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Xavier Melero: “El juicio del procés fue justo, la sentencia es mediocre”

Xavier Melero se reconoce "decepcionado" por la sentencia

Oriol Solé Altimira

El final del juicio del procés ha llenado las estanterías de las librerías de nuevos títulos sobre lo ocurrido antes y después del otoño soberanista del 2017. Uno de ellos es 'El encargo' (Ariel), escrito por Xavier Melero (Barcelona, 1958), el abogado del exconseller de Interior Joaquim Forn y la exconsellera de Governación Meritxell Borràs.

“El libro es un canto a la abogacía independiente como profesión, muchas veces injustamente tratada. Los abogados no somos carroñeros capaces de todo, sino profesionales honestos que intentan mejorar la vida de sus clientes”, reivindica Melero en conversación con este diario el pasado jueves en su despacho de Barcelona.

Además de estar bien escrito, detallar episodios inéditos y contener varias dosis de ironía (en algunos casos un tanto corrosiva), el libro tiene una virtud no menor en los tiempos que corren. Melero sitúa en un plano terrenal a todos los actores del juicio del procés, con sus virtudes y sus defectos, pero seres humanos al fin y al cabo: ni los fiscales son perros de presa dispuestos a morder a todo lo que huela a catalán ni los exconsellers, los 'Jordis' y Forcadell forman una banda de peligrosos y violentos rebeldes.

¿El libro es el resultado de un dietario escrito a lo largo de estos dos años o lo ha hecho todo después?

Lo hice todo después, una vez acabado el juicio.

¿Y por qué no habla de la sentencia en el libro?

Porque no forma parte de mi encargo, es el trabajo de otro. El que la hizo que escriba su propio libro.

El libro describe varios altibajos a lo largo de la instrucción y juicio del procés. Dice que acabó deprimido tras el testimonio del coronel Pérez de los Cobos. ¿Fue el peor testimonio para los intereses de la defensa? tras el testimonio del coronel Pérez de los Cobos.

Sí. Siempre lo había sido. Era la pieza fundamental de la tesis de la acusación. Salvo una pregunta, todo el interrogatorio previo fue como picar contra una pared y ahora no se lo haría. Llegué a la conclusión de que solo tenía que haber preguntado '¿qué les dijo la magistrada el 1-O cuando usted y Trapero estaban haciendo cosas completamente diferentes?', y si la magistrada le recriminó algo a Trapero. Por cierto, Pérez de los Cobos me dijo que no.

Explica que renunció a la testifical de varios mandos de los Mossos porque había miedo en la policía catalana a la hora de ir a declarar.

Fue difícil que los jefes de la policía y los comisarios declarasen, y pidieron no hacerlo. Les molestaba. Y yo les preguntaba: '¿A qué teméis? ¿Al tribunal? Pero si sois policías, estáis hartos de declarar…'. Es una cosa interna, entre policías, no con el departamento. También hay que entender que muchos de ellos estaban investigados en otros procedimientos, que muchos estaban pendientes de que les llamaran a declarar como investigados… Estaban bastante temerosos, pero lo que yo les proponía era una declaración que yo entendía que no les comprometía. Al contrario.

En el libro dice que el discurso del rey Felipe VI del 3 de octubre fue de gran utilidad en Alicante y en Burgos. ¿No lo fue tanto para la gente de Barcelona o Tarragona? Felipe VI del 3 de octubre fue de gran

Yo lo digo desde el punto de vista de un ciudadano de Barcelona, no identificado con el independentismo, y que intenta entender las razones de unos y de otros. La verdad, creo que el rey tendría que haberse reservado para una mejor ocasión. El horizonte apuntaba a que tendría que haber alguna ocasión en la que alguien buscara la concordia, y él, por el propio mandato constitucional, parecía la persona idónea para no comprometerse aún.

De su relación con las otras defensas queda una duda. ¿Tan mal se llevaba con Andreu Van den Eynde, el abogado de Oriol Junqueras?

¡No, si me llevo bien! Le describo en términos elogiosos. No me llevaba mal en absoluto. Andreu buscaba la unanimidad. Y una cosa es estar coordinado y de acuerdo y otra hacer todos lo mismo. Ahí no había discusión, pero se planteaba algún tipo de desacuerdo.

Cuando escribe sobre la fase de instrucción, sobre las peticiones de libertad rechazadas, lamenta que el Estado no le escuchaba. La sentencia tampoco lo ha hecho.

La sentencia emana del Estado. El Tribunal Supremo es un poder del Estado. Otra cosa es que sea independiente. La voz del Estado se recoge en la sentencia, esto es inequívoco. Desde el momento en que todos los demás callaron y dijeron que el poder del Estado que tenía que hablar era el judicial, pues ahí ha quedado eso.

¿Le sorprendió que la sentencia dijera en sus hechos probados que la Conselleria de Economía el 20-S estaba bajo la sola protección de un reducido número de mossos que diariamente se encargaban de la vigilancia del edificio y que no recibieron ningún refuerzo? Los guardias civiles y mossos que testificaron y los vídeos que se vieron en el juicio llevaban a la conclusión contraria.

Vino el jefe de la Brigada Móvil de los Mossos d'Esquadra que comandaba a 130 efectivos. Y actuó. Y eso se recoge en otro lugar de la sentencia. Por eso califico la sentencia como muy desafortunada, pero es que además es descuidada en su redacción. Tiene párrafos que contradicen fácticamente lo que se dice en otros lugares. Es bastante decepcionante.

¿Por qué?

Porque uno espera, en un tema de estas características… Mire, yo quizás no lo hice, pero intenté hacer uno de mis mejores informes. Por el juicio que era, por los intereses en juego y porque había mucha expectación entre la gente. Hubiera podido recibir una sentencia injusta, pero con un aparato literario y erudito y jurisprudencial de primer nivel. Hay sentencias muy injustas, algunas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos defendiendo la segregación en el sur, pero escritas magníficamente y llenas de frases lapidarias que pueden presidir la entrada de un edificio público. En este sentido, esta sentencia me parece muy mediocre. Muy poco cuidada.

¿Injusta?

Injusta por supuesto. La versión justa de los hechos es la que ofrecí yo, y el tribunal hubiera tenido que atenderla.

El tribunal, con todo, sí viene a acoger parte su tesis cuando concluye que el procés fue un engaño a la ciudadanía y que lo que se buscaba era una negociación entre la Generalitat y el Gobierno. el procés fue un engaño a la ciudadanía

Lo del engaño lo dice la sentencia. Yo digo que se fue llevando la partida demasiado lejos. El 26 de octubre nadie sabía qué pasaría el 27. La gente se fue a dormir creyendo que Puigdemont convocaría elecciones y que, por lo tanto, pasaría lo que había dicho el fiscal general del Estado: que si no se votaba la declaración de independencia, allí no pasaría nada. Eso fue una realidad que fue cambiando y se fue modulando a base de impulsos externos muchas veces, algunos difíciles de comprender si no estabas metido en ese núcleo de tensión, y de presiones mutuas. Pero no creo que con voluntad de engaño. Mentir para conseguir determinado efecto creo que no pasó.

Fuera un engaño o no, ¿cómo puede ser que lo que el tribunal define como un engaño se castigue con 10 años y medio en el caso de su cliente?

Ahí está el grave problema de esta sentencia. Además es un problema técnico, no político. No hace falta la política para criticar la sentencia. El Supremo ventila la vulneración de derechos fundamentales y descarta la rebelión. Hasta aquí bien. No se mata tampoco, ¿eh? Porque los problemas que tiene la rebelión, de si es armada o si no es armada, los podría haber resuelto. Pero no. Y vamos a la sedición, que es el más grave de los delitos contra el orden público. La violencia y el tumulto del alzamiento tumultuario es gradual. Esta sentencia no hace ningún esfuerzo en decirme por qué estas manifestaciones públicas son más graves que el 'rodea el Congreso' o el 'Aturem el Parlament'.

Y luego está la cuestión de la autoría, para mí fundamental. Forn es promotor de una sedición, con lo cual los autores son los señores que van a votar o se alzan en la conselleria. Pero la sentencia dedica gran esfuerzo a decir que estos señores no hay ningún problema, y nadie los ha perseguido ni imputado. Tenemos promotores sin promovidos. Lo cual lo vuelve todo un poco más extraño. Además, el Supremo no lo dice, pero dice que sí hubo violencia y que Forn la incitó. Pero ¿cómo se establece el juicio de autoría? ¿Qué es lo que hizo Forn que motivó que unos sujetos concretos hiciesen una cosa determinada que además es delictiva? Tampoco me lo explica. Por lo tanto, es injusta.

En el libro define la acusación de rebelión como que parece responder a una cierta saña institucional y a una valoración desproporcionada de lo ocurrido, ¿La sentencia también lo es?

También, también. Desde el momento en que es una sentencia desproporcionada incurre en los mismos defectos.

¿Ha perjudicado, o influido al menos en el fallo, la identificación excesiva de algunas defensas con el ideario independentista que critica en el libro?

Eso les puede haber ocasionado un problema emotivo a ellos, lo habrán pasado peor que yo, que iba a lo que iba. No creo que esta identificación haya perjudicado a las defensas, pero tampoco les ha beneficiado. Su actitud ideológica respecto de los hechos, en el mejor de los casos, fue neutra.

Si la sentencia adolece de no recoger bien aspectos concretos, como lo que comentábamos de los mossos el 20-S, y, al mismo tiempo, el tribunal deja claro que no castiga a los condenados por sus ideas y que no le corresponde proponer una salida al conflicto, uno puede concluir que el juicio no ha valido para nada.

Vamos a ponernos positivos, aunque cueste, y a decir que el juicio ha servido para descartar la rebelión y para que desaparecieran de circulación las penas muy graves que se pedían para algunas personas. Y también que ha servido para poner de manifiesto que la acusación por organización criminal que sostenía Vox contra el Govern no tenía ni pies ni cabeza, o que la solidaridad casa muy mal con la malversación, es decir, que de malversación cada uno la suya. O que uno no se puede saltar a la administración penitenciaria por capricho del fiscal y sin argumentar razones de peligrosidad evidente para bienes jurídicos fundamentales como la vida integridad física o libertad sexual. Para todas estas cosas ha servido.

¿Y si nos ponemos negativos?

Pues diremos que la sentencia no ha convencido a nadie. Si hay dos bandos, existe la misma cantidad de individuos en cada bando al ver la sentencia que antes. El juicio no ha tenido capacidad de convicción para nadie. Esto lo habrá visto muy claro el juez Marchena, que de ser entronizado como una especie de Cid Campeador o Santiago Matamoros, ahora está desacreditado por los mismos que le encumbraron. La prensa que lo encumbró ahora lo arrastra por el barro.

El Tribunal Supremo tendría que haber dicho lo que le pedí. Yo remo a favor del Tribunal Supremo y fue mi mejor consejo: pedí que me hiciera caso y quedara muy bien dictando una sentencia muy moderada y muy proporcional para restablecer el prestigio del Estado ante los ciudadanos y la comunidad internacional. A lo mejor no entre Vox y algunos otros, pero yo pretendía que el Tribunal Supremo reflexionara sobre la cuestión de por qué ninguna de las iniciativas internacionales promovidas por la justicia española en relación con el procés ha funcionado. Podemos decir que hay una conjura del resto de Europa contra nosotros por envidia y por resentimiento o alguien podría pensar que quizá el ángulo de enfoque del problema no acababa de casar con los estándares europeos.

¿Se siente decepcionado al final de este recorrido, como principal valedor de que estábamos ante un juicio justo, algo que no compartían el resto de defensas?

El juicio fue justo y ahora también lo dice Amnistía Internacional, todo eso que he salido ganando por lo menos. Si a alguien le tienen que aplicar alquitrán y plumas, que venga Amnistía Internacional y vamos los dos juntos. Pero sí, me siento decepcionado. Porque veo que tengo una tesis que es viable, que la prueba me la respalda y que, sin embargo, hay algo, hay una comprensión previa de los hechos, que no permite que mi versión prospere. Entonces me embarga una cierta impotencia, hago examen de conciencia y pienso si he hecho algo mal, o si tendría que haber hecho algo diferente para conseguir un resultado distinto. Y mi conclusión es que no hubiera podido hacer nada diferente para lograrlo.

Lo escribe en el libro, ese pensamiento que le sobrevuela el día antes de empezar un juicio que solo se revela de verdad al final.

Efectivamente. ¿Me he equivocado en algo? ¿He traído como testigo a alguien que no debía traer o me he dejado a alguien que era necesario? No, y entonces claro, llego a pensar que nada hubiera podido tener capacidad de convicción en un asunto como este, que la prueba era irrelevante. Y cuando veo que el Supremo al final despacha y dice que no sirve para nada el testimonio de policías y votantes... pues casi que no hacía falta practicar prueba, podíamos haber hecho un juicio rápido, de pura valoración de lo que ya sabíamos.

En una de sus autodefiniciones en el libro se describe como una criatura de la transición a la que el tiempo había traicionado . ¿La sentencia contribuye a esta traición?

Sentencias que no me dan la razón he padecido muchas, y en esto yo no soy kantiano. 'Que se hunda el mundo si no se hace justicia', pues no, el mundo continuará y a la próxima procuraremos que salga mejor. En vista a lo que estaba pasando y que nadie era capaz de resolver la situación, la decepción ya la traía de casa antes del juicio, en todo caso la sentencia ha sido un clavo más en el ataúd.

Cuando declaró Junqueras en el juicio afirma que no veía salida al embrollo del procés. ¿Ahora la ve?

A corto plazo, no. He llegado a la conclusión de que lo mejor es fraccionar el embrollo en pequeños embrollos e intentar ir solucionándolos a ver si así el gordo, negro y feo se va desactivando. No se me ocurre otra cosa. Eso, y que todo el mundo rebaje el tono agresivo y maleducado que se usa en el discurso público.

¿La formación de un nuevo gobierno de PSOE y Unidas Podemos es una manera de fraccionar e intentar solucionar los pequeños embrollos?

Pues no lo sé, pero espero que sí. Aunque como desde 2012 no hay ningún gobierno que solucione absolutamente nada y la situación está cada vez peor, no tengo ningún motivo para la esperanza. Lo digo en el libro y lo reitero: alguno de estos supuestos salvadores de España y de la unidad del Estado tendría que pensar en la eficacia de su estrategia porque años después todos estamos muchísimo peor. Si se forma ahora un gobierno que lo soluciona, pues ojalá, pero asisto a estos días previos a la formación de Gobierno con gran preocupación porque veo que el actual lenguaje y el discurso público sigue tan agresivo, desagradable y provocador como el anterior.

¿Ahora un poco más por parte de la Generalitat que del Gobierno, no?

Hay gente que quiere seguir emponzoñando el discurso público y luego es muy difícil sentarse. Si le he dicho a usted que es un cabrón 80 veces, pero claro lo digo en público, luego en privado... No. Al final esa declaración pública acabará haciendo mella en la posibilidad de acuerdo.

Usted estuvo en los inicios de Ciudadanos, que ahora es un partido sin líder. ¿Que le recomendaría al futuro presidente o presidenta de la formación?

Ciudadanos no está para buscar líder. El fracaso atrae al fracaso, inspira fracaso y huele a fracaso. Aparte de esa pobre señora a la que le deseo lo mejor no veo que nadie se postule para liderar eso.

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