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No todos los 'azules' lo eran

Ilustración: Silvia Alcoba.

Lluís-Anton Baulenas

La Unión Europea, que tiene tantos miramientos a la hora de meterse en los asuntos internos de sus países miembros, ha avisado al Gobierno español que no puede tolerar casos como el homenaje de la delegada del Gobierno en Cataluña, la señora Llanos de Luna, a la División Azul. Este homenaje, que se dio hace unos meses, motivó una queja de los eurodiputados catalanes Raimon Obiols y Dolores Badia (PSC), Raül Romeva (ICV), Salvador Sedó y Ramon Tremosa (CiU) y Ana Miranda, del BNG, en representación de ERC. Ahora, dicha queja ha dado como resultado el aviso de la eurocomisaria de Justicia, Viviane Reding, que encuentra incompatible la “banalización del nazismo” con la democracia. Y que a partir del año que viene, una actitud semejante podrá ser juzgada y castigada penalmente por Bruselas. Perfecto. Veremos si lo hacen.

Las manifestaciones externas totalitarias (frases, afirmaciones, gestos, simbología, etc.) que se dan últimamente por parte de muchos elementos del PP pueden provocar que se acumule el trabajo en el despacho de la eurocomisaria Reding. Será interesante seguirlo. Pero volvamos a la División Azul. El acto de homenaje, en su momento, fue una provocación más de la señora Llanos de Luna, una mujer con carácter de virreina. Así hay que tomárselo. Pero entonces, como ahora, he echado de menos un matiz imprescindible a la hora de hablar de la División Azul. Todavía se recuerdan los pasquines pegados en las paredes reclamando hombres para enrolarse al famoso grito de “Rusia es culpable”. El régimen franquista tardó poquísimo a ordenar la formación de una división militar para ir contra Rusia al lado de las potencias del Eje que acababan de invadir la Unión Soviética. Pero cualquiera que sepa un poco de historia de España, sobre todo la de los vencidos en la guerra civil, sabe que dicho cuerpo de ejército era algo más que unos cuantos miles de exaltados anticomunistas. La memoria de los vencidos está llena de amargura. Sobre todo si, como en el caso de la División Azul, una parte de los expedicionarios eran vencidos camuflados. Hay que rescatar el recuerdo. Y justificarlos.

El director Luis García Berlanga lo explicó muy bien en sus memorias, poco antes de morir (Bienvenido, mister Cagada, Editorial Aguilar, 2005). En el libro aparecen muchos recuerdos de la División Azul ya que Berlanga, una persona notoriamente roja y de familia roja, participó en ella. ¿Es una contradicción? ¿Por qué lo hizo?

Hay que situarse en aquel tiempo, en 1941, en medio de la feroz represión de los vencedores de la guerra civil. De hecho, el director de cine ya había hablado también públicamente muchas veces: Él, como tantos otros, se alistó, entre otras razones, para ayudar a su padre represaliado. Se puso la máscara y subió al tren que le llevaba a Alemania primero y en Rusia, después. Los que sobrevivieron -hubo 8.000 muertos, 15.000 heridos y más de quinientos prisioneros-, como exdivisionarios, se convirtieron en héroes del Régimen. Barcelona todavía conserva el recuerdo del recibimiento multitudinario, en 1954, de los últimos divisionarios que habían sido prisioneros de los rusos casi diez años. Y Berlanga, como tantos otros que optaron por el exilio interior, se aprovechó del Régimen tanto como pudo. ¿Qué debe pasar por la cabeza de los supervivientes de aquella aventura? Los republicanos camuflados de exaltado anticomunista, decididos a irse a Rusia para conseguir el aval que podía abrir tantas puertas a parientes y amigos a la vuelta.

El Régimen de Franco se construyó sobre un montón de mentiras. Una de las cuales está relacionada con la División Azul. Tanto en lo que respecta a la eficacia guerrera como la cohesión ideológica de sus componentes. Ahora, simplemente, una vez más me he puesto en la piel de uno de esos falsos divisionarios, situados en la disyuntiva de irse a disparar contra quien había sido su aliado hacía cuatro días. He aquí el terrible dilema: conservar la fidelidad a la idea o conservar la fidelidad a la otra idea, la de la supervivencia (la tuya y la de tus). No nos precipitemos: No es fácil de responder. Incluso ahora, que las imágenes de la guerra civil, de las personas que fueron, de la terrible posguerra, se van desvaneciendo lentamente, injustamente.

La señora Llanos de Luna, sin ella saberlo, también homenajeó a estos hombres, muchos de los cuales se dejaron la piel sin saber muy bien por qué. Las crónicas cuentan que Berlanga, de vuelta, se paseaba con comodidad entre los exdivisionaris. ¿Y qué?

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