Ecografías en embarazos, ¿por qué es mejor hacer solo las justas?

Una mujer mira una ecografía de su embarazo

Marta Chavarrías

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Las ecografías son pruebas sencillas, inocuas e indoloras que permiten controlar el embarazo. En los últimos 40 años, su uso, sobre todo en obstetricia, ha evolucionado mucho. Tanto, que actualmente es una herramienta indispensable y necesaria en el control prenatal. 

Los ultrasonidos envían ondas de sonido a través del cuerpo para ver los tejidos y órganos de un bebé. Es un procedimiento que usa este sistema para crear imágenes del bebé en el útero. Durante la exploración, se coloca gel en el abdomen como conductor y para ayudar a la calidad de la imagen y una sonda llamada transductor contra la piel. 

Cuando los ultrasonidos inciden sobre los distintos tejidos del cuerpo, producen un eco que se traduce en imágenes. Son, por tanto, útiles para observar el desarrollo fetal y para detectar anomalías en el útero.

Las ecografías, ¿son seguras?

Los ultrasonidos se consideran seguros para la mujer y para el bebé porque no usan radiación. Las ecografías no exponen al feto ni a la madre a la radiación ionizante, a diferencia de las radiografías y las tomografías computarizadas.

Porque, en lugar de radiación, las ecografías emplean, como ya hemos avanzado, ondas sonoras de alta frecuencia que rebotan en los huesos y el tejido del feto para producir una imagen. Sin embargo, los expertos hacen una advertencia sobre las ecografías innecesarias

En una revisión sistemática de 2018, los expertos advierten que, aunque no hay certezas de efectos nocivos de los ultrasonidos en el feto, sí es importante reducir la exposición de las embarazadas a la menor cantidad de energía ultrasónica.

Los motivos que dan es que se trata de una forma de energía con efectos térmicos y mecánicos que podrían, a la larga, producir efectos biológicos en los tejidos expuestos.

La principal preocupación es que las ondas sonoras transportan energía al feto, y esa energía puede calentar los tejidos del bebé, con posibles efectos como disminución del peso del feto. 

A pesar de todo, los expertos advierten que no hay una respuesta definitiva sobre lo que este calor puede hacer al cuerpo en desarrollo del bebé teniendo en cuenta que se usa una baja intensidad de ultrasonido que se extiende sobre un área grande, lo que provoca un calentamiento mínimo.

La Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) señala que, aunque no hay evidencia de ningún daño provocado por las imágenes de ultrasonido, es aconsejable hacer un uso prudente de las ecografías porque el ultrasonido podría calentar ligeramente los tejidos.

Los expertos señalan también que, puesto que se desconocen los efectos a largo plazo de este calentamiento. Las ecografías deben realizarse solo cuando sean necesarias y haya un motivo médico.

El Royal College of Obstetricians and Gynecologists (RCOG) no recomienda tampoco la exploración del embarazo antes de las 10 semanas de gestación, a menos que esté indicado clínicamente.

En la misma línea se pronuncia el Colegio estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG). Estos expertos dicen que, a pesar de que actualmente no hay evidencia de que las ecografías dañen el feto, ni hay vínculos entre la prueba y los defectos de nacimiento o problemas de desarrollo más adelante, desaconseja su uso excesivo porque siempre existe la posibilidad de que se identifiquen algunos problemas en el futuro.

Al mismo tiempo, advierten que las exploraciones solo deben realizar los médicos capacitados en ultrasonido, por una razón médica y de acuerdo con las pautas médicas establecidas. Porque si bien la ecografía 2D es segura, debe usarse con moderación. 

El número de ecografías cuenta para no abusar de ellas

En España, el protocolo de embarazo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) establece tres ecografías bidimensionales durante el embarazo, una cada trimestre, más concretamente:

  • la primera entre las semanas 11-13 (que en la mayoría de los casos suele ser por vía vaginal): se confirma el embarazo; ya puede calcularse la longitud del bebé y su peso (unos cinco gramos), cada vez tiene más forma humana, permite observar la cabeza y el corazón que late muy rápido.
  • la segunda entre las semanas 18-21: llamada morfológica, permite hacer un detallado estudio de la anatomía del bebé y detectar posibles malformaciones en el cuerpo o los órganos internos. Es como una foto del bebé en la que se ven sus estructuras y órganos.
  • la tercera a las 34-36 semanas: el bebé ya tiene todas las partes formadas y las proporciones definitivas, que son las que se verán cuando nazca.

Aunque en el 80% de los casos este número es suficiente, en algunas ocasiones puede ser necesario realizar alguna más (gestación gemelar, hipertensión, crecimientos intrauterinos, hemorragias, mujeres mayores de 40 años, etc.).

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