El cierre del Colegio La Puebla de Ponferrada: cuando la innovación educativa choca contra los prejuicios
El primer centro público del Bierzo con sección bilingüe cierra las puertas pese al esfuerzo del profesorado por promover alternativas pedagógicas, condenado por la caída de matrícula hasta convertirlo en los últimos años en un 'gueto' de alumnado de etnia gitana
Fue el primer centro público del Bierzo en implantar la sección bilingüe en inglés, de los pocos en contar durante tres años consecutivos con ayudantes para profundizar en la enseñanza de idiomas, el primero en tener un huerto escolar en Ponferrada. Y, sin embargo, el cierre del Colegio La Puebla de Ponferrada (recientemente rebautizado como Luis del Olmo) parecía la crónica de una muerte anunciada como consecuencia de la progresiva reducción del alumnado.
El esfuerzo del profesorado por promover programas de innovación educativa (el último todavía este pasado curso para mejorar el rendimiento en matemáticas) ha chocado contra los estereotipos y los prejuicios, los que endosaron la etiqueta de 'gueto' seguramente mucho antes de que la matrícula se limitara casi exclusivamente a niños de etnia gitana.
Puede que el cierre de la Puebla se empezara a escribir, paradójicamente, en uno de los momentos de mayor apogeo. El centro fue, en su origen, el primer colegio público de Ponferrada, el que aglutinaba desde 1956 el alumnado del barrio homónimo de la zona baja de la ciudad, la que protagonizó el desarrollo económico de la época para sustituir al esplendor del casco antiguo. Llegó a contar con 32 unidades, lo que motivó un desdoblamiento que dio origen al Colegio Navaliegos.
Las deficiencias del edificio original (situado en el solar del actual Centro de Educación Permanente de Adultos Ramón Carnicer) y la saturación de alumnos acabaron provocando el traslado a un nuevo centro, el del hasta ahora Colegio La Puebla en marzo del curso 1978-79 para 'celebrar' ahora un triste 40 cumpleaños. Fue a principios de los ochenta cuando llegó a contar con más de 750 alumnos y 24 unidades. Ahí pudo morir de éxito.
La solución a la saturación del centro se tomó recortando por abajo, por unidades de Infantil y la primera etapa de Primaria que se emplazaron quizá como guiño histórico en el solar original con la construcción del parvulario Esther Carrera pero que le hicieron perder capacidad de relevo de promociones. La Puebla perdió varias unidades y un centenar de alumnos casi de golpe.
Pero la sangría más importante se produjo en los noventa, cuando cayó en alrededor de 450 alumnos después de que la administración decidiera convertirlo desde el curso 1990-91 en un Centro de Integración en el que confluyeron alumnado de la Escuela Hogar, de etnia gitana (por la cercanía del poblado ubicado a orillas del Sil), con necesidades educativas especiales y niños de pisos de acogida y hogares funcionales hijos de mujeres víctimas de violencia de género. La Puebla cerró esta década ominosa con 220 estudiantes.
Rumores y orientaciones que hicieron daño
Las aulas se fueron vaciando, al tiempo que empezaban a circular los rumores. El primero sugería la instalación allí del Conservatorio Oficial de Música. La propia disposición de espacio libre motivó el desembarco de otros estudios como los de gallego francés y alemán de la Escuela Oficial de Idiomas, quizá la semilla que abonó el terreno para deslizar un posible aprovechamiento total, despejado con el estreno en 2008 de un edificio específico para la enseñanza de lenguas extranjeras. El último runrún fue el del traslado a estas dependencias de las oficinas de la Policía Municipal o de parte de los Juzgados.
El caso es que los rumores fueron ahuyentando a las familias, mientras paradójicamente se saturaban colegios públicos del entorno como Peñalba o el Valentín García Yebra, que incluso tuvo una ampliación. “Y eso no debió suceder. La Inspección puede orientar la matrícula. Y ahí hubo una administración de recursos nefasta tanto para el centro que se vaciaba como para los que se saturaban”, critica el responsable de Enseñanza de la Unión General de Trabajadores en El Bierzo, Manuel Rey.
Mientras la matrícula descendía en La Puebla, su profesorado ya había decidido dar la batalla con sus armas: la imaginación y el esfuerzo para encontrar soluciones con programas innovadores que dieran atractivo al centro. Fue así como La Puebla pudo presumir de pionero con el estreno en 2007 de la primera sección bilingüe en un colegio público de Educación Infantil y Primera (para entonces ya había perdido los dos primeros cursos de Secundaria por el traslado a los institutos para, de paso, dejar la matrícula en el curso 2002-2003 ya por debajo de los tres dígitos en unos exiguos 85 alumnos), reforzada durante tres cursos consecutivos con la presencia de otras tantas ayudantes Comenius llegadas de Dinamarca, Bulgaria y Turquía.
Del primero llegó en 2011 Iben Siri Hjort Knudsen. “Sólo tengo buenos recuerdos. Para mí, era una escuela muy profesional, moderna y ambiciosa. El profesorado y la directora (de entonces, Elisa Elena González) hicieron un gran esfuerzo para ofrecer a los alumnos muchas experiencias divertidas y educativas”, cuenta por correo la asistente danesa, con la que los niños del colegio podían interactuar en inglés, un “factor de motivación” tanto para el aprendizaje del idioma como de cuestiones de la cultura de su país como las tradiciones de Navidad. “Me entristezco mucho pensando en todo lo bonito de allí que ya no está existe porque el colegio se ha cerrado”, lamenta.
Los esfuerzos dieron sus frutos. La Puebla, también de los primeros en contar con jornada única y programa madrugadores a la vez que abría sus puertas al aprovechamiento fuera del horario lectivo de sus aulas por parte de colectivos como la Asociación Mineralógica Aragonito Azul o del patio cubierto por parte del club de hockey sobre patines Asociación Patinaje Global, experimentó un repunte hasta alcanzar los 115 alumnos, cantidad que luego fue disminuyendo por la extensión de este tipo de programas innovadores a centros públicos y concertados del entorno, pero también por el efecto combinado de una crisis económica que ha supuesto una sangría demográfica por la caída de la natalidad, la emigración y el efecto rebote de una inmigración que había sido notable en los años de bonanza y que, en este último caso, había ayudado a componer ese tirón de matrícula, precisamente por la disposición de pupitres libres fuera de los períodos ordinarios de matrícula.
“Lo acertado habría sido una distribución de alumnos más equitativa”
La Puebla, que mantuvo hasta la primera década del nuevo siglo un alumnado variopinto en el que la proporción de estudiantes de etnia gitana no era muy superior a los años de relativa normalidad, sí se fue convirtiendo ya a partir del cambio de decenio en un 'gueto'. “Y aunque se dispongan leyes integradoras, como sociedad seguimos plagados de estereotipos y de prejuicios”, diagnostica la profesora de Sociología de la Universidad de León Adelina Rodríguez, que conoció de primera mano la situación del centro durante las campañas en las que ocupó puestos de salida de la lista de Izquierda Unida a la Alcaldía de Ponferrada en 2007 y 2011.
“Lo acertado habría sido haber distribuido al alumnado de una forma más equitativa. Pero creo que la administración tampoco tiene clara la política de integración y normalización. Es una pena porque había buenos profesionales, no sé si apoyados o no por la administración”, señala Rodríguez.
El centro pareció quedar sentenciado cuando incluso padres de familias gitanas decidieron matricular a sus hijos en otros centros del entorno hasta provocar una última caída de matrícula que incluso llevó en 2016 al entonces consejero de Educación de la Junta de Castilla y León, Fernando Rey, a no descartar el cierre de La Puebla, rebautizado en 2018 como Colegio Luis del Olmo.
La medida, ya casi a la desesperada, se enmarcaba en la política de propiciar un cambio de imagen siempre acompasada con la implantación de programas de vanguardia pedagógica en ámbitos como las Tecnologías de la Información y la Comunicación o la introducción del ajedrez en horario lectivo, la extensión de medidas de carácter social como la implantación del programa Releo para los libros de texto gratuitos o la realización de actividades complementarias para llevar la enseñanza más allá de las cuatro paredes del aula con una colaboración con Onda Bierzo para acercar a los niños al mundo de la radio.
Posible 'resurrección' mientras se busca convenio
Tan solo cinco alumnos se habían matriculado en septiembre. Los padres o tutores decidieron finalmente trasladarlos a otros centros próximos en Ponferrada hasta cesar la actividad educativa (se mantiene el uso por parte de algunas asociaciones) en el hoy Colegio Luis del Olmo (los cuatro profesores, incluida la última directora, han sido también reubicados en centro de la capital berciana, dos de ellos en los que ya compartían con La Puebla en estos últimos años). El Ayuntamiento de Ponferrada se ha apresurado a solicitar públicamente la desafectación del centro para poder utilizarlo con otros fines, si bien fuentes de la Junta de Castilla y León precisan que la normativa establece un período extra de dos años en los que, en principio, volverá a incluir a La Puebla entre las opciones de matrícula para las familias.
La Puebla, para la que se abre así una posibilidad de 'resurrección', también formaba parte de un acuerdo presentado públicamente a principios del pasado mes de mayo (en pleno período preelectoral) a tres bandas entre la Junta de Castilla y León, la Universidad de León y el Ayuntamiento de Ponferrada. Lo hacía en la medida en que iba a ser destinataria del alumnado de la Escuela Hogar (que se acondicionaría como Residencia Universitaria) y se convertiría también en CRIE (Centro Rural de Innovación Educativa).
“A nosotros no nos consta que hubiera ningún convenio ni que se rubricara nada”, dice la concejala de Educación del Ayuntamiento de Ponferrada, Concepción de Vega, después de que en mayo cambiaran los equipos políticos tanto del Consistorio como del Gobierno autonómico. “Nosotros no queremos que se cierre. Es un edificio fantástico. Y pedimos la desafectación del uso educativo para barajar opciones”, afirma la edil.
El estado de aquel acuerdo a tres bandas mantiene a la expectativa al sindicato UGT, que alude al ejemplo del antiguo Colegio de Flores del Sil, sin uso tras la reestructuración de los centros del barrio. “Si no se ha conseguido hacer nada con ese colegio...”, dice, escéptico, Manuel Rey, que también cuestiona la viabilidad del desembarco de la Escuela Hogar (lo que obligaría a hacer obras para acondicionar lugares de alojamiento para apenas 18 alumnos) o de la conversión en Centro Rural de Innovación Educativa de unas instalaciones situadas en el centro de una ciudad como Ponferrada.
Precisamente el final de un centro educativo en un ámbito tan urbano como el de Ponferrada es el último motivo de reflexión. Acostumbrados cada año a un goteo de candados en las puertas de colegios rurales, el cierre de La Puebla puede ser un “aviso a navegantes”, admite la profesora de Sociología Adelina Rodríguez. “Pero ha bajado muchísimo la tasa de fecundidad. Y si no hay trabajo y se quedan a vivir familias jóvenes, habrá que pensar más en infraestructuras para la población adulta que para los niños”, certifica Rodríguez tras constatar cómo, en este caso, los esfuerzos de innovación educativa chocaron contra los prejuicios y los estereotipos para cerrar varias décadas de historia educativa en Ponferrada.
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