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ENTREVISTA

Jordi Gracia: “Cualquiera de las alternativas al Gobierno de PSOE y Podemos me parecería monstruosamente peor”

El ensayista Jordi Gracia, en Barcelona.

Neus Tomàs

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Muchos se arrogan el calificativo de intelectual. A otros les presentan así sin las mínimas credenciales que lo atestigüen. No es el caso de Jordi Gracia (Barcelona, 1965), cuyos ensayos le sitúan como una de las voces más autorizadas para reflexionar sobre la historia reciente de España. Está a punto de reeditarse 'Contra la izquierda' (Anagrama) una obra que en el 2018 analizaba desde un punto de vista crítico o más bien realista el futuro de las izquierdas en este país. La semana que viene llega a las librerías su último trabajo, 'Los papeles de Herralde', que se sumerge en la editorial Anagrama entre los años 1968 y el 2000 y en el oficio y personalidad de su fundador, Jorge Herralde, un nombre sin el cual es imposible entender la literatura contemporánea.

Entre las obras más reconocidas de este catedrático de literatura española destacan dos biografías: la del filósofo Ortega y Gasset (Taurus) y más recientemente la del periodista Javier Pradera (Anagrama), que permite radiografiar el tardofranquismo y una transición que para Gracia fue “una de las mejores etapas” de nuestra historia. El problema, dice, es lo que vino después.

¿Se atreve a poner nota al Gobierno de PSOE y Podemos? 

Sí, un notable. Tengo la impresión de que han sido capaces de activar las primeras condiciones para abordar la desigualdad, que es la principal carencia de nuestra sociedad, aunque lo han tenido que hacer a la vez que debían afrontar una pandemia salvaje. El balance para mí es claramente positivo, entre otras cosas porque el principio de realidad te hace preguntar cuál es la alternativa. Y cualquiera de las alternativas posibles me parecería monstruosamente peor.  

¿Entre la izquierda más pragmática y la idealista, utilizando conceptos que definió en su libro ‘Contra la izquierda’, cuál cree que se está imponiendo? 

El poder es necesariamente pragmático y la lucha ahora es entre aquellos que quieren ir más lejos y los que consideran que ahora no se dan las condiciones. Estamos en un híbrido entre una izquierda pragmática y una que no renuncia a ir más allá de lo que permite la realidad.

Ahora que está de moda ponerle calificativos a la democracia española, ¿usted es de los que la considera plena, como Pedro Sánchez, o imperfecta, como dice Pablo Iglesias? 

No es como dice Iglesias sino como dice cualquier persona sensata porque toda democracia es imperfecta porque si no no es democracia. Dentro de las imperfecciones hay algunas que llaman mucho la atención y deben ser resueltas de manera inmediata. Obviamente la condena de cárcel por delitos relacionados con la libertad de expresión es una de ellas. Todo estado de derecho es necesariamente mejorable y a veces faltan reflejos para mejorarlo. 

¿Qué opina de las manifestaciones de estas semanas en Barcelona convocadas a raíz de la entrada en prisión de Pablo Hasél y que han acabado con disturbios importantes?

Los disturbios me parecen catastróficos, sin paliativos. No me atrevo a hacer una interpretación rápida sobre quienes son los 200, 300 o 400 chavales que incendian cosas. Debe haber muchos factores y sería muy atrevido hablar de que hay una especie de polvorín social en marcha que responde con intolerancia a una situación dramática como es el medio millón de parados que tenemos en Catalunya o los cuatro millones en el conjunto de España.

¿Y por qué explota más en Barcelona que en otras ciudades españolas?

Honestamente debo decir que no tengo ni idea aunque no deja de ser curioso que haya pasado algo parecido a lo que sucedió en las protestas contra la sentencia del procés y además en un momento tan caliente como es la negociación para formar un nuevo Govern.  

¿Cómo analiza el resultado de las elecciones catalanas?

Es una valoración claramente favorable. El desastre es la altísima abstención, que tengo la impresión que ha afectado más al voto no independentista. La buena noticia es que el primer partido de la oposición sea el PSC y no Ciudadanos, que tenía un discurso muy radicalizado, hostil y poco permeable. La mera opción de que pudiese haber una gobernabilidad con carácter de izquierdas aunque sea con combinaciones complicadísimas, ya es también una buena noticia. También creo que es bueno que los discursos de los dos grandes partidos independentistas, tanto en campaña como después, hayan evidenciado que Junts necesita radicalizarse, y más en el hipotético caso de una alianza entre ERC y los comuns.  

Aunque es muy improbable, lo deseable sería un Govern de ERC y comuns con el apoyo externo del PSC

Pero con la actual aritmética y tal y como ERC ha planteado las negociaciones, ¿cree que es posible un Govern entre ERC y los comuns?

Con el apoyo del PSC desde fuera sería técnicamente posible aunque es muy improbable. Pero no quiero dejar de decir que eso sería lo deseable. 

¿Sigue pensando que el izquierdismo de ERC es más verbal y retórico que real?

El comportamiento que ERC ha tenido en el Congreso revela que parece que este izquierdismo existe. Mi pregunta es, ¿por qué no vemos a esta ERC en Catalunya? En la lógica interna parece que pesa más la clave independentista, pese a que se ha ido rebajando.  

A través de la biografía del periodista Javier Pradera, retrató la caja negra de la transición. ¿Usted es de los que pone buena nota a esa etapa de la historia de España? 

A mí esa época me parece una de las mejores de la historia de España. Me refiero al periodo que va hasta el 82, con la victoria del PSOE, desde el punto de vista de la viabilidad real de construir un Estado democrático. Falible y lleno de unas taras que 30 años después nadie abordó. El problema de la democracia española es no haber tenido los reflejos para frenar el desgaste interno que generó la constitución de ese Estado. En el 78 era los más cercano a lo mejor posible. Basta con revisar lo que editó Anagrama en los sesenta y setenta para entender el vuelco social y moral que dio el país entre sexo, drogas, rock&roll y revolución.

Por lo tanto, el problema no fue la transición sino lo que vino después.

Exacto. Mi generación es la principal responsable de no haber hecho los deberes y no haber exigido a los que gobernaban que actualizasen un aparato de poder que se gestó bajo la sombra del franquismo porque la mitad de la sociedad lo era. Se hizo una Constitución interesantísima pero una década, dos y tres después no se ha querido revisar. La cobardía política y el tacticismo han impedido que esto se abordase como un problema real. Si se hubiese hecho así, probablemente la explosión del independentismo en esta última década no hubiera sido la misma.   

¿Se puede diferenciar al rey del 23-F del que ha defraudado a Hacienda como si se tratase de personas distintas?

Sí, porque lo son. Como yo no soy la misma persona ahora con 55 años que la que era con 25. Este señor se tomó en serio que se estaba jugando el cuello, y después se produjo una especie de tolerancia que evitó que aflorasen comportamientos que muchas élites mediático-políticas conocían o al menos sospechaban y no abordaron. Posiblemente lo hicieron por un agradecimiento mal entendido por su comportamiento durante el 23-F, pero fue un grave error democrático.

¿El PSOE se equivoca blindando al rey emérito para que el Congreso no pueda abrir una comisión de investigación?

La primera pregunta que debemos hacernos es si las comisiones de investigación parlamentarias sirven alguna vez para algo que no sea la exposición mediática de un problema. En términos de espectáculo mediático son muy rentables y acostumbran a responder a intereses muy coyunturales. Más allá de esto, no sabría decir si el PSOE actúa correctamente o no. Lo que sí creo es que lo que estamos sabiendo sobre el rey es una bomba de relojería que mina el crédito de la monarquía pese a que Felipe VI ha hecho todo lo posible para evitar el contagio. Ahora bien, ¿es oportuno el debate sobre monarquía o república en medio de la situación más grave que hemos tenido si no contamos la guerra civil? La respuesta es que no. El debate entre monarquía y república no debería ser una prioridad de la izquierda en una catástrofe como la actual.  

Lo que estamos sabiendo sobre el rey es una bomba de relojería que mina el crédito de la monarquía pese a que Felipe VI ha hecho todo lo posible para evitar el contagio

Ha defendido que la izquierda tiene la oportunidad de restituir la utilidad práctica de la socialdemocracia como instrumento contra “la demagogia recentralizadora”. La gestión de la pandemia, primero con una centralización en un ministerio sin competencias y después dejando paso a un cierto caos autonómico no parecen ir en el sentido que usted propone.

Ha sido una demostración de las carencias que como estado federal tiene el estado de las autonomías. Lo que ha pasado es que el Gobierno federal podía mandar y no mandar a la vez, porque podía hacerlo con el estado de alarma pero no sin él. Por lo tanto, la estructura jurídica es federal pero la ejecución política no lo es.  

Algunos esperaban que con el Gobierno de izquierdas se notase una cierta regeneración en algunos ámbitos. Pero hemos visto, por ejemplo, que en la reciente renovación del Consejo de RTVE al final se ha impuesto el intercambio de cromos entre partidos.

Sí, es decepcionante. Es como si hubiese costumbres políticas tan enquistadas que ni ellos mismos se dan cuenta de que ponen en práctica comportamientos repudiables desde cualquier punto de vista de izquierdas. Probablemente un partido de Estado como el PSOE es el que más claramente es rehén de prácticas que sería deseable que no fuesen así.

En la renovación del Consejo General del Poder Judicial también estamos asistiendo a un espectáculo parecido. ¿Es mejor un mal acuerdo que seguir con un Consejo caducado?

Un mal acuerdo siempre es preferible a un pleito. Dicho esto, si yo estuviese en el Gobierno me costaría mucho aceptar el veto del PP al juez de Prada. No me daría la gana de aceptarlo. El PP ha sido en este ámbito particularmente obstruccionista desde hace décadas. En este caso, quien se ha saltado reiteradamente la Constitución es el PP.

Ahora que cita a la Constitución. A menudo, tanto a nivel político pero también algunos medios, consideran a Vox un partido constitucionalista. ¿Lo es?

Es un partido legal que con algunas de las cosas que defiende está fuera de la Constitución. Me pareció alarmante que la noche del 14F, en TV3 su pusiese a Vox en el bloque constitucionalista junto al PSC, Ciudadanos y PP. ¿Quién ha dado por hecho que PSC y Vox deben estar en el mismo bloque? Interpreto que responde al sectarismo de TV3. 

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