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Owen Jones o la solidaridad contra el establishment

El escritor Owen Jones ha participado en Barcelona en el ciclo DO Europa

Oriol Solé Altimira

Owen Jones (Sheffield, 1984) levantó ampollas con su último ensayo, El Establishment (Seix Barral), un retrato de los grupos de poder que dominan el Reino Unido. 'Malvado comunista', fue de las críticas más benevolentes que llenaron su pestaña de menciones de Twitter. No todos los comentarios fueron tan agrios. “Alguna gente de derechas dijo que era un joven socialista, pero que tenía argumentos”, explica este británico que con a penas 30 años se ha convertido en una voz de peso dentro de la izquierda europea.

Jones ha estado en Barcelona para participar en el ciclo de conferencias sobre Europa que trajo a Yanis Varufakis hace unas semanas. Antes, Jones ha mantenido una conversación con varios periodistas en uno de los epicentros del establishment de Barcelona, el edificio Planeta (antigua sede de la Banca Catalana de Pujol), frente a las torres de La Caixa y El Corte Inglés.

¿Qué es el establishment? Jones lo define como el reducido grupo de personas que, ya sea en Reino Unido, en Catalunya o en España, concentra la riqueza y el poder y, claro está, vigila para que sus privilegios se mantengan. No se trata de personas malvadas, pues se cuidan entre si. Muestra de ello son los puestos clave en ministerios de defensa o hacienda ocupados por antiguos miembros de grandes compañías armamentísticas o que asesoran a las multinacionales para pagar menos impuestos. “Les unen intereses económicos y comparten ideas y mentalidad”, reflexiona Jones. Las puertas giratorias no son sólo made in Spain.

Jones recuerda a los periodistas que los medios de comunicación también ocupan un papel principal en el establishment. “Pese a que los medios son libres en el sentido técnico de que el gobierno no los controla [los periodistas arquean la ceja], están regidos por muy pocas personas y tienen intereses a defender”, argumenta el británico.

¿Cómo se vence al establishment? “Más solidaridad en toda Europa, si no seremos defenestrados”, avisa Jones. Como articular esta solidaridad ya es más complicado. Pero hay algo que Jones pide evitar a toda costa: las viejas recetas y palabras de la izquierda de los años sesenta. “En 2008 la izquierda pensó que como los bancos habían provocado la crisis la izquierda subiría sola. Pero no pasó. La izquierda sólo tenía eslóganes: 'Stop privatizaciones', 'Stop austeridad', 'Stop' este mundo del que me quiero bajar en lugar de ofrecer una alternativa positiva para la gente resignada”, critica Jones.

El motivo de ese fracaso de la izquierda clásica post crisis era que el establishment había ganado la batalla de las ideas. Jones cita a Milton Friedman para ejemplarizar como el neoliberalismo ha salido vencedor de cada crisis económica desde la estanflación de los años 70: “Con las crisis lo políticamente imposible se convierte en lo políticamente inevitable”, algo que el establishment ha sabido aprovechar a la perfección, multiplicando la riqueza de los ricos y hundiendo los salarios de los trabajadores.

Pero además de la hegemonía en las ideas, el poder tiene suficientes mecanismos para frenar cualquier movimiento que ponga en cuestión su dominio, como lo ocurrido con Syriza. “Grecia demuestra que un país solo no puede”, explica Jones. La respuesta a la derrota griega debe ser un “redoble de la determinación y la esperanza” para que las cosas cambien. Los peligros además, acechan, con el racismo en cabeza. Jones se muestra especialmente preocupado por las críticas a la inmigración, pues son la vía de escape del descontento social hacia personas iguales que las que sufren la ola del neoliberalismo. “No podemos abandonar”, reclama moviendo las manos como si en lugar de una sala de un edificio de oficinas estuviera en un mitin en la calle.

“La democracia es subversiva”, proclama Jones, que advierte de las dificultades para lograr que las cosas cambien. Pone como ejemplo las muertes que hubo en España durante el franquismo por reclamar la democracia. “El derecho a voto de las mujeres, la sindicación de los trabajadores, el Estado del bienestar... Todo ha supuesto un coste y un sacrificio y no se consiguió con gente luchando en solitario. Y tampoco porque un día el poder se despertó y dijo 'voy a dejar votar a las mujeres'”, reflexiona el británico. “Si se usa el poder colectivo para cambiar las cosas se puede ganar, y eso es lo que la historia nos enseña”, añade.

Sobre Podemos, Jones mantiene los elogios que había dedicado a la formación violeta. Le reconoce el mérito de haber introducido una nueva manera de comunicar, huyendo de la dialéctica clásica izquierda-derecha y apostando por temas concretos con los que la ciudadanía se identifica. Sin embargo, para Jones esto no es suficiente. “Hace falta un gran movimiento de masas, de organización desde la base, de abajo a arriba, como el que llevó a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona”, afirma.

El encuentro con Jones termina, inevitablemente, con la cuestión catalana sobre la mesa. “Es surrealista que el Gobierno no autorice un referéndum. El Gobierno es el mayor aliado del movimiento independentista”, señala Jones. No queda tiempo para entrar a debatir si Artur Mas es un representante del establishment que lucha contra el establishment.

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