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Barcelona planteará reducir a la mitad el número de cruceristas de cara a verano de 2023

Imagen de archivo de un crucero en el puerto de Barcelona. EFE/Quique Garcia

Sandra Vicente

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En un mes de temporada alta pueden llegar a Barcelona hasta 400.000 cruceristas. Estas cifras generan “preocupación vecinal por la contaminación y la masificación turística”, ha asegurado la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau. El turismo y sus consecuencias son la quinta preocupación más frecuente entre la ciudadanía, motivo por el cual Colau ha emplazado a las diversas administraciones responsables para “atender a la necesidad de regular la actividad crucerística”.

Así lo ha manifestado la alcaldesa en una comparecencia tras la primera reunión de la mesa de estudio sobre la regulación de los cruceros, en la que ha participado el Ayuntamiento, la Generalitat, el Ministerio de Transportes y el Puerto de Barcelona, todas administraciones competentes en este ámbito. El primer acuerdo tomado en esta mesa es el de constituir un grupo de trabajo que actualizará los datos sobre la actividad crucerística, siendo que las cifras disponibles provienen de las diferentes administraciones implicadas en la gestión.

A partir de este diagnóstico, que se espera tener antes de finales de año, se elaborarán propuestas para abordar la situación del Puerto de Barcelona, el primero de España y el cuarto del mundo en lo que a llegada de visitantes se refiere. Por su parte, y a pesar de no tener todavía las cifras, el Ayuntamiento ha anunciado que propondrá a la mesa de estudio abordar la posibilidad de reducir a la mitad el número de cruceristas que llegan a la ciudad durante la temporada alta (de mayo a octubre).

Para lograrlo, Colau ha abierto la puerta a diversas opciones. La primera sería seguir los pasos del puerto de Palma, que ha limitado a tres el número de cruceros que atracan diariamente. Otra vía sería la de reducir el número de personas que viaja en cada barco. El objetivo, según la alcaldesa, no sólo es conseguir reducir el número de visitantes, sino espaciarlos en el tiempo. Y es que en los llamados 'días rojos' pueden llegar a desembarcar en la capital hasta 25.000 personas. La pretensión del consistorio es que esta cifra nunca supere las 10.000 personas diarias.

Con todo, desde el Ayuntamiento también se apuesta por conseguir que crucerismo de tránsito (que sólo está unas pocas horas en el puerto) disminuya al 20% respecto al crucerismo de base (aquel en que el barco atraca durante varios días en la ciudad). Actualmente, el crucerismo de tránsito representa la mitad del total.

En busca del pacto entre administraciones

La propuesta de reducir a la mitad el número de cruceristas es una idea que el Ayuntamiento de Barcelona propondrá al resto de administraciones a partir de septiembre. A pesar de que las negociaciones todavía no han empezado, la postura del Puerto de Barcelona no es, de entrada, favorable a las ideas de Colau. “Son cifras que no podemos compartir porque son de parte. El modelo de otras ciudades [en referencia a Palma] no es el que debemos seguir, porque más que reducir el número de cruceros, debemos seguir regulando el número de terminales”, ha asegurado Damià Calvet, presidente del Puerto.

Isidre Gavín, secretario de Territorio y Movilidad de la Generalitat, se muestra de acuerdo con Calvet e insiste en que “se habla mucho de Palma, pero tenemos muchas diferencias. Antes que el acuerdo de Palma viene el acuerdo de Barcelona”. Con esto, Gavín y Calvet hacen referencia al acuerdo que se firmó en 2018 para regular la actividad crucerística y que limitó el número de terminales a siete.

Pero esa medida es, según Ada Colau, “insuficiente”, quien ha apuntado a regular el “el volúmen” de los cruceros que llegan a Barcelona en vista de que cada vez son más grandes y albergan a más viajeros. Igualmente, la alcaldesa destaca la necesidad de regular también el impacto que tiene esta actividad turístca, tanto en lo económico como en lo social y ambiental. Por su parte, desde la Generalitat se muestran de acuerdo en la necesidad de reducir las externalidades negativas de la actividad crucerísticas, pero consideran que hay que poner en valor también las positivas.

“Seguro que hay vecinos que ven con alegría y esperanzas la llegada de cruceristas a Barcelona, sobre todo después de los dos años de pandemia que hemos pasado”, ha apuntado Gavín, quien insiste en la necesidad de conocer los datos antes de tomar decisiones. Igualmente lo creen desde el Puerto de Barcelona, donde no se ve claro reducir el número de cruceros y se apuesta por reducir terminales. “Pero si los datos nos dicen otra cosa, nos plantearemos otras opciones”, ha asegurado Calvet.

Con todo, Colau ha insistido en que la actividad turística que “no puede crecer ilimitadamente. Somos una ciudad abierta, pero hay que poner límites”. A esta afirmación, Calvet ha insistido en que hay que esperar a los datos, porque “no sabemos cuál es la certeza tras las cifras que nos dice que el turismo se disparará descontroladamente”.

Se abre, pues, un periodo de negociación que se prevé que tenga propuestas concretas antes de que empiece la temporada alta y, también, antes de la celebración de las elecciones municipales, en mayo de 2023.  

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