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Ganadería tradicional, un modelo de desarrollo rural frente a las macrogranjas

Pastor con ovejas. Pixabay.

Lourdes Cifuentes

Pequeños municipios, casi todos afectados por la despoblación, y ubicados en zonas deprimidas de Castilla-La Mancha se han convertido en objetivo de empresas cárnicas para ubicar en ellos explotaciones porcinas intensivas ya sea para cría o engorde. Las macrogranjas, como se las conoce, aterrizaron (o lo han intentado) el año pasado en la región y lo han hecho con fuerza, especialmente en las provincias de Cuenca, Guadalajara, Toledo y Albacete, donde desde hace meses los casos de solicitudes para instalarse han proliferado.

Al frente de todos estos proyectos se han levantado vecinos y ecologistas que creen que hay otra manera de impulsar los pueblos. Frente a esta ganadería intensiva, apuestan por la ganadería tradicional o extensiva que no conlleva grandes instalaciones y que no requiere de gestión de purines en grandes cantidades ni de aguantar malos olores y, sobretodo, “no genera el impacto que estamos viendo y analizando conla ganadería industrial”.

Lo ha explicado en Albacete María Andrés, ecologista y también ganadera. Andrés defiende que la ganadería extensiva, la tradicional, la de toda la vida, no sólo no genera impacto sino que es el mejor motor de desarrollo del entorno rural. “Hace que la gente se mantenga en el territorio”, explica esta ganadera que añade que este tipo de ganadería “ayuda a mantener la biodiversidad”.

Pero más allá de la forma de ganadería, María Andréz, habla también del producto: “Es una producción con valor añadido. Se crean alimento de calidad, a través de una transformación artesanal, que genera riqueza, identidad”. Entonces, ¿por qué proliferan macrogranjas en la región? ¿Son más rentables?, preguntamos. “El problema es que no hay igualdad de condiciones. Ahora mismo la ganadería industrial está subvencionada por la Junta”, cuenta.

Otra forma de ganadería, otra forma de consumo

Desde su experiencia como ganadera María Andrés, que cuenta con un centenar de cabras y también es productora de queso en la provincia de Cuenca, dice que existe, a día de hoy, demanda de los productos que tienen su origen en la ganadería extensiva. “El problema está a nivel institucional”. “Al final es una parte estratégica y política, ¿qué quieres apoyar?”, se pregunta la ganadera y ecologista que esta semana ha pasado por Albacete , por la sede de Ecologistas en Acción de la capital, para contar cómo vive ella del campo y enfrentar este modelo al de las macrogranjas que se proyectan desde hace meses en Castilla-LA Mancha.  Macrogranjas que “convierten el campo en un polígono industrial” y que, insiste, “expulsan del medio rural a vecinos y a otro tipo de actividades como el turismo”.

Su visita a Albacete se produce en un momento en que la provincia se está convirtiendo en el blanco de empresas y ganaderos para instalar proyectos de este tipo. El último, en el municipio de Alpera. Este viernes el Diario Oficial de Castilla-La Mancha también  notifica la salida a información pública de la autorización ambiental para la instalación de una macrogranja 7200 cerdos en la localidad. 

No es el único: el mayor de los proyectos que a día de hoy están en manos de la Junta en proceso de Declaración de Impacto Ambiental (DIA) es el de la macrogranja que CEFUSA, empresa de El Grupo Fuertes, a la que también pertenece la marca El Pozo, quiere instalar en Pozuelo, Albacete, y que contempla la instalación de 51 naves para albergar 140.000 cerdos y que se ha encontrado con una gran contestación social tanto en el municipio como en el entorno.  Algo que recuerda a lo que pasó en Montealegre del Castillo, también en Albacete,  cuando la presión vecinal consiguió paralizar la instalación para la que CEFUSA ya tenía todos los permisos.  

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