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‘La Balluca’, la microcervecería artesana más pequeña de España, está en un pueblo de Guadalajara

Judith Iturbe embotellando.

Pilar Virtudes

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La microcervecería artesana más pequeña del territorio español se encuentra en Milmarcos, un pueblo de 40 habitantes de la provincia de Guadalajara y a pocos kilómetros de la Comunidad de Aragón.

Se trata de La Balluca, cuya artífice es Judith Iturbe, una mujer que hace 20 años dejó en la ciudad todo lo que tenía y su trabajo en una multinacional para, junto a su pareja, volver al pueblo de sus padres donde pasaba los veranos. “Yo siempre había tenido muy claro que quería venir a vivir al pueblo, al final nos decidimos en el cambio de siglo, yo trabajaba en una multinacional ganado dinero, mi pareja también tenía una situación económica buenísima y decidimos dejarlo todo para venir al pueblo”, recuerda.

Aquí, en el año 2019 puso en marcha un proyecto que gestó durante un curso en la Escuela de Organización Industrial: “Salió un curso a través del grupo de Acción Local de Molina de Aragón. Hicimos dos proyectos, mi pareja uno de una cervecería y yo de una quesería artesana. Nos pareció demasiado loco hacer los dos y tuvo más fuerza la cervecería”.

A partir de aquí, Judith empieza a investigar y autoformarse en la elaboración de cerveza artesana de manera autodidacta. “Empezamos a elaboramos nuestras propias recetas, dándolas a probar a los amigos, y ya llegó un momento que no podíamos seguir solo bebiéndonos las cervezas que hacíamos ”, señala.

Así es como da el paso y se inscribe en el programa ‘Impulsa Mujer’ de la Diputación de Guadalajara que “ te da un acompañamiento durante dos años mientras que montas el proyecto y me lancé, en estos dos años me han ayudado mucho”, asegura.

Finalmente la empresa empieza a funcionar en 2019 con una inversión muy pequeña y “menos mal que no lo hicimos más ambicioso porque con lo que vino en el año 2020, nos hubiéramos hundido. Pensamos, vamos a empezar por algo muy pequeño y según nos afiancemos vamos creciendo y así lo hicimos”, señala.

Así, la inversión fue muy pequeña y adaptaron una parte de su propia casa para instalar la fábrica de cerveza. Allí Judith lo hace todo, elabora, embotella, comercializa e incluso lleva, como dice ella, el departamento de I+D.

El nombre también está muy apegado a la tierra ya que el término ‘balluca’ procede de la jerga que los esquiladores de los tres pueblos de la comarca, Milmarcos, Fuente el Saz y Maranchón, inventaron y utilizaban para que el resto de compañeros y sus propios jefes no se enterasen de lo que decían, denominada Migaña. Balluca significa taberna en Migaña. “Era una manera de rescatar ese idioma que se está perdiendo porque cuando se mueran los pocos abuelos que aún lo hablan ahora se habrá perdido”, asegura.

Variedades

Actualmente fabrica tres variedades de cerveza artesana: trigo, rubia y cinco maltas, todas de las denominadas ‘Easy Drinking’, cervezas fáciles de beber.

La cerveza trigo es muy suave, con malta de cebada y trigo, con una carbonatación media alta, un punto cítrico y amargor sutil, es muy refrescante y adecuada para gente que no le gusta mucho la cerveza.

La rubia es con malta de cebada, afrutada y con un sabor a cereal, y ·le ponemos tres adicciones de lúpulo que le dan el amargor y conseguimos un equilibrio muy interesante“, asegura.

La cinco maltas “es nuestra estrella, es más fuerte, con 6,2 grado de alcohol, con maltas más  tostadas y así consigues un color más oscuro, muy maltosa y tiene sabor a pasas, ciruelas, frutos secos, torrefacotos y regaliz”, dice.

Ahora está trabajando en dos estilos más pero no sabe cuando podrá comercializaras.

Con la filosofía que le mueve de producto de proximidad, Judith vende sus cervezas en la comarca, en tiendas y restaurantes de la zona de Molina de Aragón, además de hacer venta directa en la propia cervecería, donde sobre todo en verano “la gente viene a tomar su cerveza y organizamos también conciertos, presentaciones de libros y otras propuestas culturales”.

Su  venta es bastante estacional ya que estos “son pueblos con pocos habitantes, en verano no paramos, ni en Semana Santa, pero hay meses que no vendemos nada”, apunta.  

Ahora está dando el salto a Guadalajara capital para vender en restaurante y en la tienda que APAG (Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara), que “nos están ayudando un montón y nos están abriendo bastantes puertas”, asegura. También va a dirigirse a tiendas y restaurantes de Aragón ante la proximidad del pueblo con la Comunidad Autónoma aragonesa.

Además, intenta que los cuatro elementos que intervienen en la cerveza sean del entorno más próximo. Así, utilizan el agua del pueblo, lúpulos de un productos de Daroca, las levaduras quieren producirlas ellos mismos e incluso que los cereales, que sí son españoles, no tengan que salir a Bélgica a maltearse para luego volver a España.

Pese a las dificultades, que las ha habido, no se arrepiente de la decisión que tomó hace 20 años y que la llevó a producir cerveza en el pueblo de los veranos de su infancia. “Yo pensé que no iba a aguantar tanto tiempo en el mismo sitio, pero el descubrimiento de lo que es vivir en un zona rural es impresionante, cambias la perspectiva de los tiempos, de las formas y de la vida. Estamos disfrutando totalmente con todas las dificultades que conlleva, estamos encantados”, finaliza. 

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