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Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

De Oriente: la mujer rural en tiempo de pandemia

'Game Changer'

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De Oriente, esta vez no llegaban los dragones de los cuentos de otra época vomitando fuego. No, ni siquiera la gran muralla divisada desde el espacio, despertaba interés alguno. El nuevo acontecer se centraba en un mercado, en la ciudad de Wuhan. En él, se vendía sufrimiento al mejor postor. El dolor exhibido en las jaulas oxidadas de perros agonizantes. Aves exóticas que no volarían más. Murciélagos que quedaban condenados a vivir de día, o pangolines que, desde tiempos ancestrales, curaban enfermedades supuestamente, aunque a ellos su, supuesto, poder medicinal, no les salvase de la crueldad.

Un virus se coronaba en el zoco asiático. Este recorría el planeta a la misma velocidad, y con el mismo origen, que lo haría la pólvora en el siglo IX d.C.

De Occidente llegaban las risas, a modo de empatía ¡Es lo que tiene el sarcasmo! Sí, lo primero fue el chiste. De este modo, ser habitante de China y ser un virus, a veces, podrían parecer sinónimos. El todo era la parte, y la parte, era el todo. Fue en Carnaval cuando alcanzamos la cúspide de nuestro sentido del humor. En este, se rindió homenaje a las batas, los guantes y las mascarillas. Siendo estas últimas, las que verdaderamente han pasado a ser una extensión más de nuestro cuerpo.

A pocos días de la llegada de la primavera, diversos nuevos términos empezaron a formar parte de nuestra vida diaria: pandemia, estado de alarma, alerta sanitaria, curva -la que no había modo de bajar- o fases.

La muerte se cebaba con nuestra tercera edad. En otra época, la supervivencia era la única opción que quedaba en la infancia de postguerra. Para las niñas que soñaban la Noche de Reyes con tener una muñeca de cartón, aunque fuese bizca, que nunca llegaba. Las manos que portaban las cartillas de racionamiento. Las que fregaban suelos junto a unos pies descalzos. La migración de las maletas de cartón, que llegaban a Centro Europa en trenes de madera. Las porteras, las costureras o las chicas del servicio que llenaban de vida el Retiro los domingos.

Las estudiantes que soñaban con un directo de los Beatles. Las chicas que bailaban en guateques el twist. Las universitarias con pantalones que compartían alguna que otra calada en grupo. Las que luchaban para que nuestro país fuese, algún día, menos gris. Las llegadas a Barcelona, Madrid o Bilbao, con sus primeros ahorros, de meses, se ponían una permanente rubia. Las madres que se pusieron en pie de guerra contra la heroína.

En silencio y en la más absoluta soledad, se fueron ellas. Todas habían sido heroínas.

La nueva situación, la pandemia, ha sido combatida bajo un nuevo paradigma de la heroicidad.

Doy las Gracias:

A la mano amiga de la sanidad, que ha sido la única a la que se han podido agarrar sus últimas bocanadas de vida. Las jornadas sin reloj en el sector de la limpieza, pues en este gremio recaía el combate en primera línea. Los turnos interminables en los que había lágrimas de impotencia, de alegría, y otras muchas veces, de victoria. La gestión sanitaria se hacía vital y requería de la razón. La separación obligada de lo que más quieren: sus hijos… Y a dormir en un hotel, residencia o pensión, con objeto de no llevarles el virus.

A la fuerza de las cuidadoras, que han antepuesto su salud en pos de la dependencia. Ellas dan lo más hermoso que tiene el ser humano, el cuidado hacia quienes, sin esta ayuda, no tendrían aquello que resulta tan básico para la dignidad de la persona, el aseo.

A la atención directa de la banca, su apertura transmitía seguridad económica, en un momento en el que la incertidumbre financiera no daba tregua a cierta tranquilidad. La atención en ventanilla fue un freno a la ruina más absoluta, evitando el despiadado corralito.

A la dedicación en educación, su labor desde el trabajo online, hacía que la infancia pudiese serlo propiamente, a pesar de su reclutamiento. Las clases a través de una pantalla seguían formando y aportando, el recurso que más libre hace a la humanidad: la educación.

A la hostelería, las mesas se quedaban vacías y la barra no tenía a nadie en sus dos orillas. La cocina había cerrado siendo aún medio día. La risas compartidas en las cañas, las comidas con sobremesas eternas y la antesala de las cenas… ¡Ya no existían!

Al área de la alimentación, gracias al esfuerzo titánico llevado a cabo en este sector, hemos conseguido tener la nevera llena. Las jornadas en el campo en las recolecciones, que además de poner su sudor, exponían su salud, sin estas manos no hubiese nada que echarnos a la boca. La comunicación terrestre, que ha pasado horas y horas en la carretera, sin apenas disponer de áreas de servicio, en las que poder llenar el estómago, tomar un café o darse una ducha. Las cajas que al mismo tiempo que registraban la compra, a veces, registraban el virus. Las manos que, sin descanso, reponían estantería tras estantería. Gran tarea la de distribuir el abastecimiento de mercancías.

A las asesorías, la producción se había parado y los ingresos con ella. La tramitación de la regulación de empleo, era la única esperanza que tenían las familias para hacer frente a la situación. El desvelo de muchas personas durante muchas noches hizo que los ERTE se pudiesen tramitar y muchos hogares volvieran a tener ingresos.

A la cultura, que seguía transmitiendo esperanza mediante la música, la escritura, el cine, el teatro o la pintura... Esta labor la hicieron desde el altruismo, en un momento en el que todos los proyectos se habían roto en mil pedazos y por ello, los ingresos se esfumaron.

A todas las madres, que desde casa día a día combatían el encierro de los suyos, dejándose la piel para que no faltase de nada.

A todas las mujeres, que ante la escasez de materiales, hacían mascarillas. Ellas pasaron horas y horas sentadas frente a la máquina de coser. Desde la solidaridad más absoluta, nos protegieron, regalándonos sus noches de desvelos y sus días.

El mundo se paraba, sin embargo, ellas -las mujeres- siguieron empujándolo.

Dedicado a todas las mujeres que forman parte de mi vida y las que un día se fueron. Gracias al legado de estas últimas. Hoy nosotras, sus descendientes, vivimos en un mundo mejor.

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