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CRÓNICA

¿Un partido sin ideología? Puigdemont lo intentará

Puigdemont quiere liderar un nuevo partido.

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Cuando a Albert Rivera le preguntaban por la ideología de Ciudadanos siempre evitaba posicionarse. “Ni de izquierdas ni de derechas: Ciudadanos es transversal”, argumentaba, pese a que la percepción de los electores en los sondeos, las votaciones en el Parlament y las alianzas posteriores en comunidades como Madrid o Andalucía situaron a esta formación claramente en el flanco derecho. Su propósito en Catalunya fue el de intentar atrapar a los votantes que, más allá del espectro ideológico, tuviesen en común su rechazo frontal al independentismo. Fue una táctica que funcionó, al menos hasta ahora, y que le convirtió en el primer partido de la oposición en el Parlament. Las encuestas apuntan a que en las próximas elecciones las cosas no le irán tan bien, porque puede sufrir un desgaste severo y perder apoyos tanto en favor del PSC como de Vox, que entraría por primera vez en la Cámara catalana.

Ahora es Carles Puigdemont quien aspira a diseñar un partido que también reniegue de las dicotomías tradicionales, en su caso para atrapar el máximo de voto independentista. En más de una ocasión ha señalado que estas fronteras ideológicas están “obsoletas”. La Crida per la República, un ambicioso proyecto que no ha cuajado, ya pretendía ser una plataforma que representase “la máxima pluralidad”. La nueva marca que el expresident está preparando para concurrir a las autonómicas bebe de la misma filosofía. Uno de sus objetivos es quedarse con la marca de JxCat. De momento ya ha conseguido que en el registro de partidos del Ministerio del Interior aparezca como presidente de la formación el alcalde de Balenyà, Carles Valls, afín a este sector. Esta maniobra ha enervado a la dirección del PDeCAT, que sabe que una de sus mejores bazas es (o era) la de poder disponer de estas siglas.

Jordi Sànchez, uno de los principales artífices de La Crida y dirigente afín al expresident, resumía la estrategia con esta frase en una entrevista publicada en La Vanguardia : “En el 2020 seguir con el debate estricto izquierda-derecha responde a una mirada anacrónica e interesada para intentar distorsionar el proceso y desplazar el eje del debate soberanista a un eje ideológico”.

Pero es precisamente la ideología, más o menos obsoleta, es la que explica las tensiones de Puigdemont con la dirección del PDeCAT o también la creación del Partit Nacionalista Català, con Marta Pascal al frente. “El proyecto de Puigdemont se ha escorado demasiado a la izquierda y pedimos que sea más central”, reclamaba este viernes en el Ara el alcalde de Igualada y miembro de la cúpula del PDeCAT, Marc Castells. Convergència supo adaptar su nacionalismo moderado a cada circunstancia y su alianza con Unió le situó en el tablero catalán (y en el Congreso de los Diputados) como una formación de centro-derecha con la que podían sentirse cómodos tanto electores como dirigentes que se definían como socialdemócratas. Era el famoso 'pal de paller', la metáfora utilizada por Jordi Pujol para definir la transversalidad de la Convergència que junto a Miquel Roca diseñaron a finales de los años 70.

La defensa de la escuela concertada, las subvenciones a los centros que segregan por razón de sexo y el rechazo a subir impuestos como el IRPF o el impuesto de sucesiones eran cuestiones en las que tanto el partido fundado por Jordi Pujol como después el PDeCAT tenían una posición clara y contraria a la que defendían formaciones como la CUP o incluso ERC. Los dirigentes que discrepan de la táctica de Puigdemont consideran que el expresident les ha alejado del centro y que eso explica tanto la aparición de nuevas formaciones como que los sondeos vaticinen un incremento de voto para el PSC. El PDeCAT pretende preservar el perfil moderado a través del poder municipal que aún controla, pero no lo tiene fácil porque el tirón de Puigdemont sigue siendo indiscutible.

Además, el propósito del expresident de superar los ejes políticos tradicionales para atraer al máximo de votantes independentistas y marcar distancias ideológicas con CDC se sustenta en algunos datos que confirman que el elector independentista ha hecho una evolución parecida a la que él defiende. Las encuestas del Centre d'Estudis d'Opinió, el CIS catalán, señalaban en el 2015 que el 62% de los partidarios de un estado independiente se definían como personas de izquierdas. En el 2019 ese porcentaje ya era del 75%. Además, 6 de cada 10 votantes de JxCat se autodefinen como electores de izquierda. Algo que no pasaba con Convergència.

Son también estos datos los que han hecho que ERC refuerce su discurso de izquierdas, como se comprueba a cada intervención de Gabriel Rufián en la tribuna del Congreso. El diputado republicano incluso ha llegado a recordar el pacto del Majestic que CiU y PP sellaron en el 96 para facilitar el acceso de Aznar a la presidencia del Gobierno. “Nosotros, no me consta que hayamos investido a Aznar. CiU, sí”, le espetó a Laura Borràs en el debate en el que ERC apoyó la última prórroga del estado de alarma mientras que JxCat la rechazó.

De momento, y a la espera de conocer el desenlace final de las conversaciones entre Puigdemont y el PDeCAT y si el divorcio es total o se llega a una nueva tregua, las encuestas siguen pronosticando una cómoda victoria del partido de Oriol Junqueras y un incremento del voto independentista. El último sondeo publicado, el de esta semana en El Nacional, apuntaba que los republicanos podrían llegar a los 42 escaños (diez más que ahora) mientras que JxCat se quedaría en 28 (seis menos). La suma entre ERC, JxCat y la CUP superaría por primera vez el 50% de los votos. Pero sin fecha aún para las elecciones, sin saber cuántos partidos concurrirán ni si ERC explorará una alianza alternativa con los 'comuns' y un eventual apoyo externo del PSC, todos los pronósticos se sitúan más que nunca en el campo de la especulación, algo que en Catalunya es ya casi un género.

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