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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Corfú, la belleza jónica

Puesta de sol en Peroulades.

Àlex Blancafort

Esta enorme isla, la mayor de las jónicas, situada a 75 km de la famosa bota de Italia y a casi tiro de piedra de Albania, no responde al prototipo. Corfú puede alardear de poseer algunas de las playas más espectaculares de toda Grecia y, como en muchas otras islas de este país, en su territorio también florecen los olivos (se han contabilizado hasta tres millones) y los cipreses. Pero ahí se acaban los parecidos. En Corfú apenas sí hay restos arqueológicos. Y, a diferencia de la aridez que caracteriza la mayoría de las islas griegas, el paisaje está cubierto de vegetación. Nada raro si se tiene en cuenta que esta parte del Mediterráneo cuenta con un régimen de lluvias superior al normal. Pero no hay que asustarse: en verano puede disfrutarse del sol las altas temperaturas. Y por el continuo chirriar de las cigarras.

Mitos e ilustres visitantes

Corfú remite a algunos de los personajes más conocidos de la mitología griega. Por ejemplo Poseidón, el rey del mar, de quien se dice que raptó a Córcira (hija del rey Asopo y una ninfa) y se la llevó a una isla desierta del mar Jónico, a la que bautizó con su nombre como regalo de nupcias. El nombre mutó con el tiempo hasta convertirse en la Kerkyra actual, tal y como se conoce a Corfú en griego. Juntos, tuvieron un hijo llamado Féax, héroe de los feacios, posteriores habitantes de la isla.

Precisamente, la isla de los feacios es mencionada por Homero en La Odisea como la isla que acogió a Ulises tras su regreso a la cercana Ítaca después de haber luchado en la guerra de Troya. Aún hoy diversos lugares pugnan en la isla por ser el punto donde Ulises desembarcó en su viaje. 

En la historia de Corfú se suceden batallas, conquistas y dominaciones. Herencia de estos episodios son las fortalezas que sobresalen estratégicamente a lo largo de toda la isla. Dos de ellas rodean la capital, que es la única ciudad de Grecia fortificada de esa manera.

No fueron Poseidón e Ulises los únicos insignes visitantes de Corfú. En su viaje a Lepanto, donde participó en la famosa batalla, Cervantes hizo escala, el 26 de mayo de 1571, en Corfú. Por entonces a Corfú se la conocía como “la isla inexpugnable”. También recalaba aquí durante largas temporadas la famosa emperatriz austríaca Sissí. Hoy, el palacio de Ajílion, su residencia veraniega, situada 9 km al sur de la capital, es uno de los lugares más visitados de la isla.

Pero mucha gente conoce Corfú gracias a británico Gerald Durrell. Este famoso naturalista vivió con su familia en la isla cuatro años, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando era niño y plasmó sus vivencias en Mi familia y otros animales, un libro que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo y que narra de forma magistral el carácter tan especial de la isla y sus habitantes.

Aires europeos

Corfú es Grecia. Pero aquí se respiran aires de las diferentes dominaciones que ha tenido la isla. Especialmente en la arquitectura. Cuando uno visita la capital Corfú, tiene la sensación de encontrarse en una ciudad italiana. No en vano la isla estuvo bajo dominio veneciano durante casi 400 años, desde finales del siglo XIV hasta el XVIII. Pero también británicos y franceses dejaron aquí su huella. La Spianada (Explanada) es una enorme plaza donde se ubican algunas de las construcciones más emblemáticas de la ciudad como la fortaleza veneciana o el Liston, un edificio de arcadas diseñadas por el famoso arquitecto francés Ferdinand de Lesseps y que imitan la famosa Rue de Rívoli parisina. En la gran explanada verde que hay al lado todavía es posible ver cómo se juega al críquet, herencia directa en este caso de la dominación británica.

Sumergirse en el laberinto de callejuelas de Corfú, especialmente en el barrio de Kampielo, es una delicia aunque hay que hacerlo sorteando a los miles de turistas que deambulan seducidos por el encanto de esta ciudad. En sus estrechas calles se apiñan cientos de tiendas dirigidas a los turistas, innumerables bares, tabernas y restaurantes. Si se superan estos pequeños inconvenientes, la ciudad de Corfú cautiva desde el primer momento. Eso sí, en verano hay que visitarla al atardecer para huir del sol abrasador.

Cerca de la capital, a unos cuatro kilómetros al sur, se encuentra uno de los puntos más fotografiados de Corfú: el monasterio de Panayía Vlaherna. Se trata de un pequeño templo de blanco reluciente que se halla en un islote unido a tierra por una escollera.

Playas y acantilados

Corfú es una isla de grandes dimensiones y para conocerla en su totalidad se necesitan varios días. La costa noroeste es sin duda la que alberga mayor número de atractivos. En la costa norte, Sidari es uno de los principales núcleos turísticos. Aunque algo masificado, no hay que dejar de visitar el famoso Canal d’Amour, un estrecho brazo de mar rodeado de caprichosas formaciones rocosas de tono marrón que contrasta con el azul intenso del mar. Es un lugar delicioso para bañarse.

Siguiendo la costa por el oeste, cerca de Peroulades, nos aguardan espectaculares acantilados de piedra caliza blanca, algunos con una caída de más de 50 metros, moldeados por el viento y el mar y que forman en algunos puntos paradisíacas calas. Es muy recomendable observar la puesta de sol en alguno de estos parajes.

Corfú sorprende a cada momento por la espectacularidad de sus playas y sus costas. En Afionas se puede disfrutar de una excursión extraordinaria: desde el pueblo (que, en este caso, sí responde la imagen idílica de los pueblos tradicionales griegos) parte un sendero que conduce hasta Porto Timoni, una estrecha franja de tierra que separa dos de las playas más hermosas de Corfú. El agua es cristalina y las playas están cubiertas por piedras. Cada playa tiene una temperatura diferente por lo que es posible bañarse en la que más apetezca . Durante este paseo se podrá disfrutar de las vistas de la bahía de Agios Giorgios (San Jorge) y su larga playa. Aquí también vale la pena quedarse hasta tarde para admirar la puesta de sol. 

Y dejamos para el final Palaiokastritsa, sin duda una de las perlas no solo de Corfú, sino de toda Grecia. Este es uno de los lugares de la isla que pugnan por ser el punto donde desembacó Ulises. Si fue así, debió quedar prendado por la belleza de este paraje, rodeado de montañas donde el verde de la vegetación choca literalmente con el mar. Paleokastritsa está conformada por una serie de pequeñas penínsulas que se adentran en el mar formando pequeñas playas de arena. El agua del mar es rabiosamente cristalina, de un color “azul mariposa” como describe Gerald Durrell. Muy recomendable alquilar una pequeña embarcación para conocer esta zona, que invita a zambullirse constantemente en sus aguas. Allí es donde realmente uno llega a comprender porqué a Corfú la llaman la isla esmeralda.

Vueling vuela de Barcelona a Corfú.

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