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“Hoy he vuelto a soñar contigo, nos lo pasábamos muy bien”: los mensajes del actual vicerrector de la UB a una alumna

La estudiante que denunció al actual vicerrector, frente al edificio histórico de la Universitat de Barcelona.

Pol Pareja

Barcelona —

57

La estudiante, de 21 años, salió del despacho de su profesor en estado de shock. “Estoy temblando, bloqueada”, le escribió a su pareja. “No sé ni si puedo hablar”.

El profesor era Jordi Matas, un prestigioso catedrático de Ciencia Política y actual vicerrector de la Universidad de Barcelona (UB). Iba a ser el tutor de su Trabajo de Final de Grado (TFG) y le acababa de contar que había tenido dos sueños eróticos con ella. Era octubre de 2016.

La estudiante empezó a tener ataques de pánico y de ansiedad, según confirman media docena de fuentes de su entorno. Le costaba salir de la cama. Cada vez iba menos a la universidad para no encontrarse con el catedrático, un académico que inicialmente admiraba y con el que estableció una relación de amistad. A día de hoy, sigue sufriendo estrés postraumático.

“Venía de una situación personal difícil y que alguien cómo él se interesara por mí y me reconociera significaba mucho”, recuerda. “Él era un modelo para muchos de nosotros y yo lo vi como un mentor”. 

Todo fue gradual. Inicialmente hablaban de temas académicos y también de las elecciones al rectorado de la UB: Matas participaba en una de las candidaturas —la del actual rector, Joan Guàrdia— y la alumna era representante estudiantil en el claustro. 

Pasaron las semanas y empezaron a verse fuera de la universidad, en una relación de amistad que la estudiante aceptaba. Inicialmente se citaban en los aledaños de la facultad, después el catedrático empezó a llevarla a comer en su moto a restaurantes a las afueras de Barcelona. 

Fue entonces, explica la alumna, cuando la relación empezó a incomodarla. Los mensajes eran cada vez más subidos de tono, el profesor era cada vez más insistente y quería algo más. Empezó a reprocharle que no le hacía caso y llegó un punto en que la buscaba por la universidad. 

La estudiante lo acabó denunciando a la Unidad de Igualdad de la UB en marzo de 2017. Aportó los mensajes que el catedrático le mandaba y también dejó escrito en su instancia que el profesor “la acariciaba en las piernas, los brazos y las manos” en algunos de sus encuentros. 

Una comisión formada por tres hombres decidió archivar el caso. 

elDiario.es ha obtenido los cientos de mensajes enviados entre Matas y su alumna. También ha tenido acceso a las comunicaciones entre la víctima y su entorno durante esos meses así como otras pruebas documentales, que han sido contrastadas con una veintena de entrevistas a exalumnos y personal de la UB. La mayoría ha solicitado anonimato para poder comentar el caso. El catedrático no ha querido hacer ninguna declaración.

Las entrevistas y las pruebas obtenidas apuntan a que la alumna favoreció una relación de amistad con el que iba a ser su tutor del TFG. Cuando el catedrático subió el tono de los mensajes y trató de ir más allá, la estudiante pidió ayuda a su entorno e intentó enfriar la relación. 

“Todo fue tan lento que ni me dí cuenta”, rememora ahora la alumna. “Pero no sabía cómo pararlo ni poner límites. Estaba confundida y además él iba a ser el tutor de mi TFG, ¿Qué le iba a decir?”.

“Me está siguiendo, por favor ayuda”

La estudiante pidió ayuda a su entorno en octubre de 2016. Les explicó a varios compañeros que estaba atrapada y no sabía cómo cortar la relación con el catedrático. También hizo gestiones para que el académico no le dirigiera su TFG. 

Cuando Matas se enteró del cambio de tutoría, en diciembre de ese año, empezó a llamarla insistentemente y a buscarla por la universidad para obtener una explicación. Hubo unas semanas en las que la estudiante fue “escoltada” por la universidad por sus amigos o algunos profesores para no quedarse sola.

“Algún día llegamos a sacarla por la ventana del aula para evitar que la encontrara”, recuerda un compañero de estudios. “Hubo unos días en los que la buscaba por todas partes y la llegó a seguir por los pasillos”, añade otro antiguo estudiante. 

En otra ocasión, el catedrático entró de manera inesperada en una aula en la que la alumna estaba haciendo un examen. La profesora que estaba vigilando a los estudiantes lo invitó a salir, según confirman diversas fuentes presentes. 

“Algún día llegamos a sacarla por la ventana del aula para evitar que la encontrara”, recuerda un compañero de estudios

Los mensajes que la alumna enviaba a un grupo de Telegram que se formó para protegerla muestran cómo se sentía: “Me está siguiendo, por favor ayuda, tengo mucho miedo”, trasladó a sus amigos el 21 de diciembre de 2016 a las 10:19h. “Sacadme de aquí, está en la puerta del bar, socorro”, les dijo al día siguiente a las 9:45h. “Está en la puerta del bar. ¿Puede venir alguien?”, pidió por el mismo grupo una compañera que la acompañaba en ese momento. 

En la resolución del caso, el rector de ese momento, Joan Elias, concluyó que la conducta del docente “había podido ser contraria a los valores éticos y deontológicos exigibles” al profesorado de la UB. La denuncia, no obstante, se cerró con una reprimenda verbal a Matas.

Esta amonestación verbal al catedrático se publicó en algunos medios contrarios al independentismo a pocos meses del 1-O. Matas era entonces el presidente de la sindicatura electoral del referéndum en Catalunya y es un politólogo vinculado al espacio soberanista.

En las informaciones llegó a aparecer el nombre completo de la denunciante. La estudiante asegura que la UB, sin embargo, la acusó a ella de haberlo filtrado y la amenazó con tomar acciones legales.

“El sueño empieza comiendo… Después es cuando empieza la fiesta”

Matas le dice en los mensajes, en varias ocasiones, que la echa de menos. Le reprochaba que no le hiciera suficiente caso, que no le respondiera rápidamente los mensajes o, de manera velada, que ella no quisiera dar un paso más en su relación. Después empezó a buscarla por la universidad para obtener explicaciones. 

La resolución que eximió a Matas consideró que las “expresiones de añoranza” del catedrático en los mensajes “se dirigen en general a sus estudiantes”. Tampoco se apreciaron “conductas de naturaleza sexual o con connotaciones sexuales”. Los documentos obtenidos cuestionan estas conclusiones.

“A ti seguro que te dirigiré el TFG, te echo demasiado de menos”, le dijo en junio de 2016. “Tengo ganas de verte”, le dijo al cabo de 10 días. “Te echo de menos un poco”, le volvió a decir el 13 de agosto. “Ganas de verte”, insistió seis días después.

Matas también le explica ese agosto que ha soñado con ella en dos ocasiones. Durante los meses posteriores, la estudiante le conminó en más de una ocasión a que le dijera qué sucedía en el sueño, según se ve en los mensajes. 

“Claro que sospechaba que se refería a un sueño erótico”, recuerda ahora la alumna. “Pero quería saber si realmente estaba en peligro con él o solo era yo que me estaba montando una película”, añade. “Yo era muy joven, toda esa situación me superaba”.

“No sé si te lo podré contar todo, porque es un poco fuertecito”, le responde Matas a las preguntas de la alumna. “Eso sí, los dos nos lo pasábamos muuuuy bien [sic] y siempre eres tú quien lleva la iniciativa de todo lo que hacemos [en el sueño]”.

“El sueño empieza comiendo… Pero después de comer es cuando empieza la fiesta”, le dice el catedrático a su alumna en una de las conversaciones, ante la insistencia de la estudiante. Finalmente la alumna fue a su despacho y el catedrático le reveló que había tenido dos sueños eróticos con ella, según afirma la estudiante.

“Recuerdo que salí de ahí y no podía ni bajar las escaleras”, explica la denunciante. “Fue muy desagradable e incómodo, no sabía qué hacer”. Un estudiante que habló con ella justo después del encuentro en el despacho, lo recuerda así: “Me llamó con un ataque de ansiedad”, explica. “Me dijo que necesitaba ayuda y estar con alguien”.

Algunos de los mensajes posteriores a ese encuentro muestran cómo Matas reprochaba a la alumna su frialdad tras el encuentro. “No te doy un poco de penita… Yo te he explicado que tuve un sueño y tú en cambio no me dices nada (...) es un poco injusto”, le dijo horas después de verse en su despacho. 

“Te dejo en paz porque no me quiero poner pesado… Porque pasas de mí olímpicamente”, añadió el mismo día, al ver que la alumna no comentaba nada específico sobre el contenido del sueño. 

Al cabo de una semana, el catedrático le pregunta a su alumna si está bien. “Te noto un poco agobiada”, le dice. En ese momento la estudiante ya había pedido ayuda a su entorno y había montado un “grupo de apoyo” con sus allegados para ver cómo podía zafarse del que iba a ser su tutor del TFG.

“Te echo de menos… Necesito alumnos de confianza”, le dice el 20 de octubre a las 17:04h, nueve días después del encuentro en su despacho. “No me haces ni caso”, le vuelve a escribir esa noche, a las 20:09 h, ante la ausencia de respuestas por parte de la alumna.

Matas siguió intentando verse con la estudiante. El 3 de noviembre le propuso ir a comer, la alumna aceptó. “Dicen que va a hacer frío, pero podemos coger la moto e ir a la montaña. ¿Cómo lo ves?”, le pregunta. Finalmente no se vieron ante la falta de interés de la estudiante, según se desprende de los WhatsApps.

Tres días después le reprocha a la denunciante su demora en responderle. “Un día me explicarás cómo es que respondes mis WhatsApps 24 horas tarde (...) solo me pasa contigo, las otras responden inmediatamente. Es muy extraño”, le dice. “Pienso que pasas olímpicamente de mí”, le dice de nuevo.

La alumna responde que ha estado ocupada. “Yo también hago muchas cosas y siempre te respondo inmediatamente. El problema no es si estás o no ocupada, porque responder son segundos”, le dice Matas. “Lo peor es que sabes que tengo razón pero no lo sabes admitir. No es malo reconocer que los otros tienen razón. Al contrario, es un buen indicador de la inteligencia de las personas”.

La insistencia en ver a la alumna iba en aumento a medida que la estudiante intentaba enfriar la relación. “¿Subirás después al despacho?”, le pregunta el 7 de noviembre. La alumna le respondió que no iba a poder. “Buen fin de semana ¡ya nos veremos algún día!”, le dice cuatro días después.

“Por cierto, sales guapísima en la foto”, le transmite al cabo de tres días sobre la imagen que la estudiante llevaba en el WhatsApp. “Tengo ganas de verte”, le insiste al día siguiente. “Me pones triste”, añade, tras reprocharle de nuevo a la estudiante que no le hace suficiente caso.

El actual rector lo retiró de su candidatura

El actual rector de la UB, Joan Guàrdia, incluyó a Matas en su candidatura a las elecciones al rectorado de la universidad a finales de 2020. Ante las quejas de algunos grupos estudiantiles que conocían el caso que le había salpicado en el pasado, Guardia se comprometió por escrito a que los vicerrectores que nombraría estuvieran “sensibilizados” y “comprometidos con la política de tolerancia cero con las desigualdades de género”.

Tras firmar el futuro rector este documento, al que ha tenido acceso elDiario.es, Matas desapareció de la candidatura de Guàrdia: en los primeros vídeos promocionales aparecía el catedrático, en los últimos ya no

Pocos meses después de ganar las elecciones al rectorado a principios de 2021, Guardia recuperó a Matas y le concedió el vicerrectorado de Relaciones Institucionales, Comunicación y Política Lingüística, probablemente el que conlleva una mayor proyección pública.

Tanto la UB como su actual rector señalan que “no tienen por qué dudar” de la comisión que estudió el caso ni de la resolución de 2017. “Tanto para la UB como para el rector es un tema que está cerrado”, aseguran desde la universidad a esta redacción. 

Guàrdia no ha querido hacer ningún comentario sobre la concesión de un vicerrectorado a Matas después de haberse comprometido con los estudiantes a retirarlo de su equipo.

La estudiante rompe el silencio

Según diversas fuentes entrevistadas, la alumna y su entorno valoraron durante meses qué hacer con su situación. Lo primero que hizo fue intentar que le cambiaran el tutor de TFG sin decirle nada al catedrático, aprovechando que todavía no habían sido formalmente asignados, mientras continuaba sus conversaciones por Whatsapp con él. 

Ante la dificultad de encontrar un nuevo tutor que perteneciera a su grado, la alumna finalmente pidió a un profesor de otra facultad, la de derecho, que asumiera la tutoría de su TFG. 

“Me sentía atrapada, tenía ataques de pánico, pesadillas… Empecé a llevarlo muy mal porque no encontraba la manera de escapar de la situación”, recuerda la alumna. “Había, además, una parte de mí que se sentía culpable por no haberlo visto venir antes”. 

La estudiante y su grupo de apoyo sondearon hasta a tres profesores de la facultad con quienes tenían buena relación para pedirles ayuda. El primero de ellos les respondió que estaba a punto de consolidar su plaza y que no quería tener problemas con un catedrático que además era el coordinador académico de su grado. La otra docente también prefirió no intervenir. 

La estudiante pidió ayuda hasta a tres profesores de su facultad, dos de ellos rechazaron asistirla por miedo a represalias

El tercer profesor al que acudieron les dijo que le ayudaría, pero al poco tiempo recibió una denuncia por abuso de poder y entonces condicionó su apoyo a que la estudiante, que tenía un cargo de representación en el alumnado, le echara una mano en ese caso. 

El 23 de enero de 2017, la estudiante acudió a una revisión de uno de sus exámenes y se derrumbó. “Empezó a llorar y me contó que un profesor la estaba acosando”, rememora el profesor que la atendió. “Estaba muy asustada y nerviosa”. El docente añade que la alumna había ido bajando su rendimiento durante el primer semestre de 2016 hasta llegar al suspenso en el examen de final de semestre.

Este profesor le dijo que lo que le contaba era “muy grave” y la acompañó junto a otro docente a ver a la jefa de estudios de la facultad, que la asistió y le informó de las acciones que podía llevar a cabo. La víctima dudaba de la utilidad de presentar una denuncia y tampoco quería perder el anonimato.

Finalmente, en marzo de 2017, acudió a la Unidad de Igualdad de la UB a presentar la denuncia. Explica que se sintió presionada a dar ese paso porque cada vez había más gente que conocía el caso y algunos docentes le advirtieron de las consecuencias que podía tener que se supiera lo sucedido sin formalizar una denuncia. 

Dos semanas después de presentar la denuncia, se enteró de que su queja no se había tramitado. Volvió a la Unidad de Igualdad y le confirmaron que el documento se había extraviado “por un error informático”. La volvió a tramitar.

Al cabo de cinco días fue citada a declarar por una comisión formada por tres hombres. Acudió acompañada de un profesor de la UB, de su pareja y de una amiga. “Me hicieron sentir fatal, con la necesidad de justificarme en todo momento”, rememora la denunciante. 

“Los miembros de la comisión enfatizaban todo el rato en por qué [la estudiante] siguió respondiendo los WhatsApps a Matas”, recuerda uno de los presentes en la declaración. “No parecían interesados en investigar demasiado, en todo momento se percibía un cuestionamiento de su relato”.

A media declaración, la secretaria que tomaba notas interrumpió la sesión y salió de la sala llorando, según confirman tres personas presentes en la sala. 

A los tres meses llegó la resolución que eximía al catedrático de cualquier responsabilidad. “Sinceramente tenía poca esperanza”, señala la denunciante, que considera que los mensajes que aportó se utilizaron para exculpar al profesor. “Parece que lo que se analizó fue cómo le respondía yo en lugar de las cosas que me decía él”, opina.

“No aflora que la denunciante recibiera este comportamiento como de acoso”, señalan las conclusiones del expediente, que reprocha que la relación “no fue rechazada” por la víctima “en su momento” y se basó “en intereses personales compartidos”.

Tanto los mensajes como la relación que Matas tuvo con su alumna rebasan lo “aceptable” y “van mucho más allá de lo permitido entre un docente y una estudiante”, coinciden dos expertos en este tipo de denuncias en la UB. “No es comprensible que no tuviera consecuencias”, añade uno de ellos, que solicita anonimato para comentar la situación. “El caso ejemplifica hasta qué punto deben mejorar estos procesos para proteger a las víctimas”, remacha.

Tanto los mensajes como la relación que Matas tuvo con su alumna rebasan lo “aceptable” y “van mucho más allá de lo permitido entre un docente y una estudiante”, coinciden dos expertos en este tipo de denuncias en la UB.

La denunciante, explican tanto ella como su entorno, siempre quiso hacer carrera académica. Tenía el sueño de hacer un doctorado y ser profesora en la universidad, algo que ya difícilmente va a ocurrir.

Cree que el proceso truncó sus planes de vida y lamenta ahora las consecuencias que tuvo la denuncia. “Hice lo que tenía que hacer pero soy muy consciente de lo que me ha costado”, sostiene. “Más que arrepentirme, me siento frustrada”, añade.

El 5 de abril de 2021, dos días antes de nombrar a Matas vicerrector, el actual rector de la UB, Joan Guàrdia, citó a la denunciante a su despacho. Llevaba apenas cuatro meses en el cargo. La víctima, asustada, acudió con sus padres al encuentro. Tras preguntarle si estaba satisfecha con cómo había ido el proceso, la denunciante le respondió que no. El rector le preguntó si podía compensarla de alguna manera y la denunciante le reprochó, enojada, si acaso le estaba ofreciendo dinero. Guàrdia respondió que no y la estudiante le planteó otra cuestión.

— Es muy sencillo, ¿me crees a mí o le crees a él?

El rector de la UB, según recuerdan tres personas presentes en la sala, le respondió que creía la versión del catedrático. Guàrdia niega esta versión de los hechos. 

Si tienes más datos sobre este caso o conoces otros similares, puedes escribirnos a pistas@eldiario.es

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