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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Islandia: de cascada en cascada y vuelta a empezar

Las playas de la costa este de la isla son inhóspitas y muy bellas / C. P.

Cristina Palomar

Dar vueltas alrededor de la isla es el deporte nacional de Islandia. Cuando llega el buen tiempo, los islandeses se lanzan a la carretera con sus trastos de acampada a la búsqueda de un lugar donde sentir todavía más cerca la fuerza de una tierra que palpita bajo los pies y transforma el paisaje constantemente. La mágica Islandia evoca viajes fantásticos al centro de la tierra, historias de salvajes y bellos vikingos comedores de tiburón fermentado, auroras boreales que dejan sin respiración y volcanes escondidos bajo glaciares a punto de explotar. Viajar a Islandia es como aterrizar en otro planeta.

Una forma original de rodear esta insólita isla es siguiendo la ruta de las innumerables cascadas que salpican el paisaje hospedándose en granjas y escuelas. Es un itinerario mucho más recomendable para el viajero que la ruta de los elfos, unas extrañas criaturas que sólo se aparecen a los humanos cuando ellos quieren y que muchos islandeses defienden con uñas y dientes hasta el punto de paralizar el trazado de nuevas carreteras para no molestarles. Son seres escurridizos y vengativos con un peculiar sentido del humor, capaces de pincharte las ruedas del coche o de esconderte la nevera del picnic si les disgustas.

La primera maravilla del viaje a través de la Ring Road que rodea la isla es Gullfoss, la cascada dorada más fotografiada de Islandia. Situada relativamente cerca de la capital, Reikiavik, es junto con el parque de los géisers, visita obligada para ir abriendo boca y acostumbrar tus ojos a lo asombroso. Se llega hasta ella a pie a través de un camino que transcurre entre prados y que siempre está lleno de gente yendo y viniendo. El estruendo del agua es ensordecedor y siempre está envuelta en una nube de vapor de agua que te deja calado de pies a cabeza.

De vuelta a la carretera en dirección noroeste, la ruta atraviesa una de las zonas más bonitas de Islandia por su verdor. Si el tiempo acompaña y no tenemos prisa, podemos desviarnos para visitar la península de Snaefellnes y el imponente volcán por el cual Jules Verne hizo entrar a los protagonistas de Viaje al centro de la tierra.

Al otro lado de la imponente cima siempre nevada está Stykkishólmur, un bello pueblo de pescadores que se ha convertido en uno de los centros de veraneo más populares de la zona próxima a la capital.

La siguiente cascada de la ruta es Godafoss, ya cerca de la zona de Akureyri, una pequeña ciudad que junto con Húsavik sirve de punto de partida para el avistamiento de ballenas azules y jorobadas, y para los paseos por los alrededores del mágico lago Mýtvan. Conocido por los islandeses como el lago de las moscas, sorprende por sus pozas de barro humeantes de inquietantes colores y sus parajes marcianos.

Godafoss, la cascada de los dioses, no es tan conocida pero es muy bella. Dibuja una media luna casi perfecta y se dice que los vikingos lanzaron sus dioses paganos en el lago cuando adoptaron la fe cristiana.

La cantidad de cascadas islandesas hace que al final pierdas la cuenta. Sin embargo hay una que es imposible olvidar. Es Detifoss, en el corazón del parque nacional de Jókulsárgljúfur, en la zona más cercana al Círculo Polar Ártico. Es el salto de agua más grande y caudaloso de Europa, y el ruido ensordecedor que produce te paraliza de terror mucho antes de llegar a su orilla. Los curiosos más insensatos se acercan hasta el mismo borde siempre mojado y resbaladizo para hacerse una foto, y las caídas al vacío son más habituales de lo que parece.

La carretera nos lleva en dirección noreste hacia Egilsstadir a través de un desierto de tierra negra donde ni los trolls podrían vivir. Antes era una zona muy fértil, pero una erupción inesperada lo dejó todo cubierto de ceniza. Los islandeses están acostumbrados a los cambios de humor extremos de su isla y aceptan con naturalidad que un volcán cabreado les destroce la casa en un momento. De hecho, su increíble capacidad de adaptación es lo que les ha asegurado durante siglos la supervivencia en un entorno muy hostil. Esto y el amor incondicional que sienten por su tierra.

Ya de vuelta hacia Reikiavik, la carretera bordea los fiordos, que en la costa este no son tan imponentes como en el oeste,  aunque sí más numerosos. La siguiente cascada es Svartifoss, pero antes hay que visitar Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa.

Con 8.400 kilómetros cuadrados de superficie, oculta un volcán medio dormido y almacena más hielo que todos los glaciares europeos y del resto de Islandia juntos. Sólo le superan los glaciares de Groenlandia –a un tiro de piedra en avión– y de la Antártida. Una de las zonas de desagüe del Vatnajökull es el lago Jökulsárlon, dónde los témpanos de hielo llegan hasta el mismo mar.

La cascada Svartifoss, situada en el parque nacional de Skaftafell, es muy bonita. La esbelta lengua de agua se desliza por una pared hecha de columnas de basalto que inspiró la construcción de la fachada de la catedral de la capital. El problema es que para llegar hasta ella hay que caminar más de una hora y media por un sendero cuesta arriba encharcado y rodeado de niebla. A partir de aquí empieza un arenal negro interminable, conocido como sandur, que se prolonga durante kilómetros hasta el pueblo de Vik.

El desierto de Skeidarásandur es el resultado de todos los sedimentos volcánicos que en 1996 arrastró el glaciar que tapaba un volcán que entró en erupción. El desastre se llevó por delante carreteras, puentes y casas en cuestión de pocas horas, pero agrandó la isla unos cuantos kilómetros. Desde la carretera que lo atraviesa las vistas son impresionantes. Sólo las superan las cascadas de Skógafoss y Seljalandsfoss, con caídas de agua mucho más delicadas y menos terroríficas que las del noroeste.

Y una vez llegados a Reikiavik sólo queda esperar a que la caprichosa tierra islandesa desate su genio para volver a empezar el viaje, que siempre será distinto.

Vueling ofrece vuelos desde Barcelona a Islandia entre abril y septiembre.

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