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El tablero valenciano tras el terremoto madrileño

La bancada del Pacte del Botànic en la sesión de control de este miércoles.

Laura Martínez

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La política que se hace en Madrid y desde Madrid tiene la facultad de empañarlo todo. El terremoto madrileño que ha protagonizado Isabel Díaz Ayuso tendrá réplicas en los parlamentos autonómicos, especialmente en el ánimo de los dirigentes políticos y en las estrategias de los partidos. Pero Madrid no es España, por mucho que se empeñen sus dirigentes en repetir el lema; Madrid es la capital política y mediática, la autonomía de las grandes rentas que no quieren pagar impuestos -y votan para escindirse del resto en la política tributaria- y la “aspiradora de recursos” del Estado, tres factores que complican la extrapolación de sus resultados al resto del país.

Los populares -y parte de la izquierda, en el remolque discursivo- han comenzado a hablar de cambio de ciclo político. Los populares regresan a porcentajes de voto similares a la época bipartidista, y las dos fuerzas que se autodenominaron nueva política caminan cuesta abjo. Ciudadanos desaparece de la Asamblea de Madrid y Pablo Iglesias, líder de Podemos, anuncia su marcha de la primera línea política, pese a salvar el tipo y subir de 7 a 10 representantes. La victoria de Ayuso llegaba este miércoles a la sesión de control al Gobierno valenciano en palabras de Isabel Bonig, la portavoz y presidenta del PP valenciano a la que Génova abrió la puerta de salida hace apenas tres días. En la que puede que sea su última sesión de control como portavoz -el jueves se reunirá la junta directiva autonómica para convocar el congreso-, Boni, aterrizaba en el Parlamento autonómico el lema de Isabel Díaz Ayuso y urgía al presidente Ximo Puig a elegir entre “comunismo o libertad”. La falsa dicotomía planteada en la campaña se ha podido escuchar en cada intervención de la cúpula parlamentaria popular, que exhibía con orgullo la victoria de Ayuso. La lugarteniente de Bonig, Eva Ortiz, resaltaba: “Estamos contentos porque ha imperado la libertad, la bajada de impuestos, la responsabilidad y el sentido que tienen los más desfavorecidos en un momento tan difícil como la pandemia”. “Si fuera Ximo Puig, estaría atento y tomaría nota porque hoy tiene un problema”, advertía, mientras que el presidente, en la tribuna, consideraba que “el centralismo es un problema” y recordaba a la derecha democrática que en las capitales europeas sus homólogos no pactan con la extrema derecha. Puig valoraba que el Ejecutivo que preside se haya “separado del ambiente tóxico de confrontación”.

El centro, que en el tablero político es una posición accidental, ha regresado al espacio del que salió. Algunos representantes valencianos de Ciudadanos cargaban contra la moción de censura en Murcia, detonante del adelanto electoral en Madrid, y consideraban que el partido debe comenzar a reflexionar sobre su rumbo. La portavoz en las Corts, Ruth Merino, negaba que el resultado pudiera trasladarse al parlamento valenciano -en dos años todo puede dar muchas vueltas, indicaba-, y achacaba el descalabro a un problema de comunicación del partido: “Los resultados no fueron buenos a pesar de tener el mejor candidato (...) no se ha sabido transmitir correctamente que parte de esa gestión de Ayuso estaba basada en el trabajo de Ciudadanos, que formaba parte de ese gobierno”, señaló Merino antes de entrar a la sesión de control, donde denunció la estrategia de “odio, división y vetos”. En las filas del Pacto del Botánico esperan que Ciudadanos se presente pronto a negociar la reforma de la ley electoral, que bajará el listón de entrada al parlamento al 3%, aunque una parte de la formación, en un delirio kamikaze, se niega a respaldarla.

Otra formación que celebró los resultados, aunque con cierto sabor agridulce, fue Compromís. Los valencianistas ven en Más Madrid una fuerza aliada, pese a las reticencias de ciertos miembros -diputados como Josep Nadal criticaron que se hiciera una campaña tan “descarada” fuera de las fronteras valencianas-, pero los valencianistas, que critican constantemente el centralismo, ven en el partido de Mónica García la oportunidad de extender el modelo del Pacto del Botánico. Compromís y Más Madrid vienen de un espacio político similar: el de aquellos descontentos con los partidos de izquierda clásica que encuentran en lo que el sociólogo Manuel Castells llamó las “identidades-proyecto”, una nueva forma de hacer política; construir 'desde abajo' un proyecto basado en el feminismo, el ecologismo y los derechos humanos. Los valencianistas, que apoyaron con entusiasmo la campaña del partido que creó Íñigo Errejón, destacan que una “alternativa arraigada en el territorio” se haya convertido en primera fuerza de la oposición frente a un discurso ultranacionalista y continuarán “las vías de colaboración conjunta”, como la propuesta de semana laboral de 32 horas que trabajan en el Congreso de los Diputados, donde comparten grupo parlamentario.

El triunfo de las nuevas fuerzas de izquierda verde en las capitales europeas amenaza a los partidos de la socialdemocracia clásica y en el PSPV son conscientes de que Más Madrid les ha robado una buena parte del voto, como sucedió con Compromís en etapas electorales previas. Mientras que el votante de derechas regresa a su partido madre, el de izquierdas sigue pidiendo una fuerza que tire del PSOE. Los socialistas valencianos saben que tendrán que distanciarse del discurso y las formas de Madrid y mantenerse en la línea botánica y de defensa de los intereses valencianos: financiación, modelo territorial, cogobernanza y federalismo. El portavoz socialista, Manolo Mata, enmarcaba la victoria de Ayuso, con un “discurso liberticida”, en la “efímera 'marbellización' de la política”, aunque ha reconocido que el “mal resultado” de Ángel Gabilondo es “un aviso para Pedro Sánchez” y para todos los socialistas. Pese a ello, ha confiado en que el tablero se resituará cuando la gente sufra las consecuencias de “sacrificar la libertad por otros valores ajenos” y descartaba que la marcha de Iglesias tuviera repercusiones en las Corts Valencianes, ni que los resultados en Madrid afectaran al Pacto del Botánico, un modelo político antagónico al del PP de Madrid.

Mientras, en Podemos lloran la marcha de su líder. La portavoz parlamentaria, Pilar Lima, arrancó su intervención con una despedida, advirtiendo que a Iglesias “lo han matado entre todos”: sus adversarios políticos y los medios de comunicación, los bulos y las causas judiciales que se han ido archivando. “No se va porque quiere, ni por un cambio de ciclo, ni siquiera por la derrota: Se va porque lo estamos matando día a día, igual que las políticas de las derechas han matado los servicios públicos”, exclamó en la tribuna entre las burlas de los parlamentarios de Vox.  “No hemos podido superar al 'trumpismo' de Ayuso, que va a ser una tragedia para la sanidad pública, la educación y los servicios sociales”, insistía. La formación autonómica, ahora liderada por el sector 'pablista' y que ha sufrido la marcha de parte de su equipo al proyecto de Errejón, se queda sin su principal referente.

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