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ENTREVISTA Director del Centre d'Estudis d'Opinió

Jordi Muñoz: “Hay 'spin doctors' que piensan que una encuesta favorable les beneficia pero no siempre es así”

El politólogo Jordi Muñoz, fotografiado tras realizar esta entrevista.

Neus Tomàs

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El politólogo Jordi Muñoz dirige el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el organismo que depende de la Generalitat y que los medios hemos bautizado como el 'CIS catalán' porque es un instituto público cuyo cometido también es la realización de encuestas. A Muñoz no le entusiasma, más bien todo lo contrario, que se rebautice así al CEO. Primero por el desprestigio actual de los sondeos del CIS y después porque su metodología va en sentido contrario a la que José Félix Tezanos está aplicando.

Muñoz prefiere pecar de prudente y de transparente. Por eso las décimas han desaparecido en los porcentajes de intención de voto de las encuestas que publica el CEO.

Cuando accedió al cargo prometió una mayor transparencia. ¿En qué se ha traducido ese propósito?

Lo más importante ha sido publicar todos los códigos que usamos para realizar la estimación electoral, o sea, la famosa cocina de las encuestas la hemos hecho abierta. En nuestro repositorio se reproduce todo el proceso, desde que llegan los datos tras el trabajo de campo hasta el gráfico final con la intención de voto y los escaños. En paralelo hemos publicado un documento en el que se explica de forma pedagógica todo este proceso. Además, hemos hecho público el código en el que nos basamos para escoger las secciones censales para los entrevistadores en las encuestas presenciales. Y cuando tenemos que hacer ponderaciones para ajustar las muestras damos a conocer también el código.

¿Han optado por las entrevistas presenciales porque las telefónicas pueden ser menos fiables? 

Nos hemos concentrado en las encuestas presenciales, las domiciliarias, y últimamente en las que llamamos encuestas autoadministradas. En este segundo caso hacemos una selección aleatoria del padrón y enviamos cartas con un link o un código QR invitándoles a responder las preguntas. Si no nos contestan vía online, se lo hacemos llegar en papel con sobre de franqueo prepagado. Es parecido a lo que hace el INE para la estadística oficial. En muchos países se está transitando hacia este modelo para las encuestas de opinión.

¿Por qué?

El motivo principal es que cada vez cuesta más que la gente responda a los cuestionarios por teléfono. Mucha gente ha dejado de usar el fijo y los hábitos, el tiempo que estamos en casa, también han variado. Los móviles tienen varias dificultades, desde la localización geográfica a que cuando llamas te puedes encontrar a la persona en el metro, en el trabajo, el súper...y es muy difícil que puedan contestar.  

¿Cómo podemos controlar que las encuestas online no están manipuladas?

Nosotros las hemos probado alguna vez para introducir preguntas nuevas o experimentos metodológicos porque tienen un coste muy bajo y son muy rápidas. Pero para las principales no lo utilizamos porque la selección de los encuestados no es muy clara. No existe un equivalente a las antiguas Páginas Blancas para los correos electrónicos. La encuesta puede ser online, pero el reclutamiento debe ser offline. No es tan importante cómo responde sino cómo se selecciona a la persona.

¿Les perjudica que los sondeos de otro instituto público, el CIS, estén tan cuestionados? 

Todo el ruido que hay alrededor de los institutos públicos que realizan encuestas no nos va bien porque inevitablemente se extiende.

¿Qué opina de las encuestas del CIS?

No sé si me corresponde a mí hacer una valoración. En todo caso, no comparto la decisión de priorizar las encuestas telefónicas que ha hecho el actual equipo del CIS y por eso he hecho todo lo contrario. Ellos pueden hacer más encuestas y nosotros menos, pero lo hacemos conscientemente porque primamos la calidad. 

Las encuestas telefónicas tuvieron una edad de oro, pero ya ha pasado. El 'American Association for Public Opinion Research ', en Estados Unidos, tiene un manual de 300 páginas sobre cómo hacer la transición del modelo telefónico al que usamos nosotros. En el Reino Unido está el 'Centre for Social Survey Transformation' que se dedica a acompañar a instituciones a llevar a cabo la misma transición. El smartphone ha supuesto un gran cambio porque la gente responde cuando quiere y en privado. Está demostrado que así se contesta de manera más sincera a cuestiones delicadas, porque además pueden ver las opciones en vez de que alguien se las diga de viva voz.

No comparto la decisión de priorizar las encuestas telefónicas que ha hecho el equipo del CIS y por eso he hecho todo lo contrario

Los institutos públicos de sondeos están fiscalizados, pero a veces existe la sensación de que los privados pronostican en función de quién paga la encuesta.  

Yo vengo de la investigación académica y no conozco el funcionamiento de estas empresas. Nosotros estamos muy fiscalizados y nuestra apuesta por la transparencia va más allá de lo que obliga la ley. También creo que hay 'spin doctors' de los partidos que piensan que una encuesta favorable les beneficia pero no siempre es así porque una encuesta favorable puede desmovilizar a tu electorado.  

El presidente de GAD3, Narciso Michavila, ha pronosticado que “las elecciones generales las ganará Feijóo de calle”. ¿Es tan fácil saber ya qué acabará pasando?

No haría nunca un pronóstico de esta naturaleza porque no lo sabemos. Hay un porcentaje alto del electorado, pongamos un 30%, que son indecisos. Cuanta más distancia hay en el tiempo, más personas están así, incluso entre las que dicen saber qué van a votar. Hemos constatado mucha volatilidad y eso obliga a ser prudentes en los pronósticos. 

Están ya apareciendo encuestas sobre las municipales. En el caso de Barcelona vemos que dan que la victoria puede estar entre Xavier Trias, Ada Colau y Jaume Collboni. Unas ponen a un candidato por delante, otras a otro, pero con unos márgenes tan estrechos que hacen dudar de su credibilidad, ¿no?

Las encuestas son una foto de la realidad en un momento concreto. Pero es una foto que no tiene mucha resolución. Si te acercas mucho al detalle no acabas de verlo claro. Con diferencias tan cortas es esperable que en las encuestas se vayan alternando las posiciones de los candidatos. Las encuestas tienen margen de error y es algo que no se explica lo suficiente. Nosotros intentamos ser pedagógicos con esto y, por ejemplo, hemos dejado de poner decimales en los porcentajes. Las horquillas más amplias son las que se derivan de ese margen de error. Cuando hay márgenes tan estrechos y te preguntan quién ganará, la respuesta más honesta es decir que no lo sabemos.

Los partidos piensan que lo importante es aparecer el primero o con capacidad de decidir el gobierno porque eso es lo que influye en quienes están indecisos a la hora de decidir el voto. Pero los expertos en demoscopia no tienen tan claro el principio de caballo ganador.

Es que en algunos contextos es así, pero en otros no. No es una ciencia exacta y depende de muchos factores. Por ejemplo, partidos que están en el límite para obtener representación pueden lograrla por el hecho de aparecer en las encuestas. Pero tampoco es algo seguro.

En el último sondeo que han presentado en el CEO apuntaban que la mitad de los encuestados defendían mantener los impuestos y los servicios públicos tal y como están, un 32% incluso subiría la presión fiscal para mejorar los servicios mientras que el 12% la bajaría. ¿Se atreve a decir si el resultado sería similar en Madrid?

No tengo una respuesta clara. Tradicionalmente cuando había intentado comparar la opinión pública catalana con la del resto del Estado lo que veía es que en esta cuestión era bastante parecida. La opinión pública madrileña está un poco más a la derecha y es posible que la insistencia en la rebaja de impuestos la haya movido todavía más en esa dirección. La catalana se sitúa más a la izquierda en ámbitos sociales, culturales o morales mientras que en términos socioeconómicos es parecida al resto.  

En ese sondeo pedían a los encuestados que eligieran los tres elementos que mejor los identifican. Llamaba la atención como entre los jóvenes de entre 16 y 24 años el elemento que más les identifica es el generacional. ¿Somos lo bastante conscientes de este fenómeno?

La pregunta que pusimos es una adaptación de una que se había formulado en encuestas internacionales y sobre la que nos llamó la atención la respuesta. Tal vez el contexto, en un momento de cambio tecnológico y cultural, con nuevas formas de comunicarse y expresarse que son distintas en función de la generación, provoque que las percepciones sobre tu grupo y el resto se perciban más.

O tal vez porque tienen preocupaciones o prioridades que no siempre son las que centran el debate público.

Sí, hay varias cuestiones. Los jóvenes participan menos en las elecciones, tiene menos interés en la política, están menos involucrados y menos representados entre los políticos. Esto hace que la política les interpele menos y que exista un mayor desencantamiento o distancia. No en todos los países es así. La singularidad que tenemos aquí es que la generación que protagonizó la Transición, la denominada 'generación cívica', estuvo muy politizada y ha ostentado el poder durante mucho tiempo porque llegaron muy jóvenes.

Esto acaba teniendo consecuencias en el gasto público puesto que está más orientado a dar respuesta a las necesidades de estas generaciones. Podemos y Ciudadanos precipitaron una cierta renovación pero la inercia sigue siendo muy fuerte. Si miramos la abstención por edades se comprueba que los que más votan son los electores de más de 60 años.

Los jóvenes, además de votar menos, ¿son menos fieles a unas siglas?

A la gente de más edad, muchos de ellos votantes de los partidos tradicionales, les cuesta más cambiar. Pero también tiene una explicación de ciclo vital: cuanto más mayor te haces, más te cuestan los cambios.

El principal elemento negativo de Catalunya tiene que ver con la insatisfacción con la política. El 19% lo cita de manera espontánea. ¿Considera que es mucho?

Sí, es mucho. Puede que tenga que ver con el contexto porque en la misma encuesta preguntábamos por cuestiones políticas.

¿Y puede tener algo que ver el hecho de que en la última década la sociedad catalana ha estado muy politizada?

Lo considero como una cierta paradoja. En Catalunya, pero también en España, ha interesado mucho la política en la última década. Muchos programas de televisión en prime time o el fin de semana eran sobre política, y se produjeron tasas de participación inéditas en algunas elecciones, manifestaciones masivas... Además, los votantes acostumbran a seguir a los partidos en sus movimientos y adaptan también sus discursos. Pero en cambio, cuando les preguntas sobre la política expresan opiniones muy malas.

¿La pandemia ha influido? 

La pandemia provocó incertidumbre y miedo. Hay estudios comparados en distintos países y sorprende que en la mayoría se apoyaba a quien estaba en el poder porque es la sensación de que es quien está para protegerte. En España no pasó y tiene que ver con algo singular, un comportamiento que también se nota en otros países del sur de Europa: un síndrome antipolítico muy acentuado.

¿A qué atribuye esa mayor desconfianza?

Hay factores estructurales y culturales que lo explican. Una parte responde a algo objetivo y es que las instituciones funcionan peor. Otra se explica porque son democracias más recientes, a excepción de Italia que en esta etapa la tiene desde el 1948. Pero en España, Portugal y Grecia llegaron más tarde. Por lo tanto, arrastran una mayor herencia autoritaria en las instituciones y en la cultura de la gente. Además, al igual que en los países del Este, existe una mayor desigualdad social.

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