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En las obsesiones de oro de Gustav Klimt

La exposición 'El Oro de Klimt', del Ateneo Mercantil de València.

Laura Julián

València —

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Gustav Klimt (Viena, 1862 - 1918) fue un artista de obsesiones. Su trabajo brilló entre dos estilos: el simbolismo y el movimiento modernista de la secesión vienesa. Reconocido como uno de los grandes nombres de la Historia del Arte, es quizás el pintor austríaco más importante de su época. Su cuadro El Beso (1907-1908) le hizo mundialmente famoso, aunque su trabajo fue mucho más allá.

Una inmersión total en su vida y obra es lo que propone la exposición inmersiva que acoge el Ateneo Mercantil de València hasta el 15 de agosto. Una “experiencia única”, asegura la responsable de Nomad Art, Alejandra Soto, que quiere emocionar “a través de todos los sentidos”. Las imágenes se suceden en 360º a lo largo de 400 metros de pantallas gigantes, que te envuelven en su obra dorada combinando música, aromas, arte y nuevas tecnologías. Un montaje multimedia con evocadoras sensaciones.

'El Oro de Klimt' es fruto de un minucioso estudio de la obra del pintor. Los primeros minutos trasladan al espectador a inicios del siglo XX, en una Viena en pleno proceso de cambio. “Fue un pintor que quiso romper con lo establecido; creó un movimento propio junto con otros artistas, los cuales crearon otra manera de expresarse, de enfocar el arte y de usarlo sobre todo para emocionar y llegar con esos temas que les preocupaban o fascinaban en su época”, explica la responsable.

Gustav Klimt se dedicó desde joven a la Escuela de Arte y Oficio, siguiendo con la línea tradicional de pintura, hasta que “llegó un momento de ruptura en el que quiso explorar y comenzó a pintar esos cuadros dorados tan icónicos”. Su obra es extremadamente ornamental gracias a la influencia que tuvo en él su padre, que fue orfebre, y a los viajes que realizó a Ravenna, donde pudo apreciar en primera persona la belleza del arte bizantino y su radiante dorado. Influido por otros intelectuales como Sigmund Freud, Klimt trasladó el delirio a sus obras. El detalle de cada pincelada, las líneas curvas propias del Art Nouveau y sus colores vibrantes se pueden apreciar en grandes dimensiones en esta exposición inmersiva.

Ese estilo ecléctico, sus cuadros cargados de sensualidad y abstracción y, sobre todo, su dorado, son señas de identidad únicas que le ha convertido en una figura fácilmente reconocible, marcado también por las polémicas y por la destrucción de algunas de sus piezas, ya durante el nazismo. Su cuadro El retrato Adele Bloch-Bauer I, pintado en 1907, se convirtió en 2006 en el más caro jamás vendido al ser adquirido por 135 millones de dólares. La mujer retratada, una intelectual austríaca de principios del siglo XX, fue una de las muchas musas del pintor.

“Con la obra de Klimt todos vamos rápidamente a su maravilloso 'Beso' o a su 'Árbol de la vida', pero hay un trabajo muy denso detrás: hizo muchísimos retratos de la burguesía vienesa, sobre todo de mujeres, le interesaba muchísimo lo femenino; también hizo muchos paisajes y otras obras que, en este tipo de exposiciones, podemos redescubrir.”, asegura la responsable de esta muestra que estará en València hasta mediados de agosto.

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