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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Por qué tu gato no puede ser vegano ni vegetariano

Foto: Gellinger

Eva San Martín

Una revolución está en marcha y quiere poner patas arriba lo que comemos, con casi tres millones de españoles (el 7,8% de la población) declarándose vegetarianos, veganos o flexitarianos -comen carne solo muy de vez en cuando-. La inclinación global por abandonar el consumo de carne o, al menos, reducirlo es tal que The Economist ha declarado este 2019 como “El año del vegano”.

Pero la tendencia suscita dudas, sobre todo en lo que respecta a nuestros amigos más peludos: ¿pueden los gatos o los perros convertirse en veganos? Ya aclaramos en su momento por qué la dieta basada en las plantas no resulta conveniente para el perro. Pero para los felinos la dieta sin carne constituye una opción aún más peligrosa: el motivo, como tantas veces ocurre en cuestiones bigotudas, es evolutivo.

Los humanos podemos escoger lo que ponemos en nuestro plato, y decir adiós a la carne o comer menos, bien sea por respeto a los animales, porque nos preocupa el planeta o por salud. Y si tomamos las precauciones adecuadas -como tomar suplementos de B12-, convertirnos en veganos de forma exitosa no implica mayores problemas. Por desgracia, no ocurre lo mismo con los mininos: una dieta basada en los vegetales sí pone en riesgo serio su salud, e incluso su vida.

Puesto que nos gusta humanizar a nuestros gatos, y tratarlos con el mismo cuidado y atenciones que dedicamos a las personas que queremos, resulta natural desear que se alimenten de forma saludable e incluso, si somos ecologistas, de un modo más sostenible. Pero esta decisión en ningún caso debería implicar que nuestros amigos peludos dejen de comer carne. Y motivo está en sus genes. 

La dieta vegana no es para gatos

Gatos y perros pertenecen a un grupo de mamíferos llamados carnívoros (orden Carnívora), y los antepasados salvajes de ambos dependían para sobrevivir, sobre todo, de la carne. Pero el curso de la evolución siguió su camino. Y durante este largo viaje, los perros han adquirido un mayor número de copias del llamado gen de la amilasa, que produce el enzima que rompe las moléculas de almidón para poder digerirlas. De hecho, este gen les permite llevar una dieta más amplia y omnívora, fundamentada en la carne, pero también con mayor cantidad de cereales o vegetales.

Pero Billy y Frida, como el resto de nuestros gatos (Felis catus), pertenecen a la familia Felidae. Ellos perdieron muy pronto en este viaje por la evolución los genes capaces de producir (codificar) algunos aminoácidos esencialesaminoácidos esenciales, entre ellos, los que forman parte de enzimas que sintetizan el retinol, la taurina y las prostaglandinas. Tiene lógica: si la historia te prepara para cazar y alimentarte casi exclusivamente de carne, de nada te sirven los enzimas que transforman las plantas en nutrientes. ¡Con la cantidad de ratones que hay disponibles en la naturaleza, purrrrr!

Resumiendo: mientras que los perros (y los humanos) sí pueden fabricar nutrientes a partir de los vegetales que comen, los gatos no: ellos necesitan obtenerlos directamente de las proteínas de origen animal. Por eso, alimentar a nuestro minino con una dieta vegana, vegetariana o flexitariana (con reducción de alimentos de origen animal) provocaría un desgaste inmediato de sus músculos, ya que le faltaría los aminoácidos que los regeneran. Entre los músculos felinos que pierden el vigor al no comer carne se encuentra el corazón: por eso, el primer riesgo para el gato vegano es sufrir un paro cardiaco. 

¿Un gato podría, con el tiempo, convertirse en vegetariano? ¿Y si toma suplementos?

La respuesta es no. Para ampliar su dieta, y adaptarse a una alimentación basada en los vegetales, los gatos necesitarían modificar todo su organismo y su tan único metabolismo. En definitiva: tendrían que recuperar los genes que perdieron y que les permitían obtener algunos nutrientes de las plantas. Pero, seamos francos: si esta capacidad no ha aparecido durante los diez millones de años de evolución felina, parece improbable que surja ahora de la nada en nuestros mininos domésticos.

¿Y qué hay de los suplementos? Aunque en teoría a la dieta vegetariana podríamos añadir los complementos nutricionales que, de otro modo, solo pueden encontrarse en la carne, en la práctica constituye una opción complicada; y, de no hacerse bien, puede poner en riesgo muy serio a nuestro gato. No merece la pena. 

Además, nuestros gatos son como son y se comportan como lo hacen, debido a su naturaleza; esa que tanto nos fascina, y que hace que los queramos tanto. Y resulta que esa naturaleza es carnívora. Así que reservemos el veganismo para nosotros. Y dejemos a Billy a Frida ronronear felices en el sofá, esperando a que llegue la hora de su latita de pollo. Y si preferimos hacerles nosotros mismos la comida, aquí tenemos una serie de interesantes recetas

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