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Entrevista Autor de 'Palacios del pueblo'

Eric Klinenberg: “Construir una plaza o un parque es una buena manera de combatir la polarización”

Eric Klinenberg, autor de 'Palacios del Pueblo'

Sandra Vicente

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En 1999, Chicago sufrió una ola de calor nunca vista que hizo que, durante seis días, murieran 800 personas más de las habituales. Los cadáveres se amontonaban a las puertas de la morgue, evidenciando una catástrofe que nadie esperaba. La muerte, como era de esperar, no llegó a todos por igual. Aquellos con aire acondicionado tuvieron más números de sobrevivir. Pero también lo hicieron los que vivían en barrios con plazas y colmados. Así lo cuenta Eric Klinenberg (Chicago, 1970) en su libro 'Palacios del Pueblo' (Capitán Swing, 2022), en el que habla del poder del espacio público y de la importancia de que no solo los ricos tengan cosas bonitas.

En su libro dice que las infraestructuras sociales como parques o bibliotecas salvan vidas. ¿Cómo?

En el primer libro que escribí ('Heat Wave', 2002), trataba la ola de calor de 1999 en Chicago. Quería entender quién, dónde y por qué murió, así que hice un mapa de mortalidad y me di cuenta de que las zonas con más muertes eran las más pobres y segregadas. Eso no era interesante, así que miré más cerca y vi variantes sorprendentes que hacían que algunos de los barrios más pobres fueran más saludables que zonas ricas de la ciudad.

Los barrios con la mortalidad más alta están abandonados, sin nada que animara a la gente a salir a la calle. Lo horrible de las muertes por calor es que son causadas por aislamiento social: alguien sufre, pero nadie lo ve ni lo ayuda. Y esto no pasa en barrios que, aunque pobres, tienen sitios bonitos para sentarse y reunirse, centros comunitarios, parques o tiendas. Si la gente sale regularmente y coincide con sus vecinos, cuando dejan de ver a algún habitual, se preocupan y llaman a su puerta. Esto es lo que salva vidas. De hecho, la esperanza de vida en zonas abandonadas es cinco años menor.

Pero tener plazas no garantiza que conozcamos al que se sienta a nuestro lado en el banco. En ciudades gentrificadas y turistificadas no tienes por qué saber quién es tu vecino.

Eso explica por qué algunas zonas pobres son más seguras, en este sentido, que barrios acomodados. En una gran ciudad, el barrio es un pueblo pequeño, allí está tu hogar. Es donde tienes el parque, tu biblioteca, la cafetería a la que vas cada mañana y la escuela de tus hijos. Si hay un problema, por ejemplo, ligado a la contaminación, tu destino está ligado al de tus vecinos. Por eso, es importante tener lugares compartidos en el área en que vivimos. Si no existieran, perderíamos mucha calidad de vida y nuestros valores democráticos se verían resentidos.

¿Si no existieran? ¿Cree que hay riesgo de que eso pase?

En política se da mucho dinero a la infraestructura, es una prioridad. Pero solo entendemos como infraestructura la energía, el agua o las comunicaciones. Y la sociedad se merece el mismo tipo de apoyo, porque sin estas herramientas que garanticen la cohesión, habrá consecuencias muy nocivas. Pero, a pesar de eso, las zonas de juego, las escuelas, las bibliotecas o las plazas se llevan solo las migajas presupuestarias, lo que sobra. Solíamos hacerlo mejor.

¿Cuándo?

En los ochenta hubo un cambio de paradigma. Muchas veces, les planteo esto a mis alumnos: “Si las bibliotecas no existieran y le dijéramos al Estado que queremos un lugar público en cada barrio y pueblo, abierto cada día, con libros, películas y conexión a Internet, atendido por expertos y, además, gratis, ¿creéis que el Gobierno, hoy en día, accedería?” Una biblioteca es, actualmente, un sin sentido si miramos cómo organizamos la sociedad. Hubo un día que pensamos que financiar bibliotecas, parques y zonas de juego era una buena idea, pero hoy se dedica más dinero a construir centros comerciales.

Madrid se ha llegado a plantear privatizar la gestión de las bibliotecas. Si eso pasa, ¿seguirán siendo palacios del pueblo?

Seguiría siendo un palacio, pero no del pueblo. Hay muchos palacios hoy en día, los ves caminando por cualquier ciudad, en los hoteles de cinco estrellas, los restaurantes lujosos o esos bonitos edificios de apartamentos. Pero sabemos que no son para nosotros; nos han enseñado a pensar que no lo son. Y eso está mal. Una de las razones por las que hay tanto enfado y escepticismo es por esta injusticia imperante que, poco a poco, va penetrando en todo.

Si las bibliotecas se privatizan, perderemos uno de los espacios más accesibles que tenemos. Igual empieza por cosas pequeñas, como pagar un pequeño precio por la tarjeta, o tener que abonar multas por retraso. Pero lo que es seguro es que si hay una organización privada, encontrarán la manera de ganar dinero. Eso sería catastrófico porque es el único lugar con tanto potencial que no obliga a pagar ni un euro. En cualquier lado tienes que pagar por estar, aunque sea un café en un bar.

Hablando de bares. Son espacios de socialización y encuentro muy frecuentados por las clases populares, a pesar de ser espacio privado. ¿Consideraría también que son palacios del pueblo?

En cierta medida. El sector privado forma parte de la infraestructura social. ¿Qué sería de la socialización en el Reino Unido sin los pubs, o en los barrios negros pobres de Nueva York sin las barberías? No estoy en contra del mercado, porque en algunos casos proporciona lugares de reunión, pero no son para cualquiera. Tampoco suelen ser espacios democráticos, a pesar de ser espacios de reunión.

Por eso, en el libro planteo la diferencia entre las infraestructuras sociales que son aglutinadoras y las que sirven para juntarte con gente como tú, de tu misma clase social e intereses. Es algo que, a priori, no está mal pero socializar solo en estos espacios, con la polarización que tenemos, apenas aumenta la división. En cambio, las zonas de juego, las bibliotecas o los campos de fútbol atraen a cualquier persona de la zona. Construir una plaza o un parque es una buena manera de combatir la polarización.

¿Qué opinión le merecen las supermanzanas de Barcelona?

Me parecen una propuesta muy excitante, el concepto es impresionante, pero hay que ver cómo funcionan a la práctica y cómo se consigue garantizar el sentimiento de pertenencia de los vecinos en estos espacios, sobre todo en ciudades muy gentrificadas. Es muy duro que vecinos de un barrio históricamente pobre sientan que las calles ya no son suyas porque se han instaurado heladerías que te cobran 12 dólares por un cucurucho. Pasa lo mismo con el turismo, que ocupa todos los lugares agradables. Es importante que las supermanzanas eviten que pase esto. Las ciudades turísticas tienen muchos retos porque, aunque entendemos que el turismo es importante, tal como demostró la pandemia, tiene que dejarnos vivir en nuestras ciudades.

¿Cree que la pandemia nos ha ayudado a entender la importancia de las infraestructuras sociales o, por el contrario, nos ha aislado más?

Un poco de todo. Durante la pandemia, las empresas tecnológicas aprovecharon para decirnos que la vida social, el trabajo, las compras, el entretenimiento y el ejercicio pueden suceder online. Fue la mejor oportunidad de la historia y ahora luchan por mantenernos ahí, haciéndonos creer que no deberíamos ir a trabajar, que comprar online es más eficiente y que todos nuestros amigos pueden estar en el metaverso. Esto es peligroso, porque hay muchas cosas especiales que solo suceden cuando estamos físicamente juntos, pero también creo que la pandemia nos hizo entender cuán importante es la presencialidad. Hay gente que sigue asustada, pero en su mayoría, todos teníamos ganas de volver al mundo.

¿Cree que Internet es un palacio del pueblo? En una ola de calor también podría evitar muertes y prevenir el aislamiento

No creo que lo sea. Es más bien una herramienta que nos ayuda a conectarnos, exactamente igual que el teléfono. Internet puede ayudar a incrementar nuestra vida social, pero también puede ser una manera de aislarnos. Cuando analicé las aplicaciones de citas en Modern Romance (2015), vi que mucha gente estaba más tiempo online que en sus citas.

Volvamos a las calles: ¿cómo ayudan las infraestructuras sociales a la lucha contra el cambio climático?

Tienen mucho potencial, pero no son buenas para el clima per se. Tenemos que asegurarnos de que todo lo que planeemos esté adaptado a la lucha contra el cambio climático, no solo por el planeta, sino porque lo que es bueno para el ecosistema, es bueno para nosotros. Una plaza dura no es para nada lo mismo que una plaza con árboles, zonas frescas y agua potable. En mi barrio (Nueva York), se han hecho sistemas de protección contra las inundaciones alrededor del río que, a la vez, son vías caminables y carriles bici. A eso me refiero, a pensar en conjunto.

En su libro apunta que la infraestructura social también mejora la seguridad. ¿Se podría resumir como más escuelas y bibliotecas, y menos policía?

Algo así, sí. Hablo de la teoría de las ventanas rotas, que dice que los desperfectos en un barrio son síntoma de desorden social y de crimen potencial, porque nos dicen que no hay nadie controlando la seguridad y puedes hacer lo que quieras. Los Estados han resuelto esto aumentando la policialización, es decir, enviando más policía a las calles para arrestar a gente aunque no estén haciendo nada malo. Pero la pregunta es: ¿qué pasaría si, en lugar de enviar policía, arregláramos la ventana?

Parece la respuesta lógica

Lo es, pero vamos en la otra dirección. La evidencia nos dice que, cuando arreglas un lugar abandonado y conviertes los solares en parques, cuando mejoras las escuelas y creas ambientes seguros, la criminalidad baja. Creo que debemos tener policía, porque no basta solo con parques bonitos, pero tener tantos agentes es demasiado agresivo. Invertimos demasiado en punitivismo y descuidamos los barrios.

Antes hablaba del sentimiento de pertenencia. ¿Crecer en un barrio con mucha policía afecta a sentirnos extraños en nuestra propia casa?

Extraños y no deseados. En muchas escuelas de los Estados Unidos, hay arcos de seguridad y muchas armas. En muchos lugares del mundo, la gente joven se siente perseguida por la policía. Si a esto le sumamos que no estamos garantizando zonas para que adultos jóvenes y adolescentes se puedan encontrar y crear vínculos, les estamos metiendo en problemas.

Ya que saca el tema de las escuelas. En España se está dando el debate de si se deben abrir las escuelas durante más horas, los fines de semana y en vacaciones, para mejorar la conciliación. ¿Qué piensa?

Si hacemos de las escuelas lugares de socialización y los convertimos en infraestructuras sociales bonitas, con buenas bibliotecas, piscinas y zonas de juego, sería una vergüenza tenerlas cerradas durante el fin de semana. No hay que abusar de ellas, pero sí hay que usarlas, sobre todo teniendo en cuenta que, en ciudades densas como Barcelona o Madrid, no puedes construir infraestructuras nuevas en cualquier lugar, sino que se deben mejorar las que ya hay. Y esto es importante: necesitamos invertir en las escuelas, porque si las abrimos tal y como están ahora, no va a funcionar y no será justo para las criaturas.  

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