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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Las autoridades sanitarias advierten de que el fuet puede matar (y además es catalán)

Fuente: Anónimo Whatsapp

ConsumoClaro

De las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el consumo de carnes preparadas y rojas llama la atención su falta de tempo y mesura. En primer lugar, porque nos advirtieron a bocajarro de que el hábito que muchos hemos tenido durante la mayor parte de nuestra vida -comer carne y embutidos- es cancerígeno, pero el organismo todavía no ha liberado los estudios que le llevan a tales conclusiones. En segundo lugar porque de ser completamente cierto, un tema de tal entidad se comunica de un modo más sutil: evitando la alarma social y huyendo de sensacionalismos que amenacen la economía de regiones enteras en todo el mundo.

Sin embargo, la OMS ha salido al paso de las críticas reafirmándose en la contundencia de sus conclusiones y asegurando que estas no se pueden soslayar por más tiempo. No somos quién para discutirlas e incluso en ConsumoClaro hemos publicado un artículo en el pasado donde advertíamos de los peligros de consumir mucha carne pasada por la barbacoa, es decir excesivamente quemada.

Pero sí creemos que este organismo ha incurrido en una grave irresponsabilidad al soltar sus conclusiones sin más, dejándolas a merced de las mareas mediáticas, que siempre son irracionales y oportunistas. Del estupor inicial, los medios serios pasaron a los necesarios matices y a la contextualización de las declaraciones de la OMS, sobre todo para subrayar que no hay nada nuevo en el horizonte y que los peligros revelados ya se conocían.

El cáncer como carne de cañón y especulación

No obstante, otros se han dedicado a especular con qué tipo de productos son más recomendables y cuáles podrían ser peligrosos. Que si el chuletón, que si el fuet, que si la longaniza... Hasta Time entró en una absurda campaña sobre el 'full english breakfast', el desayuno tradicional a base de judías, salchichas, bacon y huevos que de repente se antoja más peligroso que una ruta turística por Fukushima.

Ningún producto ha quedado a salvo de la sombra de la sospecha y hay comentaristas que se regodean porque McDonalds las va a pasar canutas a partir de ahora. Es posible que sea así: uno de sus principales clientes son los niños y sus padres quizá no vean muy claro que sea bueno concederles el capricho de una hamburguesa... Pero el veto que tal vez se aplique a la multinacional de la comida rápida, y basura, se puede también extender a numerosas industrias cárnicas de todo el mundo, incluidas las españolas. ¿Ahora resulta que nuestros embutidos patrios, incluido el jamón del que nos sentimos tan orgullosos, pueden provocar el cáncer?

Esto es lo que se ha sugerido desde ciertos medios, algunos no precisamente pequeños, seguramente en busca del clic, de la visita, del aumento de la audiencia... Ahora puede ser tarde para volver atrás y convencer al consumidor de que las conclusiones de la OMS no son tan alarmistas, de que las carnes rojas son incluso recomendadas por la propia OMS -en un alarde de incoherencia- para obtener ciertos nutrientes; de que hace ya mucho tiempo que se aconseja moderar el consumo tanto de las carnes preparadas como de las rojas, aunque sea por su alto índice de colesterol, que ese sí es un peligro más real e inminente. 

Puestos a especular con qué nos matará primero, podemos hacer un simpático cruce de temas de actualidad, y resumirlo en una frase como las que sin ningún pudor comparten muchas personas en Twitter o por Whatsapp. Por ejemplo: “Las autoridades sanitarias advierten de que el fuet puede matar (y además es catalán)”. Así creamos alarma a la vez que fomentamos el boicot y nos sumimos en la imbecilidad colectiva.

Un trasfondo inquietante: somos demasiados

La cosa tendría gracia si no fuera porque están en juego miles de puestos de trabajo en todo el mundo y porque subyace un trasfondo inquietante en la vehemencia de la OMS. Desde principios de este siglo millones de personas en países emergentes del sudeste asiático han salido de la pobreza para ingresar en las clases medias. Su ascenso social se ha visto acompañado de una lógica aspiración a tener una dieta de mayor calidad y más variada.

Así, han dejado atrás un alimento tradicional como el arroz, de gran valor energético pero bajo en proteínas, para aspirar primero a las carnes blancas de ave y luego a las rojas. En consecuencia, la demanda de carnes rojas en mercados y restaurantes de China se ha disparado en los últimos tiempos a la par que la economía del país despegaba y se consolidaba. Hace años que los expertos advierten de que no se puede satisfacer a medio plazo dicha demanda, que cada día es superior, y que se impone una racionalización a nivel global de los recursos alimentarios.

Puede que el comunicado de la OMS vaya en la dirección de desincentivar el consumo de carne en oriente, en occidente o en todo el planeta. Si es así, el fin de tal maniobra es probablemente encomiable y necesario, pero el método elegido para conseguirlo no es el más adecuado, y tal vez en el futuro la organización deba responder de sus consecuencias.  

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