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Festival Crisàlide, cultura autoorganizada por jóvenes para agitar conciencias

Concierto de Ariox el pasado verano en el festival Música Sense Fronteres de Sant Boi de Llobregat

Lúa Pena Dopazo

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Ante un escenario cultural muy centralizado en Barcelona, un grupo de jóvenes de Sant Boi de Llobregat decidió hace un lustro que desde la periferia y la autoorganización también se podía crear un festival atractivo, y que a la vez sirviera para agitar conciencias. Así nació el Música Sense Fronteres, que este año se ha rebautizado como Festival Crisàlide y que se celebrará este sábado en los jardines del Ateneu de Sant.

“Es difícil sacar adelante un festival como el Crisàlide, más aún, cuando eres joven y tienes que justificarte continuamente y tenerlo todo siempre controlado para que no haya ni un error”, señala Andreu Heredero, director del certamen. Organizado por la asociación Destí Origen con el apoyo de la Unitat de Cooperació, Solidaritat i Pau del Ayuntamiento de Sant Boi, el festival combina varias disciplinas artísticas.

Habrá actuaciones musicales de grupos y artistas como Adala, Socunbohemio, Xicu o Som Núvol, pero también números cómicos de la mano de Raquel Hervás, Andrea Farina y Marta Bosch, entre otras. Además, se grabará en directo el podcast Això Rai; los activistas Bruno León, Viviane Ogou i Riu, Soly Malamine, Adriana Torroella y Riu debatirán en una mesa redonda titulada 'Jóvenes, activismo y adultocentrismo: interacciones y miradas'. 

El festival nació con la intención de recaudar fondos para ayudar a las personas refugiadas. El dinero conseguido con la venta de entradas se enviaba a entidades como Open Arms, pero con el paso del tiempo Heredero y el resto de personas que organizaban el certamen se dieron cuenta de la complejidad de la cuestión, de su limitada capacidad de acción y del bajo impacto de su donativo.

“Hablábamos de las fronteras desde un punto de vista muy superficial y simplista. Tras escuchar a activistas como Desirée Bela entendimos que, como personas blancas, partimos de una situación de privilegio que nos permite imaginar un mundo sin fronteras porque para nosotros las fronteras son mucho más franqueables que para las personas del sur global”, reflexiona Heredero. 

El director del festival remarca que las fronteras entre países son una parte fundamental de la estructura que sostiene el sistema. “Solo desde el privilegio se puede decir que no hay fronteras, ya que las personas con pasaportes europeos podemos viajar a cualquier lugar del mundo por el simple hecho de serlo y porque tenemos el dinero para pagar los visados”, subraya.

Respecto al cambio de nombre, el director del festival explica que la idea era sustituir la palabra música por cultura o arte, ya que el certamen había evolucionado y ya no solo se realizaban conciertos, sino que también había obras de teatro y talleres. “Las compañías de teatro no acababan de entender porque los invitábamos a un festival que se llamaba Música Sense Fronteres”, relata Heredero. Finalmente, apostaron por cambiar por completo el nombre y ampliar la oferta de actividades.

La idea de llamarlo Festival Crisàlide tiene dos bases. En primer lugar, porque este proyecto liderado por personas jóvenes defiende la necesidad de “parar a pensar las cosas de manera más profunda” en un mundo que, según Heredero, “va muy deprisa”. El certamen pretende generar espacios de reflexión, de debate y de exposición de las contradicciones de la sociedad actual.

Los organizadores creen que el punto de partida debe ser siempre el conocimiento de uno mismo y el cuestionamiento de las propias creencias. “La crisálida es el mejor símbolo de transformación, en ella se produce la metamorfosis que hace que la larva se convierta en insecto y nosotros buscamos eso, que las personas que vienen al festival experimenten algún tipo de transformación”, resume el director del festival. 

Heredero explica que los tres pilares básicos del certamen son la democracia cultural, la interseccionalidad y la justicia global. Heredero entiende por democracia cultural que “cualquiera puede crear cultura” y que “la cultura, en sentido amplio, es una herramienta de transformación social”. Así, dentro de esa concepción de cultura caben la música, la comedia, el arte e incluso los podcasts, opina Heredero, que asegura que uno de los objetivos del equipo es que “el público no sea un mero espectador y que el festival no sea solo un lugar donde consumir cultura de manera pasiva”. 

La interseccionalidad es definida por el director de Crisàlide como “la intención de que el festival represente la pluralidad de la sociedad”. La justicia global, otro de los pilares del festival, la entiende como “la unificación” de la preocupación de los organizadores “por las personas refugiadas, la lucha antirracista” y, al mismo tiempo, “la consciencia de saber qué lugar ocupamos nosotros en el mundo globalizado y de las consecuencias de nuestras decisiones”, precisa Heredero.

La programación intenta reflejar estos valores y, a su vez, generar espacios de reflexión. Otro de los cimientos del proyecto es la mirada joven y local, ya que la organización está formada por un grupo de 14 jóvenes, la mayoría de ellos de la ciudad de Sant Boi. Además, este es también un criterio a la hora de escoger la programación. “Al principio piensas en llamar a grupos grandes que son a los que todo el mundo conoce, pero luego te das cuenta de que no quieres ese tipo de proyecto, porque para hacer eso ya hay muchos otros festivales con mucho más presupuesto”, recalca Heredero. Por ende, una parte importante del cartel del Crisàlide está formada por proyectos que están empezando, que no son tan conocidos o que son de Sant Boi, como Som Núvol. 

Sant Boi de Llobregat es una ciudad de cerca de 83.000 habitantes próxima a Barcelona. La mayor parte de la programación cultural de la provincia se concentra en la capital catalana y este fue uno de los motivos por los que los organizadores del Crisàlide decidieron poner en marcha este proyecto. “No es que no haya en Sant Boi ningún espacio cultural para nosotros, es más bien que no había espacios en los que nos sintiéramos cómodos e identificados porque la mayor parte de ellos están pensados o para gente de mediana edad o para niños”, explica Heredero. Él cree que esto se debe a “una visión muy capitalista de la cultura” que entiende que solo las personas adultas se pueden permitir consumirla.

Las catorce personas que organizan este certamen son voluntarias, ninguno de ellos cobra y, de hecho, cada uno tiene su propio trabajo que puede no tener nada que ver con el sector cultural. Heredero, por ejemplo, es educador social. No obstante, uno de los principales objetivos de esta edición es que el dinero generado revierta en todos los proyectos que pasan por el festival. Es decir, que los músicos, cómicos o activistas “puedan tener una remuneración por el trabajo que llevan a cabo”, explica el director. Por esto la recaudación de esta edición no irá destinada a ninguna organización externa ni a ninguna ONG como había ocurrido en ocasiones anteriores. “No es que este año el proyecto no sea solidario, sino que la mirada hacia la solidaridad ha cambiado”, resume el director.

Todos los productos que se podrán consumir durante el festival serán de proximidad y uno de sus principales patrocinadores es Bierboi, una productora de cerveza de Sant Boi. “Para nosotros no tenía sentido hacer un festival que hablase de tema sociales, pero que después la cerveza que se sirviese fuera la misma que en todos los demás”, explican desde el certamen. Lo mismo ocurre con el servicio de catering, que también ha sido encargado a una empresa local que trabaja con productos de comercio ecológico y del parque agrario de la zona.

El lugar escogido para el evento tampoco es casual, ya que el Ateneu de Sant Boi solía ser uno de los núcleos culturales de la ciudad, aunque desde hace unos años ha quedado en desuso. Heredero cuenta que ellos también pretenden revitalizar este espacio y demostrar que puede volver a convertirse en un eje cultural para la ciudad.

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