es la forma en la que arranca, que comienza con una sesión informativa organizada por la Sección de Adopciones de cada Gobierno autonómico en la que ya se pasa un pequeño filtro sobre aquellos que lo contemplaban como posibilidad pero prefieren descartarlo, y aquellos que siguen teniendo claro que quieren tener un hijo o hija de esta manera.

No obstante, la verdadera criba se realiza en la formación, que consta de unas diez sesiones en las que se realizan dinámicas de grupo, reflexiones e incluso exposiciones de la vida íntima de cada futura familia. Por este motivo, Patricia Setién, la jefa de la Sección de Adopciones del Gobierno de Cantabria, considera que la formación es lo verdaderamente “evidencial” para la Administración, ya que ahí se dan cuenta de quiénes sí continuarán con el proceso y quiénes no.

Ana Santander es madre de dos niños de origen vietnamita, Hugo y Susan, mediante la adopción, por lo que tuvo que pasar por esa formación antes de conocer a sus hijos. Ella, que también es presidenta de la Asociación de Familias Adoptivas y Acogedoras de Cantabria (Afamundi), considera que esta instrucción “es muy importante”: “Te plantean diferentes escenarios para que seas consciente de las situaciones que te puedes encontrar. Algo fundamental para vivir una maternidad o paternidad como la nuestra”, indica.

Precisamente, durante esa formación uno de los ejes principales que se trata es la conocida como 'adopción abierta', es decir, la acogida en la que el menor sigue teniendo contacto con su familia biológica. Esta cuestión, que hace unos años no se tenía en cuenta, está cobrando especial importancia recientemente. Tanto que, según cuenta la técnica del Ejecutivo cántabro, comunidades como Navarra han modificado su normativa en mayo de este año para que los ofrecimientos que conlleven adopción abierta sean 'preferentes' respecto a aquellas familias que se nieguen a que el menor tenga relación con la familia de origen.

Y aunque no es el caso de Cantabria, Setién considera que en su departamento tienen claro que después de Navarra se irán sumando comunidades, ya que es “el modelo a seguir” por un motivo que pesa por encima del resto: los efectos positivos que tiene en el menor.

Con ella está de acuerdo Ana Santander, quien considera, además, que ese vínculo con la familia de origen debe realizarse con acompañamiento por parte de profesionales: “Cada caso es súper concreto y es una labor que hay que hacer con mucho cuidado. Pero, como padres, tenemos que procurar que si tienen opción de poder tener contacto, lo tengan”, señala.

Asimismo, recuerda lo “esencial” que es cómo vean los padres adoptivos a los biológicos y cómo hablen de ellos delante de los menores porque estos “quieren incondicionalmente a sus padres aunque no les hayan visto nunca”: “Es algo innato a todos nosotros, lo que hay que procurar es que los niños tengan la seguridad y la intimidad emocional con sus padres como para expresar que quieren conocer a su familia de origen. Después tendremos que acompañarles en ese proceso y entender que esto les servirá para ordenar su puzle mental”, apunta Santander.

Así, y aunque la tendencia de la Administración y de las familias se dirige cada vez más hacia poner al menor en el centro, sigue habiendo casos de progenitores que no se sienten cómodos con que exista este contacto con los parientes biológicos: “Hay un 40% de futuros padres que no quieren que sus hijos se relacionen con su familia de origen. Negarse a que el menor contacte con un hermano o una madre es criminal para nosotros y demoledor para el menor porque se pierde toda la confianza familiar”, asevera Setién.

Respecto a esto, Ana Santander considera que para cambiar ese prisma es primordial que se produzca un “crecimiento personal”: “Hay que entender que sus padres y madres lo han hecho de la mejor manera que han podido teniendo en cuenta la situación que han vivido. De hecho, hay que agradecerles que tengamos a nuestros hijos porque ellos les tuvieron... Si los padres lo vivimos de esta forma, los niños lo vivirán de la misma”, explica.

En todo caso, y para aquellos que no han disfrutado de estas relaciones con su familia de origen y que desean saber más, la Ley 26/2015 estableció el derecho legal del adoptado a que la Administración le facilite el expediente y le asesore y medie en su búsqueda de orígenes. Además, los menores podrán acogerse a esta norma cuando su familia se niegue a ofrecerle más información sobre sus parientes.

Sobre esto último, la presidenta de Afamundi considera que es “vital” que exista ese soporte para aquellos jóvenes adoptados que quieran conocer sus orígenes pero también recuerda que, a pesar de que los padres normalicen a la familia biológica, hay casos de menores o adultos que fueron adoptados “que nunca quieren abrir esa puerta”.

Una idoneidad más cercana a la asignación

Además del deseo de que cada vez más familias asuman la adopción abierta como opción, la responsable de Adopciones de Cantabria considera que como la idoneidad es un proceso “dinámico”, a veces los deseos de las familias cambian. “Tú puedes obtener la idoneidad y que te asignen un menor al cabo de diez años, y quizá tu situación ha cambiado en ese tiempo”, destaca.

De esta forma, y a pesar de que hay sesiones de actualización de cinco años para la adopción nacional y de tres años para la internacional, Setién cree que no es “suficiente”. “En otras comunidades solo se recoge el ofrecimiento de la adopción y no la valoración de la idoneidad. Cuando se va acercando una posible asignación es cuando citan a la familia y la valoran”, asevera. Y es que según su experiencia, “en cinco años pasan muchas cosas”, y explica cómo han visto situaciones de todo tipo, que van desde la muerte de uno de los solicitantes de la adopción, divorcios, o incluso padres que han tenido a sus hijos de forma biológica y ya no contemplan la acogida.

“Entendemos que lo mejor, técnicamente, es que la idoneidad suceda en el tiempo más corto en el que vaya a haber una asignación porque ahí sabremos que es el momento perfecto”, asegura. En cambio, Setién no tiene problema en admitir que, debido a este motivo o a otros, en ocasiones la Administración “a veces se equivoca”: “En España hubo en 2021 nueve rupturas, lo que supone un fracaso en toda regla para nosotros por la revictimización de ese menor”, concluye, añadiendo su deseo de que estos casos cada vez sean más marginales.

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