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Mucho diseño para tanto saldo

Aspecto de los nuevos Encants el día de su inauguración. / Cristina Palomar

Cristina Palomar

Este artículo ha sido publicado en el blog laperiodistadesquiciada

El proceso de encorsetamiento de la Barcelona amante del caos y del desorden avanza imparable. Ahora le ha tocado el turno a los Encants Vells, que este miércoles han estrenado –con bastante retraso por cierto- nueva ubicación al otro lado de las Glòries, en una especie de tierra de nadie llena de descampados y modernos edificios vacíos de vida. Las calles de alrededor del nudo viario eran un constante ir y venir de gente y el nuevo mercado estaba lleno hasta la bandera: habituales de la feria se mezclaban con barceloneses chafarderos y turistas despistados. También se paseaban políticos, una especie más difícil de encontrar en los Encants. Mientras la prensa esperaba la llegada del alcalde, Xavier Trias, el líder del PP barcelonés, Alberto Fernández, ya se había pateado el mercado de punta a punta y había hecho alguna compra.

No seré yo quien diga que el edificio-carpa obra del arquitecto Fermín Vázquez no impresiona. Y no solo por su coste, que supera los 55 millones de euros si añadimos el desastre de las goteras del verano pasado. Su techo reflectante con aristas que cortan el cielo, su impactante altura y la combinación de formas con la Torre Agbar y el Edificio HUB no dejan a nadie indiferente. También es original la forma que tiene de salvar el desnivel de la avenida Meridiana y la transformación de las calles en cómodas rampas y una escalera mecánica que te llevan a recorrer el recinto sin mucho esfuerzo. Sin embargo, tanto diseño gigantesco, gris y frío más propio de una impoluta terminal de aeropuerto no acaba de casar con el alma mediterránea, de desorden y de follón, que encarna la Fira de Bellcaire.

Los paradistas que no se han quedado por el camino y han aceptado las condiciones del Ayuntamiento de ampliar los horarios, pagar más y asumir que la propiedad de la parada es por 50 años, también han mejorado su calidad de vida. Tienen lavabos dignos y también una buena oferta gastronómica. Todo está limpio y están protegidos del sol y de la lluvia, a pesar de que las tiendas del sótano se han quedado sin luz natural y de que el mercado ha perdido su conexión con la ciudad que lo ha visto nacer. También hay tiendas nuevas aunque algunas encajan mejor en el centro comercial de Barcelona-Glòries del otro lado de la plaza que en la genuina personalidad de los Encants Vells.

La decisión del consistorio barcelonés de intentar domesticar una actividad tan desordenada como son unos Encantes es arriesgada porque no hay ningún precedente. Los otros mercados europeos en los que se inspira esta feria –Camden Town de Londres, el Rastro de Madrid o el Marché aux Puces de París- nunca han planteado convertirse en un peculiar centro comercial de trastos viejos y saldos porque es precisamente su presencia desmadejada y caótica en las calles la que les da sentido y encanto.

Con el traslado de los Encants Vells –algunos dicen sacrificio- ha de empezar también el desmantelamiento del monstruoso anillo viario de las Glòries construido en la época Maragall-Acebillo y la transformación de este gran espacio de la ciudad tan disputado. El proceso para llegar hasta aquí ha sido complicado no tanto por las dificultades presupuestarias como por el vodevil provocado por los desacuerdos políticos, en gran parte debidos al bloqueo de la oposición a la propuesta inicial del bipartito de Jordi Hereu, que gobernaba en minoría. El visto bueno llegó en junio de 2009 cuando CiU dio su apoyo al proyecto a cambio de recortar el espacio destinado a zonas verdes y de construir más pisos para disgusto de las asociaciones de vecinos. El tiempo dirá si la millonaria inversión hecha ha valido la pena.

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