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Ultra fast fashion: cuando TikTok se alía con la segunda industria más contaminante del planeta

La aplicación de compras Shein

Jordi Sabaté

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Zapatos a 40 euros, un jersey a 10 euros, vaqueros a menos de 20 euros, calcetines y ropa íntima por apenas tres euros... La ropa low cost ha entrado de lleno en nuestra vida a medida que nuestro poder adquisitivo se degrada.

Un reciente estudio del comprador de precios Idealo revela que las zapatillas deportivas de menos de 50 euros lideran la lista de productos más demandados de 2022. El análisis se llevó a cabo en la mayoría de los países en los que está presente idealo, como Alemania o Francia y cada país se encargó de analizar los datos.

Por otro lado, ya no vestimos unas pocas prendas por temporada, sino que continuamente actualizamos nuestro guardarropa con las nuevas colecciones que marcas como Zara, H&M, Primark, Mango o Forever 21, y otros tantos conglomerados que se han adueñado completamente del sector textil, nos ofrecen cada mes.

Es lo que llamamos la ropa Fast Fashion; su aparente gancho es el de ofrecer ropa bonita a precios de ganga, de modo que nos permite combinar infinidad de modelos distintos a lo largo de la semana, aparentando así ser más creativos con nuestra imagen y estar más al día.

Según publicaba la ONG Greenpeace en 2021, “tan solo en 2020 y con una pandemia a cuestas, se espera que las ventas en la industria de la moda alcancen alrededor de 664.470 millones de dólares a nivel mundial”.

Sin embargo, por sus implicaciones ambientales, ya que se la considera la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del petróleo, la fast fashion es uno de los principales problemas que genera el consumismo capitalista.

También es fundamental destacar que el modelo neoliberal en el que se basa, en el que solo cuenta el beneficio, implica el uso de mano de obra casi en régimen de esclavitud.

Así, la organización Sustain Your Style asegura que “los trabajadores de los países donde se fabrican las prendas de fast fashion suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias”.

También el colapso del edificio Raza Plaza de Dacca, Bangladesh, en 2013 puso al descubierto las inaceptables condiciones de muchas personas trabajadoras.

Llega la 'ultra fast fashion': usar TicTok para acelerar el problema

Las nuevas tecnologías de la comunicación lo han revolucionado todo en los últimos 30 años: desde la política (no siempre para bien), hasta la prensa, la televisión, la radio, o la manera en que nos relacionamos con los amigos, en que ligamos o en que compramos, etc.

Y si existe un canal ultra moderno en este campo sin duda es TikTok, una red de vídeos china que ha conectado plenamente con los adolescentes de todo el mundo y su mentalidad de inmediatez, rapidez, concreción, fluidez de pensamiento, de credos, de gustos, etc.

Es un mundo distinto al nuestro que la marca china de ropa Shein ha sabido leer perfectamente. Shein, según la OCU “la marca que más ha crecido en el último año”, basa su estrategia comercial en promocionarse en TikTok con vídeos de adolescentes probándose continuamente nuevos modelos que la empresa lanza al mercado.

Además, suma una estrategia de “gamificación” (hacer marketing en base a juegos) con una política de descuentos por video hecho, puntos para comprar ropa gratis si sumamos nuevos amigos al canal, etc. Y siempre con precios más bajos que sus competidores.

Por otro lado, Shein no tiene tiendas en ningún lugar del mundo; solo vende online y ocasionalmente monta alguna pop up store en las principales capitales, pero como una estrategia de marketing, ya que el grueso de su negocio está en internet.

Y todo ello con un objetivo: acelerar la fast fashion y crear la ultra fast fashion, la moda ultrarrápida, el la que, según explica Celia Ojeda, Responsable del Área de Biodiversidad de Greenpeace, “si una marca de moda tarda unos tres meses desde que planifica una prenda hasta que la saca al mercado, Shein ha acortado el proceso a tan solo tres o siete días, por delante de su competidor más cercano, Zara, que tarda de dos a tres semanas”.

Contaminación acelerada

Esta aceleración de los ciclos de consumo concuerda totalmente con la filosofía TikTok, pero representa la peor cara de la industria textil, la que hemos comentado más arriba.

Según el estudio Los trapos sucios de Shein, realizado por Greenpeace al analizar 42 artículos de las páginas web de Shein en Austria, Alemania, Italia, España y Suiza y 5 artículos de una tienda pop-up en Múnich, Alemania, “siete de ellos contenían sustancias químicas peligrosas que superan los límites reglamentarios de la UE (Unión Europea)”.

Cinco de estos productos “superaban los límites en un 100% o más, es decir sobrepasan los límites tope máximos”. Además, “un total de 15 de los productos contrenían sustancias químicas peligrosas en niveles preocupantes, es decir cerca de los valores considerados como tope”, especifica el trabajo de la ONG.

“Te puedo hablar de níquel en unas botas de tacón, de formaldehído en el tutú de un vestido para menores o de níquel en una cazadora o de cromo en otros productos… Sustancias que persisten en el medio ambiente, es decir no se descomponen, que se bioacumulan o que están presentes cerca de niveles no seguros” explica Celia Ojeda, responsable del estudio, en la presentación del mismo.

11 horas al día trabajando, 29 días al mes

Ojeda también destaca que las trabajadoras de que fabrican las prendas de Shein “tienen jornadas laborales de 11 horas días, 29 días al mes, sin descansos, con bajos salarios, con penalizaciones por errores, con las salidas de emergencia bloqueadas o enrejadas”.

Y eso no solo pasa allá en Asía, sino que sus trabajadores de su centro logístico de Lieja (Bélgica) se quejaban de horarios inhumanos. Así lo refleja el documental del canal británico Channel 4 titulado Inside the Shein machine: untold.

El documental fue emitido en octubre de este año con gran escándalo, pero no ha logrado impedir que Shein siga su meteórico crecimiento a base de inundar el mercado de colecciones baratas y contaminantes. Y por supuesto, fabricadas sin aplicar los derechos laborales.

Fast fashion: ropa con obsolescencia programada

De la fast fashion, al igual que de su versión ultrarrápida, cabe destacar que es ropa pensada para durar poco, lo que podríamos denominar obsolescencia programada.

Así, en su libro 'Overdressed: the shockingly high cost of cheap fashion' (Penguin, 2012), la escritora, periodista y cineasta Elizabeth Cline analiza las estrategias de las corporaciones textiles de 'fast fashion' para lograr vender cuanto más mejor.

La mala calidad de los materiales está entre ellas, no es casual ni busca solo el mínimo coste de producción, sino que también persigue que la prenda se estropee con prontitud para que necesitemos comprar una nueva.

Cline explica cómo las empresas lanzan colecciones de destajo que no duran en la tienda muchas veces ni una semana antes de pasar a otra ciudad, otro país o a los 'outlets'. En 2014 el ratio de recambio de Zara era de dos por semana y el de H&M llegaba a ser diario, según Cline.

Fast fashion: los costes humanos que no vemos

Otro aspecto que no ponderamos cuando compramos fast fashion son los costes humanos de esta ropa: los derechos humanos y laborales que se pisotean para poder vender jerséis, zapatos y vaqueros tan baratos en el primer y segundo mundo.

La periodista inglesa Luci Siegle explica en su libro 'To die for: is fashion wearing out the world?' (Fourth State, 2011), que muchos pasos del proceso de elaboración de una prenda low cost, como el cosido, se hacen en cooperativas de remotas aldeas donde las mujeres son presionadas continuamente para aumentar el volumen de producción.

De este modo, se logra rentabilizar la mano de obra hasta que una sola pieza tiene el coste de unos pocos céntimos de euro. Estas ropas, tal como se relata en el reportaje 'The tue cost', en el que Siegle participa, tienen muchas veces diseños tan extremados que duran menos de una temporada con el fin de aumentar su obsolescencia.

Acabamos acumulando en el armario un montón de ropa barata, que nos parece obsoleta y que nos ha costado en conjunto más que una prenda de calidad.

Fast fashion: ropa realmente sucia para el medio ambiente

En 2013, The New York Times publicó un reportaje titulado 'Fashion at a very high price'. En él se daba voz a un estudio de la organización ecologista Center for Environmental Heath.

Este revelaba que mientras los límites legales para la presencia de plomo en prendas y complementos de moda se situaban en torno a las 300 partes por millón (ppm), numerosos objetos comercializados por las marcas de 'fast fashion' mostraban niveles superiores a las 10.000 ppm.

Según el color en que estuviera teñida la prenda o complemento, y por tanto, según el requerimiento de plomo del tinte, los límites eran más o menos altos. Un par de sandalias naranja, por ejemplo, alcanzaban las 25.000 ppm de plomo en su superficie; unas zapatillas rojas alcanzaron las 30.000 ppm y los cinturones amarillos las 50.000 ppm.

El plomo de estos objetos puede pasar a nuestras manos cuando tocamos la ropa o los complementos en un probador, ya que los tintes son de muy mala calidad, y de ahí a nuestra boca y al interior del cuerpo. Además del plomo otros metales presentes en los tintes son el mercurio y el arsénico, todos ellos tóxicos.

Además, el algodón suele lavarse en algunos procesos textiles, como la fijación de tintes, con soluciones alcalinas, muy cáusticas. En el caso de la ropa low cost estos lavados se hacen deprisa y mal con frecuencia y, como resultado, restos alcalinos pueden quedar en la ropa y reactivarse con el sudor, creando heridas.

GreenPeace también alertaba en un estudio de 2013 de la presencia en los tintes de la ropa 'fast fashion' de nonilfenoles, que son disruptores endocrinos, unos peligrosos compuestos orgánicos que pueden alterar la producción de hormonas corporales, disminuyéndola o bloqueándola y en algunos casos acelerándola. Esto es especialmente peligroso en el caso de embarazadas.

A todo esto hay que sumar la agresividad de los cultivos de algodón y la proliferación de fibras derivadas del petróleo, así como el problema ambiental que todas estas prendas generan al final de su vida útil en los vertederos, donde se degradan lentamente.

En resumen: si ya teníamos desde hace más de una década un problema serio con la moda rápida, canales como TikTok y marcas como Shein nos están indicando que el camino que seguimos como consumidores es el de acelerar este problema.

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