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Jóvenes contra la despoblación: “Las decisiones sobre los pueblos no pueden tomarse en un despacho de Madrid”

Comida organizada en el pueblo por los miembros de 'La Bardal'.

Blanca Sáinz

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Pese a que la mayoría de los jóvenes suelen optar por irse del pueblo a la ciudad, Matías, de 25 años, optó por hacer el camino inverso: dejar la ciudad e irse a Ucieda, un pueblo perteneciente al municipio cántabro de Ruente que tiene unos 500 habitantes y que, como tantos otros lugares de Cantabria, sigue luchando por mantenerse.

Y aunque no sea un tema del que se suele hablar cuando se trata la despoblación, irse a los pueblos supone grandes dificultades como la vivienda, ya que hay muy pocas viviendas para alquilar “y la gente tampoco se fía...”. De esto y otras cuestiones se dieron cuenta Matías y otros jóvenes que también se acababan de trasladar: “Llegamos antes de la pandemia y tuvimos que reinventarnos. Así que asociarnos era una buena forma de buscar esas oportunidades, y creamos 'La Bardal'”, relata.

En el caso contrario está Valentina, de 21 años. Ella es de Ucieda de casi toda la vida –nació en Colombia–, y aunque no ha tenido que hacer el traslado al pueblo, también lleva años encontrándose las dificultades propias de vivir en un lugar olvidado: “Antes de adentrarme en 'La Bardal' tenía una visión bastante pesimista sobre vivir en el pueblo, y ahora la visión me ha cambiado y tengo ganas de intentar mejorar el lugar en el que estamos”, admite a elDiario.es.

Pero pese a las diferencias de base que pueden tener casos como los de Valentina y Matías, si hay un asunto en el que están de acuerdo al 100% ese es “que las decisiones que afectan a los pueblos no se pueden tomar desde un despacho en Madrid”. Por este motivo, el trabajo principal de la asociación es “hacer de puente” entre las instituciones y las necesidades “reales” de los pueblos: “Si no existe una gobernanza participativa dará igual el dinero que venga de los fondos europeos porque nadie sabe lo que se necesita aquí como la gente de aquí”, señala Matías.

Sobre esas necesidades, Valentina, que está estudiando fuera del pueblo, lo tiene claro: “Se trata de que los jóvenes que quieran venir no sientan desigualdades respecto a los jóvenes que viven a la ciudad, y aquí existen esas desigualdades: vas a la biblioteca a estudiar y hay horarios reducidos, si no tienes coche vas a tener muchos problemas para moverte en autobús porque lo reducen cada día más... Te lo ponen el doble de difícil para todo”, asevera.

Asimismo, en 'La Bardal' no culpan a las instituciones de ser inactivas, sino que consideran que tanto ayuntamientos como mancomunidad tienen presupuestos muy bajos “que no les permiten innovar o contratar tanto como querrían”. Por este motivo, las reuniones con el alcalde de Ruente, Jaime Díaz Villegas, son relativamente habituales, así como con el Grupo de Acción Local, a quienes también preguntan cómo pueden contribuir además de presentarles sus proyectos.

“Creo que la Administración sí que tiene interés en mejorar la situación, pero el interés solo puede materializarse si existen estos canales participativos en los que se toman las decisiones entre todos. Por eso desde 'La Bardal' queremos estar ahí facilitando esos procesos”, explican los jóvenes.

Nuevos vecinos, barreras sociales y empleo

La pandemia ha provocado, entre otras muchas cosas, la vuelta a los pueblos por parte de vecinos que tuvieron que abandonar en algún momento y por circunstancias principalmente laborales. Pues en este pueblo del Valle de Cabuérniga ha ocurrido lo mismo, y eso es algo que, tal y como reconoce Valentina, “da alegría”. Sin embargo, la cuestión del empleo sigue siendo el talón de Aquiles del mundo rural ya que, según esta agrupación, “hay que abrirse a la renovación de la economía, no centrarlo todo en la ganadería, la agricultura y el turismo porque seguro que hay otras oportunidades”.

No obstante, sí que admiten que hay muchos jóvenes a los que les gustaría seguir con la ganadería, y Matías es uno de ellos: “Es lo que más me atrae y lo que más respeto me genera. Creo que es un trabajo muy necesario”, indica. Justamente, en algunas de esas reuniones con otros chicos del pueblo, los entrevistados han percibido alguna que otra barrera social: “Te cuentan que hasta hace poco venían turistas de fuera y les llamaban paletos, además de reírse de ellos por hablar con la 'u'”, cuenta con cierta pena.

Por el contrario, el joven de 25 años explica cómo hay que darle la vuelta a ese discurso y comenzar a “agradecer” que se dediquen al ganado o que hablen con la 'u': “Es parte de la riqueza de nuestra tierra y se merecen que les agradezcamos que se hayan quedado y hayan cuidado del medio rural”, insiste.

Así pues, este grupo de chicos y chicas continuará creando y plasmando ideas a aquellos que las tienen que plasmar para tratar de conseguir su gran meta: una regeneración rural en la que se cuide del pueblo, de la tierra y de las personas. “Es la única manera de que los jóvenes se quieran venir aquí a vivir”, concluyen.

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