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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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Honestidad para recuperar el esplendor de nuestros maltrechos humedales

Laguna de Manjavacas en Mota del Cuervo (Cuenca)

Miguel Ángel Hernández Soria. Ecologistas en Acción Castilla-La Mancha

El agua tiene ese poder milagroso de generar una explosión de vida allá por donde pasa o se acumula. Comunidades de fauna, flora y microorganismos proliferan en y en torno a ella variando en función del terreno, del régimen hídrico o de las cualidades físicas y químicas del preciado elemento. Se conforman así los humedales o zonas húmedas, uno de los ecosistemas más ricos y productivos de la tierra, merecedores desde siempre de nuestra atención, primero como fuente de alimento y lugar para asentamientos, ahora como objeto prioritario de conservación.

Antes de que en España se promulgara una ley de protección de la naturaleza, y desde luego mucho antes de que la tuviera Castilla-La Mancha, entre el 2 y 3 de febrero de 1971 se redactó y aprobó en Ramsar (Irán) la “Convención relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas”, que entra en vigor en nuestro país en septiembre de 1982. El acuerdo ha crecido, sumando adhesiones y ampliando sus objetivos no sólo a las aves sino al conjunto del ecosistema. También, de la mano de las sucesivas conferencias de las partes celebradas en estos años se ha ido centrando en la idea de que la interacción con las actividades humanas es la que determinará, para bien o para mal, el futuro de estos espacios naturales y de las comunidades que de ellos dependen.

Castilla-La Mancha es un buen ejemplo de lo que ocurre con los humedales, sean estos de aguas corrientes, como los ríos, o estancadas, como las lagunas y tablazos. Como en otros casos, se produce una relación bipolar, pero que desgraciadamente se orienta más al deterioro que a la conservación.

Desde aquel lejano 1982 se han ido incorporando humedales a distintas figuras de protección, desde parques nacionales y naturales como los de las Tablas de Daimiel o las lagunas de Ruidera respectivamente, hasta reservas naturales y refugios de fauna. La imagen que mejor refleja la extensión, diversidad y nivel de protección de estos espacios la ofrece a día de hoy la red Natura 2000. En el listado de 72 lugares de interés comunitario y 39 zonas de especial protección para las aves de Castilla-La Mancha hay 18 espacios que son lagunas o encharcamientos naturales y otros 18 en los que tramos de ríos o embalses forman parte esencial del espacio protegido. Esto es, casi un tercio de los espacios red Natura 2000 son o contienen humedales.

Castilla-La Mancha, aun siendo una región seca y de interior, tiene así entre los elementos más destacados de su biodiversidad una gran riqueza de zonas húmedas. De hecho Mancha y húmeda identifican en un solo término reconocido internacionalmente una de las más grandes extensiones de Europa salpicada de lagunas, encharcamientos y tablas.

El esfuerzo por conservar estos espacios no se ha limitado a una mera delimitación de áreas sino que además, aunque sea con velocidad irregular y resultados a veces mejorables, se les ha ido dotando de planes de gestión y de recursos para facilitar el uso público.

Pero como el conjunto de nuestros espacios naturales sufrieron una injustificable marginación por parte de quien tenía la obligación de protegerlos adecuadamente. Y ahora recuperar el terreno en plena crisis no está resultando tarea fácil. Al menos de momento decenas de miles de ciudadanos han vuelto a poder disfrutar de muchas de estas zonas a través de los centros de información e interpretación reabiertos. También se percibe cada vez mejor como los humedales ofrecen al territorio unreferente singularmente atractivo al visitante y, por tanto, generador de actividad económica.

Para recuperar el esplendor de nuestros maltrechos humedales hay que afrontar grandes retos, pero el más importante es el de la concienciación y honestidad de los actores que intervienen en su gestión. En Castilla-La Mancha los humedales están permanentemente dañados y tensionados por la sobreexplotación de los recursos hídricos y por la contaminación. Ahí están los ejemplos de Daimiel, Ruidera, el Tajo, el Júcar o el alto Segura. Una administración hidrológica partidista y sectaria determina que las principales presiones que sufren nuestros ríos y acuíferos pervivan en el tiempo. Por otra parte, los agentes económicos en el territorio sólo exigen más y más agua, como si esta fuera un bien inagotable, y llevan a los políticos a posiciones extremas cuando no claramente contradictorias.

Los humedales, como los ecosistemas y los recursos naturales en general, son parte del mundo en que vivimos y aunque sólo fuera por intereses egoístas los necesitamos. Más aún, si como bien nos recuerdan los convocantes de este día mundial de 2017, respetándolos nos ayudan incluso a prevenir y paliar desastres naturales como las inundaciones o las sequías.

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