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Corazones rotos

Dos migrantes descansan tras saltar la valla de Melilla, a 24 de junio de 2022, en Melilla (España)

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Se nos ha roto el corazón. Casi 40 personas muertas en la frontera entre Marruecos y España nos ha roto el corazón. Las imágenes no son nuevas, ya las habíamos visto antes, pero no queremos que se repitan.

Son personas. Y parece que se olvida. Personas que huyen del hambre o de la guerra, de la persecución o de la falta de oportunidades. Parece que algunas personas sienten que estas personas son una amenaza y la única solución que se le ocurre a los gobiernos es reforzar los muros y que la seguridad nos proteja en esta Europa fortaleza. Es probable que no se pueda asumir los infortunios de cada una de las personas que deciden llegar a través nuestras fronteras, y quizás lo sensato sea una postura de autoprotección emocional para no sufrir por cada una de ellas.

Puede que haya llegado ya el momento de cambiar este discurso. Nosotras no queremos combatir a ese discurso del odio que determinados partidos legitiman o apoyan. Queremos construir, como señala la Fundación porCausa, una nueva narrativa. 

En ningún caso queremos hablar de ellos y de nosotros (ellas y nosotras). Cualquier persona en un momento dado se puede convertir en una persona que migra, quizá lo fue en el pasado, o lo puede hacer en el futuro. No caigamos en simplificar la “otredad”. Parece que lo negamos o no lo queremos ver, pero son personas con nombre, con pasado y con futuro, con mayor o menor vulnerabilidad, víctimas de mafias, para algunas cabezas como amenaza futura a nuestra seguridad y a nuestra forma de vida. O se rechazan y excluyen, o se infantilizan y re-victimizan. Olvidemos por un momento el número, y pensemos en Ahmed, el hermano mayor de 4 hermanos que nació en Mali. Que vendieron la casa familiar para que él pudiera viajar a Europa, trabajar, y poder enviar dinero. Su intención era venir a Azuqueca, porque un amigo suyo vive (entre ellos se llamaban primos) y trabaja en el Corredor del Henares en “lo que va saliendo”. Poco a poco, y con el tiempo, que pudieran viajar los otros 3 hermanos menores. Quién sabe si Ahmed pudiese haber traído a la que era su novia y que se quedó en Mali porque no había dinero para que viajara la pareja junta.

Y en esta reflexión no se nos puede olvidar la valla. La valla no es una línea pintada en el suelo, que mide situaciones entre personas y el espacio que ocupan en la escena, creando un dentro y un afuera. Por un lado es defensivo, y muy ofensivo para quienes están al otro. La valla es a veces alambrada fija, alta y espinosa, puede ser un trayecto de varios días entre Mauritania y Canarias, varias horas en los bajos de un camión, una entrevista policial en el puesto fronterizo con 3 policías y un traductor que no entiendes, o un pasaporte falsificado para entrar en España y trabajar en un club de carretera. 

Acaba ya de leer esta reflexión y ponte a ello. Se necesitan muchas personas para ayudar en el proceso de integración de las personas inmigrantes y refugiadas en este país, en esta sociedad. Y cualquier ayuda es buena. Te estamos esperando.

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