'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.
El feminismo del Fondo Monetario Internacional
En la fábrica Cotton de Nueva York, perteneciente al sector textil, coser una camisa se pagaba a un dólar si lo hacía una mujer y a dos si lo hacía un hombre. Las trabajadoras decidieron protestar ante tan clamorosa injusticia y 119 de ellas se encerraron en las instalaciones de la empresa para exigir igualdad y mejora de sus condiciones laborales. Durante el encierro se produjo un incendio (presumiblemente provocado por el dueño de la fábrica) y todas murieron quemadas. Esta tragedia ocurría en marzo de 1909 y fue el motivo de que la socialista Clara Zetkin propusiera a la Internacional de Mujeres Socialistas convertir el 8 de marzo en el Día de la Mujer Trabajadora (posteriormente reconvertido en Día Internacional de las Mujeres para incorporar a todas las que realizan trabajos no remunerados en el hogar).
Pese a ser una historia antigua, sucedida hace más de un siglo, mantiene su plena actualidad a la vista de que la brecha salarial no sólo no disminuye sino que afianza su presencia en los ámbitos empresariales. Al menor poder adquisitivo de las mujeres en Estados Unidos le llaman “backwards and in high heels”, haciendo referencia al comentario expresado por la actriz y bailarina Ginger Rogers lamentándose amargamente de cobrar menos que su compañero Fred Astaire pese a que ella bailaba los mismos pasos que él pero además “hacia atrás y con tacones”. Efectivamente, la mayor dificultad no le impedía cobrar una menor remuneración y lo mismo sucede en la actualidad tanto si hablamos de actrices, como de limpiadoras, directivas o empleadas administrativas. El último estudio de UGT a este respecto publicado en febrero de este mismo año señala que las mujeres en España necesitan trabajar 84 días más que los hombres para cobrar el mismo sueldo. La erradicación de esta antigua discriminación sólo podrá lograrse a partir del diseño e implantación de planes de choque multisectoriales, desde las administraciones y en las empresas pero nadie parece estar muy dispuesto a ello.
La falta de predisposición a luchar decididamente para erradicar la brecha salarial responde, como casi todo en este tema, a prejuicios instalados en el imaginario colectivo que deprecian y disminuyen el valor del trabajo realizado por las mujeres. Y también a la organización de la vida social que las obliga a responsabilizarse casi en exclusiva (o muy mayoritariamente) de las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, factor estrechamente relacionado con el anterior.
Sin embargo, una mirada racional y objetiva de los datos sobre el trabajo femenino acaba dando la razón al feminismo, incluso de la mano de organismos tan poco sospechosos de serlo, como el Fondo Monetario Internacional. Esta influyente institución ha señalado en su informe de 2013 que el hecho de que las mujeres ocupen los puestos laborales de acuerdo a su formación y experiencia incrementaría el PIB de todos los países. Sostiene, además, que las pérdidas del PIB per cápita atribuibles a discriminación de género en el mercado laboral alcanzan hasta el 27% en algunas regiones. Añade que, si la participación de las mujeres en la fuerza laboral se equiparara a la masculina, el PIB se elevaría de forma permanente, por ejemplo, un 5% en Estados Unidos; un 9% en Japón; un 12% en Emiratos Árabes Unidos y un 34% en Egipto. No existe en estos momentos ningún otro factor tan decisivo que pueda suponer un gran impulso en las economías mundiales. Es decir, el talento de las mujeres comporta beneficios económicos y sociales. Para quien no se convenza ante el argumento de la justicia, el FMI expone una razón de peso para equiparar los trabajos femeninos y masculinos. ¿O es que no vamos a otorgarle la misma credibilidad, reconocimiento público y difusión mediática cuando informa sobre la discriminación de las mujeres?