¿Es la miel una alternativa más saludable que el azúcar blanquilla?

miel de la Alcarria

Jordi Sabaté

Es cierto que la miel en estado natural tiene propiedades beneficiosas de alto interés, debidas en buena parte a la presencia en su composición de unos pocos minerales, de algunas enzimas que ayudan a la cicatrización de heridas, de algunas vitaminas y de antioxidantes. Ahora bien: ¿es recomendable como sustituto natural del azúcar en sus funciones edulcorantes cotidianas?

Es lo que nos pregunta Gabriela, una lectora de eldiario.es, que quiere saber “si es buena idea echar en el café, en el yogur o incluso en las tostadas con mantequilla de mi desayuno miel para apartar al azúcar, sobre todo al blanquilla, que por lo que os he leído, es casi un veneno”. No es primera ni será la última persona que se hace la misma pregunta: son numerosas las publicaciones digitales que se hacen eco de los beneficios de la miel, recomendándola incluso para uso diario por los componentes antes citados.

Miel: beneficios y recomendaciones

Es imposible llegar a saber si muchas de estas publicaciones han sido secretamente pagadas por empresas envasadoras y comercializadoras de miel, pero lo que es cierto es que la mayoría de ellas exageran las propiedades de este néctar fabricado por las abejas. La proporción de vitaminas de la miel -entre las que se encuentran la C o la B6- es bajísima, ya que se hallan en cantidades de 0,5 miligramos por cada 100 gramos.

Y lo mismo ocurre con minerales como el magnesio, que solo contabiliza 2 miligramos por cada 100 gramos, con los antioxidantes, también en bajísima proporción, así como con enzimas como la glucosa oxidasa, que añaden las abejas a la miel y que ciertamente tiene propiedades cicatrizantes. Es por esta última encima, por lo que algunos organismos internacionales recomiendan como remedio natural la miel, en mayores de cinco años, para paliar la tos, puesto que la combinación de miel, limón y agua caliente ayuda a hidratar las mucosas y cerrar posibles heridas de la garganta que provoquen más irritación.

Como anécdota, la miel tiene también unas elevadas propiedades conservantes y antiguamente se usaba en el transporte de mercancías en largas distancias que de otro modo podían deteriorarse durante el viaje. Se aplicaba a algunos alimentos, pero también a cadáveres insignes. De este modo el cuerpo sin vida de Alejandro Magno fue transportado por sus soldados desde Babilonia a Alejandría sumergido en miel para evitar su descomposición.

Esto es debido a que la miel tiene un gran poder para absorber agua debido a su elevada concentración en azúcares, de modo que deseca los productos en su interior. Esta misma propiedad también se aplica a los famosos pasteles árabes, que se recubren de miel para evitar que se sequen y endurezcan con demasiada rapidez.

La miel como edulcorante

Pero lo cierto es que la miel es un 18% de agua y un 82% de azúcares, la mayor parte de ellos en formas libres. Es decir que glucosa y fructosa, que no es más que glucosa con una diferente estructura espacial, conforman en 69% de la miel. Por otro lado, la sacarosa y la maltosa, que alcanza un 7,5% del porcentaje del néctar, conforman casi el 9% de la miel. Ambos compuestos son disacáridos que al contacto con la saliva se dividen en sendas moléculas de glucosa y fructosa. Otros azúcares se suman a esta proporción hasta completar el 82% antes citado.

Por lo tanto es fácil deducir que la proporción de azúcar en la miel es muy elevada y, por lo tanto, aunque en dosificación pueda estar menos concentrada que en el blanquilla en polvo, no es en absoluto recomendable si queremos rebajar nuestro consumo de azúcar diario, pues en realidad lo estaremos manteniendo. Así lo certifican importantes nutricionistas españoles como Julio Basulto o Juan Revenga.

Para terminar, cabe destacar que en las mieles industriales la probabilidad de que sean poco más que agua con azúcares, algunos colorantes y compuesto aromáticos, es alta. Es decir, que los procesos de la miel hayan acabado con los antioxidades, las enzimas y las vitaminas, debido a que con frecuencia se aplican tratamientos con calor para hacer el néctar más fluido, de modo que sea más fácil de transportar y depurar.

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