El director y fundador de la In-Edit Beefeater de Barcelona, Uri Altell, reivindica el documental musical como sello de un festival que ya se ha internacionalizado y que ha logrado expandir sus actividades. El domingo se clausura la undécima edición de esta cita convertida en una referencia para amantes de música y el cine.
¿Cómo lo hace un festival como In-Edit para montar propuestas como la de esta edición?
Vamos al mercado a comprar. Es como cuando haces cocina de temporada... Este año, por ejemplo, no hay grandes titulares, no hay big names como Dylan, Bowie, Queen, Ramones o The Clash. Sin embargo, normalmente siempre cae alguno de estos, como el de Duran Duran hecho por David Lynch... Este año es más de público In-Edit de verdad: no habrá tanto fenómeno fan, y creo que se quedarán los auténticos fans del festival.
¿Cuáles son los documentales que no te pierdes de esta edición?
Me apetece mucho ver el de Camarón y el flamenco porque es una pieza inédita, y el del Nitsa, que es la Barcelona musical de una época. También el del día inaugural, Muscle Shoals, que es de un estudio de grabación de discos de Estados Unidos bastante singular. El año pasado teníamos el de Line Records que desde el punto de vista de emprendedor me flipó mucho.
¿Cómo empezó hace once años el festival In-Edit?
Con un colega hicimos una fiesta en la sala City Hall de Barcelona como acontecimiento que nos había propuesto Beefeater -soy publicista y tenía una agencia de publicidad-. Querían montar algo diferente en la ciudad porque no les acaba de funcionar el mercado catalán. Nos fue muy bien y nos preguntaron si nos queríamos quedar la programación de los viernes de la sala. Pero no nos salían bien los números si lo hacíamos como programación estable, pero si concentrábamos la inversión y lo hacíamos en forma de festival sí que podía funcionar. Después de 10 años, en el ámbito conceptual, pasas de ser un proyecto hecho de manera familiar a convertirse en una empresa.
El lugar de proyección de los documentales del festival, su sede física, ha ido cambiando.
Curiosamente hemos ido cerrando todas las salas donde hemos ido haciendo el festival... El City Hall era del Furest y del Severo y pasó a ser de Otto Zutz. Después fuimos al Club Helena y lo cerraron, fuimos al Principal y lo encerraron, al Rex y lo encerraron, el Paris y lo cerraron... O sea cada año hemos cerrado donde hacían el festival. Ahora el Aribau parece que aguanta...
Con los años el In-Edit está en Chile, Brasil, Alemania... Es un modelo de festival exportable.
Esto fue un poco casualidad. Somos un festival de cine que no está ubicado en una plaza. Soy súper barcelonés y súper orgulloso de que este festival sea de Barcelona, pero en realidad los chilenos piensan que es chileno, los brasileños piensan que es brasileño y eso me mola mucho. Quiere decir que lo estamos haciendo bien. Me di cuenta que al no estar implícito el lugar en el nombre como en el festival de Sitges, el festival de San Sebastián o el de Gijón, que sólo pueden estar allí en su ciudad, nosotros no estábamos limitados geográficamente. Con el In-Edit podíamos viajar y es lo que nos ha hecho diferentes. El hecho de ser internacionales nos ha hecho más grandes.
¿Cuál sería tu papel dentro de la organización?
Fui el fundador, el ideólogo. Era publicista y, diría, director creativo. Con Alberto Pascual, que era mi socio, fundé el In-Edit. Él dirigía la parte de Barcelona mientras estuvo vivo. Cuando murió lo cogió a su hermano. Yo he estado más en la parte de sponsoring, marketing y posicionamiento de la marca. Un poco como la visión de las estrategias a largo plazo. Cuando diriges un proyecto como este, aunque es una meta anual, estás muy contaminado -en el buen sentido-, pero te quita mucha perspectiva. Entonces tener una persona que se mueve por todo el mundo haciendo este proyecto te da influencias y cosas de cada país donde vas. Todo esto sale de coger cierta distancia, si no seríamos clónicos.
¿Qué pasará con el cine tradicional en una coyuntura de nuevos cambios tecnológicos y formatos?
Pasa por el online, ¿no? El cine está predestinado a morir tal como lo conocemos. A mí me sabe muy mal, pero seguramente ciudades como Barcelona podrán tener un cine o dos, no creo que más. O sea, el cine como lo conocemos nosotros, como lo proyectamos en plan pantalla grande a la manera tradicional. Las nuevas tecnologías como el 3D lo harán cambiar. Las pelis que están funcionando y son taquilleras, tipo Gravity, son ya toda una experiencia.
En este sentido ha puesto en marcha In-Edit TV.
Seguramente nosotros en el futuro entraremos, no lo sé todavía, porque eso tampoco depende de nosotros, pero se están haciendo web documentales, están mirando nuevas tecnologías en los nuevos documentales. El Flashforward, esto de second screen, nos está cambiando. Y nosotros tendremos que salir del cine en algún momento, o versión online o versión de cine pero diferente, no como lo vemos ahora.
¿Cómo está un festival que ha pasado el horizonte de los 10 años?
Cristian es mi socio desde que se murió su hermano, Alberto. Es decir, que nuestra relación comienza con un drama que nos afectaba a ambos. Nos ha costado mucho entendernos, somos muy diferentes, y la relación es mejor en términos de negocio. Con Alberto éramos más parecidos y en cambio con el Cristian siento que somos más complementarios. Imagino que para otros festivales el ecuador de los 10 años, esta frontera, es motivo de celebración, pero nosotros olvidamos hacer alguna reflexión entonces, sobre si queríamos hacer otras cosas. De hecho, además coincidió en un momento que con el sponsor y la crisis tuvimos que prescindir de gran parte del equipo, que era el mismo desde el primer año. Quieras que no, tienes un sentimiento de pérdida y de duelo... Nos obligó a agitar mucho la cazuela pero finalmente decidimos que sí, que estábamos donde queríamos estar y que queríamos seguir.
¿Y de forma más concreta en qué propuestas en qué propustas se materializa?
Hemos arrancado con el Flashforward y hemos visto lo importante que era todo lo que habíamos hecho de internacional. Hemos tomado conciencia de la potente ventaja competitiva de cara a la industria que supone tener una marca internacional. Lo que no tenemos de pedigrí y años -que sí tiene Sitges o San Sebastián-, nos lo da la internacionalización, nos da prestigio. Y también transversalizar cosas y que podamos hacer una cuenta de explotación que vaya amortizando todo lo que hacemos del In-Edit TV o de cualquier cosa en los diferentes mercados en los que te estamos moviéndonos.
Hablemos del In-Edit del futuro.
Será muchas cosas y en muchos lugares. Estará siempre relacionado con la documentación de música y con contar cosas curiosas e inéditas. Tendrá muchas caras: el videoclub, los documentales propios, el libro, la parte internacional, el In-Edit TV, los videojuegos interactivos, los cursos en la universidad para estimular a gente que haga proyectos. Y claro, queremos seguir creciendo con el Flashforward, que es una parte súper potente para la industria, un punto de encuentro para profesionales. La idea es acabar mezclando industria, audiencia y público.
¿Con tantos festivales, o con internet, que es ubicuo y omnipresente, se puede pensar aún en términos de cosas inéditas?
Inéditas igual no tanto. Nosotros este año hemos abierto un camino ... Hasta ahora los festivales de cine funcionaban teniendo premieres. Comprabas unos derechos de exclusiva de antes y después. En cambio este año lo hemos pasado un poco a la torera porque me parece que distorsiona los precios del mercado y que al final nadie viene a Barcelona a ver un documental de música. Es público barcelonés. Por tanto, que San Sebastián o Gijón lo estrene antes no es una cuestión que nos afecte realmente. Esta parte inédita iremos matizándola.
¿Cuál es la situación del documental musical dentro de la industria fílmica?
A estas alturas muy emergente -más que muy pobre- para ponerla en positivo. Prácticamente no existe, hay muy poca cosa, y casi todo lo que se hace es por estar dentro del In-Edit ... El documental musical no es rentable para nadie. Ni para nosotros como exhibidores, ni para los distribuidores, ni los directores, ni los productores, ni para el artista... Es un tema absolutamente vocacional y por pasión, no tiene más. Parece un poco prepotente decirlo, pero que desde que existimos hay más industria. Al final hemos sido una palanca del sector.
¿Hay audiencia para este tipo de género tan específico?
Hay una audiencia, pero que no está dispuesta a pagar lo que valdría para convertirlo en rentable. Está muy bien al mismo tiempo: hay un código entre músicos, directores, productores, distribuidores y los que lo ven; un código de pasiones que me gusta. En las grandes películas de grandes presupuestos se pierde ese vínculo. Aquí hay un cordón umbilical entre el original de la idea hasta el público que lo va a ver en las salas del cine. Nuestro público es gente curiosa, con ganas de saber más, con inquietudes culturales: es un registro documental que documenta e informa. Puedes ver cosas de una manera más cercana. Por otra parte, la audiencia es muy variada y con los años ha ido creciendo... Incluso venden abuelos con nietos.